Cuando Remedios Martín Álvarez (Madrid, 1967) eligió ser médica de Familia, la especialidad era muy demandada por los jóvenes médicos que salían de la facultad. Pero de aquello hace más de 30 años y reconoce que ahora la Atención Primaria es muy diferente y que cada vez menos MIR (Médico Interno Residente) quieren elegir una especialidad que ha perdido prestigio, especialmente a raíz de la pandemia. Pero eso no impide que ella saque pecho al hablar de la Medicina de Familia –“resuelve el 90% de los problemas de salud de los pacientes”–, una especialidad que trasciende a la atención de las enfermedades y que engloba a la persona y a su entorno.

Martín es presidenta de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC), que esta semana ha organizado el Congreso de Residentes, JMF, Tutores y Unidades Docentes en Pamplona, en el que se ha puesto de manifiesto el gran déficit de médicos de Familia que padecen Navarra y el resto de comunidades. Una falta de facultativos que achaca a una mala gestión de las plazas MIR, con una oferta excesiva en hospitales que, según apunta, acaba reforzando a la sanidad privada. En cuanto a la situación actual de los centros de salud, la presidenta de la SEMFYC aboga por un cambio de modelo de la Atención Primaria: “No puede volver a ser la misma que antes del covid”.

Comenta que cuando usted hizo el MIR, muchos médicos elegían la especialidad de Familia. ¿Por qué ahora no quieren ir a los centros de salud? 

–Aquí hay dos cosas. Una, que la gestión de la Atención Primaria ha sido muy mala en los últimos años. Desde la crisis de 2008 ha habido una falta de inversión en Primaria que ha hecho que se sature el sistema, y esa sobrecarga es una de las causas por las que no quieren venir los residentes. La otra, que no se han planificado bien las plazas MIR. Hace años que varios estudios e informes avisaban de que ahora iba a haber un déficit de médicos de Familia y un superávit de otras especialidades. En estos últimos años se han cuadriplicado las plazas MIR en los hospitales y luego muchas no son necesarias para el sistema. Al final a los estudiantes no es que no les guste la Medicina de Familia, sino que tienen mucha oferta en los hospitales. Y no se trata solo de aumentar las plazas de MIR para que haya más, no se necesitan más estudiantes, sino adecuar y organizar bien esas plazas de residentes. Ahora salen muchos cirujanos plásticos y, por ejemplo, si el sistema público necesita solo 7 pero se está formando a 25, ¿dónde está el resto? Pues en las clínicas privadas.

O sea que es un problema de modelo y de voluntad política, ¿no? 

–Claro, pero hay muchos intereses detrás de esto en la Interterritorial de Salud, porque es ahí donde cada comunidad ofrece sus plazas al Ministerio. Navarra, por ejemplo, lo hace muy bien y está ofertando las plazas que realmente necesita. Otras no, otras ofertan todas las que tienen porque no quieren quedarse sin residentes, aunque no sea necesaria la plaza.

Ustedes defienden mucho su especialidad, quizá más que otros médicos las suyas. ¿Ve necesaria esa defensa? 

–La defendemos desde la creencia de que somos una especialidad que aborda todas las competencias clínicas del paciente. Somos la base de la pirámide porque vemos el 90% de los problemas que tiene la gente y al hospital solo llega la punta del iceberg. Aunque en realidad vemos el 100% porque el paciente va al hospital pero luego vuelve a la Atención Primaria. Entonces, creemos en nuestra especialidad porque sabemos que es potente y porque da valor a la medicina, pero es verdad que hemos perdido prestigio por un tema estructural y organizativo. Antes de la pandemia la Primaria estaba muy bien valorada, sobre todo los profesionales, pero con la pandemia se desbarata todo. Los pacientes están disgustados con sus centros de salud porque ya no acceden tan fácilmente. Eso nos ha hecho perder prestigio. Por otro lado, a nivel hospitalario los médicos no vienen a la Primaria, no la conocen. Nosotros cuando somos residentes nos formamos en el hospital, ellos no. Por eso queremos que todos los MIR pasen un periodo por la Primaria, lo que se llama ahora la transversalidad y antes la troncalidad.

¿Qué le diría a un MIR para que elija la Medicina de Familia?

–Mira, cuando uno empieza la carrera quiere ser médico y resolver los problemas de salud de la gente. Conforme avanzas te das cuenta de qué es un cardiólogo, un neumólogo, un neurocirujano... que en el fondo solo tratan una parte de la persona. El médico de Familia ve al paciente, a la persona, y esa persona tiene un corazón, un riñón y un pulmón, pero a parte tiene una vida personal, miedos, inquietudes, vive con su familia, tiene unos amigos... Y eso es lo que un médico de Familia ve, a la persona y a su entorno. A partir de ahí ya surge todo. Realmente el médico de Familia es el médico de toda la vida. Entonces, si quieres ser especialista en un tema muy concreto porque te gusta mucho, elige lo que quieras; pero si quieres ser médico de verdad, haz la especialidad de Familia. 

¿Y a los políticos? 

–Como ellos van al dinero, les diría que para tener un sistema sanitario público y sostenible necesitan una Primaria fuerte; para asegurar que los hospitales funcionen, tienen que apostar por una Primaria fuerte; para que los ciudadanos tengan calidad de vida y haya cohesión social, hay que tener una Atención Primaria fuerte.

