Entre los casos exitosos de Justicia Restaurativa también destacan aquellos en los que se ven implicados personas que no se conocen salvo de un altercado puntual. El boletín Noticias Restaurativas del Gobierno de Navarra recoge cómo los profesionales de Aname (Asociación Navarra de Mediación) consiguieron reunir a dos jóvenes que habían tenido un enfrentamiento en el barrio de la Rochapea de Pamplona que se originó por un asunto de lo más trivial.

Jokin caminaba por la acera con su perro cuando estuvieron a punto de ser atropellados por un joven que circulaba en un patinete eléctrico. Ahí empezaron los insultos y los empujones y golpes. Después de aquel rifirrafe, que podía haber terminado en un juicio ordinario y en una condena por lesiones, Jokin decidió aceptar el proceso de mediación que se le ofreció. Quería explicaciones, que el otro joven le dijera el por qué de su reacción, si había tenido un mal día, si llevaba una mala racha, no entendía el origen de aquella reacción fuera de lugar.

No quería una condena, sino unas disculpas. Y las obtuvo. Costó su tiempo. Al comienzo, el primer encuentro entre ellos fue algo decepcionante. Jokin no observó empatía ni sinceridad al otro lado, sino solo una forma de evitar el juicio. Pero la cita se volvió a repetir más tarde y ya empezó a enderezarse. “Vino mucho más concienciado y humilde y le reconocí su esfuerzo. No soy quién para juzgar los motivos que tenía para reaccionar como lo hizo, pero el caso es que obtuve el reconocimiento que buscaba. Los procesos de mediación nos permiten a los adultos resolver conflictos entre nosotros siempre y cuando seamos sinceros”. Como ocurrió en este caso.