Todavía vive con más estrés del que le gustaría y no duerme bien, aunque ha conseguido que las pesadillas sean residuales, esas en las que su expareja aparecía en su casa para ir a por ella. Todo terminaría al despertar, si no fuera porque Elena Malaguilla Rodríguez vivió ese infierno en el mundo real. “Yo sufrí maltrato psicológico, económico, sexual y físico por parte de mi exmarido durante 8 o 9 años, pero al principio no era consciente. Normalicé toda la violencia y tenía esa creencia de que el amor puede con todo. Mi ex me tenía totalmente manipulada, aunque me pegaba sentía que era yo la culpable y él, la víctima”, relata esta vecina de Beriáin, que recuerda que su expareja incluso llegó a intentar asesinarla.

De eso hace ya 13 años y por suerte Elena pudo escapar de aquella jaula de maltrato y humillaciones en la que estuvo sumida con su expareja. Comenzó entonces un proceso de aprendizaje y de empoderamiento feminista que la llevaron a ser la mujer cañera, peleona y llena de buen humor que es ahora. En 2020, tras un cambio en el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Beriáin, a Elena le propusieron ser concejala de Igualdad, después de varios años como activista dando apoyo a víctimas de violencia de género, un cargo que ha ostentado hasta este año, cuando ha decidido dejar el puesto por motivos de salud.

“Ahora estoy bien, pero han tenido que pasar más de diez años de psicólogos y terapias para que yo me sienta empoderada. Aunque todavía arrastro secuelas de todo por lo que he pasado: tengo mala calidad del sueño, vivo con más estrés del que me gustaría y siento un bloqueo al tener una relación afectiva con un hombre”, confiesa Elena.

“Tuve que buscar en internet cuáles eran los síntomas de una mujer maltratada para darme cuenta de que yo lo era”

El despertar Todo cambió el día en el que Elena recibió una paliza de más de hora y media a manos de su expareja. Antes de eso, durante los primeros años de violencia, ella no se daba cuenta de que estaba siendo maltratada y le costó ser consciente. “Cuando empezaron las agresiones físicas fuertes me di cuenta de que también sufrían mis hijos y se me encendió la luz: busqué en internet ‘síntomas de una mujer maltratada’ y fue ahí cuando me di cuenta de que yo lo era”, recuerda Elena, que un día incluso llamó al Teléfono de la Esperanza: “Tenía un miedo brutal, quería salir de allí, pero me daba temor dejarlo solo con mis hijos, que entonces la mayor tenía 4 años y el pequeño 2”.

Elena, que siempre había sido la mujer valiente, independiente y echada para adelante que es ahora, no se reconoce en la Elena sumisa y vulnerable en la que se convirtió a base de maltrato psicológico, humillaciones y golpes, que acabaron hasta con un intento de asesinato: “Me cree mi propio mundo en el que yo me veía como una hormiguita pequeña y a él como un monstruo enorme. Cambia totalmente tu visión y es muy difícil romper con eso porque creía que yo no iba a poder con él. Además, la manipulación es tal que yo pensaba que era culpable de lo que pasaba y que él, que tenía problemas con el alcohol, era una víctima de su propia situación”.

El día de la paliza, Elena huyó de casa, pero matiza que no interpuso denuncia contra su expareja por miedo, “a la policía les dejé claro que no lo hacía por miedo y ellos tampoco actuaron de oficio”. Después de aquello pasó año y medio sufriendo la manipulación y las amenazas del que entonces era su marido hasta que –tras muchas sesiones de terapia y psicólogo– se atrevió a dar el paso. 

“Una mujer nunca va a estar empoderada si no tiene poder adquisitivo para llenar su nevera”

“Acabé denunciándole y hubo que esperar otros dos años y medio a que se celebrase el juicio. Le condenaron a 5 años de prisión, pero no entró en la cárcel hasta tiempo después, cuando le condenaron por conducir habiendo bebido”, recuerda con decepción por cómo se desarrolló todo el proceso judicial. Como entró en prisión por otro motivo distinto, a Elena no le avisaron el día que pudo disfrutar de permisos, pese a que recaía sobre él una orden de alejamiento: “Un día una vecina me llamó y me dijo que le había visto siguiéndome mientras sacaba al perro. Llamé a la policía e incluso a la cárcel porque me sentía vulnerable y desprotegida”.

Tras salir del infierno, Elena volvió a recobrar poco a poco la alegría y la vitalidad y fue perdiendo el miedo, y aquella hormiguita pequeña dejó paso a una mujer empoderada: “Después de aquello un día descubrí un taller de autodefensa feminista y además de empoderarme como mujer, también descubrí que podía defenderme y que no era tan vulnerable como yo pensaba”. Años más tarde, Elena acabó siendo concejala de Igualdad en su pueblo, Beriáin, cargo que ha dejado este año por motivos de salud, pero que le produjo “una gran satisfacción, porque me di cuenta de que lo que me decía mi marido de que no valía para nada era mentira, ¡claro que valgo!”. Ahora, a sus 45 años, estudia un grado medio de Panadería, Repostería y Confitería, a la par que da talleres y charlas allá donde le llaman y ofrece acompañamiento a mujeres víctimas de violencia de género.

Una referente

El bagaje de estos 13 años ha convertido a Elena en una referente para otras mujeres, especialmente para las víctimas de violencia de género, para las que asegura que “no hay una buena atención”. “Una vez que superamos la violencia de nuestro maltratador nos llega la institucional. Se nos juzga desde el principio en el Servicio Social de Base y en las comisarías, y después hacemos frente a muchos trámites y a procesos larguísimos. Muchas mujeres recurren a mí porque están perdidas, no saben hacia dónde tirar, la mayoría no saben a qué ayudas o a qué recursos pueden optar”, denuncia.

Su alternativa para acabar con los déficits de la atención a víctimas pasa por la perspectiva de género, es decir, “que las instituciones se centren en la víctima y en su proceso de empoderamiento, que muchas veces pasa por el ámbito económico. Una mujer nunca va a estar empoderada si no tiene poder adquisitivo para llenar su nevera y hay muchos casos de chicas que están en situaciones muy vulnerables y para ellas parece que no hay dinero”. No obstante, pone en valor el buen hacer de la Oficina de Víctimas del Delito, “que tiene unos profesionales muy buenos, es donde mejor atienden a las mujeres”.