EnNavarra la carrera de Medicina se puso en marcha en la universidad pública hace cuatro años. ¿Cree que es una buena apuesta de cara a fortalecer la sanidad pública?

–Totalmente. Somos un sistema sanitario público, que se financia con los Presupuestos Generales del Estado, es decir, con lo que pagan todos los españoles y todos quieren tener un sistema público de calidad. Pero ya en la transición, cuando nace el Sistema Nacional de Salud, ya existían esas dos líneas de público y privado y la sanidad privada se ha alimentado mucho de la pública desde siempre. Muchos médicos trabajan en lo público y luego se van a la tarde a la clínica privada y así la privada ha ido creciendo cada vez más.

Aquí ha habido mucha polémica con la exclusividad de los médicos. Pero esto es algo un poco ajeno a la Atención Primaria, porque apenas hay médicos de Familia con consulta privada, ¿no?

–Claro, quienes tienen consulta privada son prácticamente todos del hospital. Por eso a la sanidad privada le viene muy bien que haya muchas plazas de especialistas hospitalarios, porque los que hay de sobra acaban en la privada.

¿Cómo ve la Atención Primaria? 

–Muy diferente a cuando empecé y no es igual en todas las comunidades, hay muchas Primarias: la de barrio, la rural, en ciudades grandes, es diferente en el norte y en el sur... Pero en todos sitios el año pasado fue muy duro y ahora se está reflotando.

¿Es el nivel asistencial más debilitado tras la pandemia? 

–Sin duda, aunque ya estaba mal de antes. El problema de la Atención Primaria es un problema económico. En 2018 se dejó de invertir en Primaria y la inversión se iba a los hospitales, porque necesitan tratamientos caros, tecnología cara... En cambio la Primaria es económica porque no hay tratamientos caros y somos los más eficientes porque disminuimos la mortalidad, los ingresos, etc., pero no ha habido inversión. Entonces llega la pandemia y lo rompe todo y en 2 años hemos tenido que recuperar todo lo que no habíamos podido atender en un clima de miedo, agobio y mucho malestar. Hemos corrido un riesgo gordo. Ahora urge hacer un cambio de modelo, la Atención Primaria no puede volver a ser la misma que antes del covid.

¿Hacia qué modelo hay que ir? 

–Nosotros proponemos un modelo de triada: que cada paciente tenga un médico, una enfermera y un administrativo asignado. Hoy me han contado que los administrativos de Osasunbidea son funcionarios que hoy pueden estar en un centro de salud y mañana en Justicia o en un colegio. Eso no puede ser, tienen que ser administrativos sanitarios que se integren en el equipo con el médico y con la enfermera y que tenga población asignada. Así, cuando tú tengas un problema sabes a quién recurrir. Además, el tener una triada facilita el techo competencial de cada estamento y hace el sistema más sostenible: si es una enfermedad grave la va a ver el médico; si es un proceso de baja intensidad, Enfermería; y si es algo administrativo lo resolverá el personal de Administración.

Eso requiere una apuesta de las consejerías de cada comunidad... 

–Sí y Navarra tiene la suerte de tener una consejera y una directora de Atención Primaria que apuestan muchísimo por la Primaria y por la autogestión de los centros de salud. Al final, da igual que se atiendan cinco consultas a la mañana o tres a la mañana y dos a la tarde. De lo que se trata es de que los pacientes estén atendidos en menos de 48 horas.

Justo se ha reunido con la Consejería antes de esta entrevista. ¿Qué le parece el modelo de Navarra? 

–Es mejor que la de otras comunidades. Una de las cosas que me han contado es que se está recuperando bastante y que se han limitado las agendas a un máximo de 32 pacientes por médico al día y un promedio de 12 minutos por visita y con eso apenas se están haciendo consultas por la tarde, hay capacidad para resolver todo por la mañana. Además, económicamente aquí se cobra más que en otras comunidades y hay una discriminación positiva hacia los centros de salud porque los médicos de Familia cobran más que los de hospital.

No sé si que cobren más es la manera de incentivar la especialidad ante la carencia de facultativos... 

–Es verdad que es un reconocimiento, aunque esto es muy vocacional, te tiene que gustar. Pero si va todo junto, sí que será más atractiva. Aquí nosotros también abogamos por contratos mixtos –que se van a hacer en Navarra–: si hay una persona con un perfil muy investigador y es médico de Familia hay que facilitarle las cosas y que pueda dar asistencia a la par que investiga. Esto es muy importante.

Otra de las cosas que es necesario recuperar es la atención comunitaria... 

–Sí, porque se ha dejado muy de lado, sobre todo con el covid. La comunitaria es una parte de la Medicina de Familia que en muchos sitios se ha implementado y en otros muchos no. Se trata de tener una mirada salutogénica, es decir, miras desde la perspectiva de la salud y no de la enfermedad. Si tienes un grupo de pacientes que hacen taichí o que juegan a la petanca, le puedes decir a un paciente: “Fulanito, está muy desanimado, que sepa que si va a este grupo se va a encontrar con esta oportunidad y esta y esta...”. De esta manera desmedicalizas los problemas.