Nuestras abuelas poseen conocimientos y experiencias que forjan nuestra sociedad. Son testigos silenciosas de la vida, mujeres que han sostenido pueblos y familias. Josu Puerta y Remedios Berrocal defienden el papel de las mujeres mayores en los pueblos en el documental La voz de nuestras abuelas, presentado ayer en Civican. Un proyecto realizado en tres localidades de distintas zonas de Navarra: Eslava, en la comarca de Sangüesa, Espinal, en la de Auñamendi, y Abárzuza, en Estella Oriental. Con el apoyo y la colaboración de Innova Cultural, La Caixa y Fundación Caja Navarra, sus directores han estado trabajando durante 9 meses con 44 mujeres mayores de estas localidades. El viaje, como se refieren sus directores, comenzó en octubre y finalizó ayer sábado con un acto de proyección del documental, al que pudieron acudir 28 de estas mujeres.

La idea de este proyecto surgió durante el confinamiento. Cuentan Berrocal y Puerta que durante esos meses se fijaron en el modo de vida de una vecina y les hizo reflexionar sobre la sabiduría de las personas mayores. Comenzaron con la grabación de dos documentales en Fontellas y Peralta y tras estas experiencias decidieron apostar por un proyecto de mayor alcance aunando tres pueblos pequeños en un gran documental.

Rosa Mari Bariáin, 55 años, vecina de Eslava

Rosa Mari Bariáin, 55 años, vecina de Eslava DIARIO DE NOTICIAS

Su objetivo ha sido “crear espacios de conversación y compartir las distintas experiencias de vida”, explica Puerta. Berrocal añade que “lo importante es lo que ocurre con ellas durante el proceso, poner en valor sus vidas y experiencias haciendo que se sientan escuchadas”. Tres meses en cada pueblo en los que las mujeres se han reunido en talleres para hablar, jugar y aprender.

Patrimonio inmaterial

La voz de nuestras abuelas defiende eso mismo, la voz, su expresión y su conocimiento. Todos los años vividos y todas las experiencias, buenas y malas, les convierten en figuras de autoridad en la vida. Puerta defiende que “un pueblo son sus habitantes”, no la iglesia o la calzada romana. Los elementos materiales históricos son joyas, es evidente, pero no se pueden dejar de lado las joyas que conservan las personas mayores en sus memorias. Según Puerta, “los pueblos de Navarra conservan un patrimonio inmaterial formado por las formas de vida y las maneras de relacionarse que hay que cuidar y proteger”.

La base de este proyecto es el reconocimiento a estas 44 mujeres, en representación de todas las mujeres de pueblo. No solo aquellas de las generaciones actuales sino de las pasadas. Varias mujeres comentan en el documental la labor de sus madres y abuelas. Mujeres que, con menos recursos que las protagonistas del proyecto, sacaron adelante familias numerosas. Mientras la mayoría de los padres trabajaban en el campo, las madres eran las que cuidaban tanto de los niños como de los mayores. Acudían al lavadero, cocinaban y educaban, entre otras muchas labores. Una de las entrevistadas en el largometraje afirmaba que está “agradecida por esta demostración de amor hacia los abuelos”. “Admiraba mucho a los míos y me hace sentir que puedo ser como uno de ellos”, confiesa.

Ana Mari Zaratiegui, 81 años, vecina de Eslava

Ana Mari Zaratiegui, 81 años, vecina de Eslava DIARIO DE NOTICIAS

La vida de los pueblos es la calle

Todas las mujeres presentes en el acto y las que ofrecen su testimonio en el documental cuentan con orgullo su infancia en los tres pueblos. Las que tuvieron la oportunidad de estudiar recuerdan que tan solo usaron un libro en toda su etapa académica: una enciclopedia. Por lo que aparte de estudiar y ayudar con las labores del hogar en lo que pudiesen, gozaban de mucho tiempo libre. Tiempo en el que salían a la calle a encontrarse con los demás niños y niñas del pueblo a disfrutar.

Celia Huarte, vecina de Eslava, destaca que lo que más le gustaba era jugar todas las niñas del pueblo juntas sin distinción de edad e, incluso, también con los niños, durante horas seguidas. En el documental hacen memoria de los juegos con los que pasaban las días y destacan las tabas, el escondite y la comba. Sin poder dejar de lado algunos menos convencionales surgidos de las mentes de niños aburridos que jugaban a tirarse por un terraplén, como explica una vecina de Espinal. Otro de los entretenimientos más esperados eran las fiestas de los pueblos y, en especial, los bailes. Cuentan cómo esperaban con nervios esos días y que a veces tenían que hacerlo a escondidas. Una vecina de Abárzuza confiesa: “Yo hacía lo que me daba la gana. Recibía broncas por ir de fiesta a otros pueblos, pero me daba igual”. Ana María Zaratiegui reconoce que los bailes separados le parecían una pérdida de tiempo: “A mí lo que me gustaba eran los bailes pegados, sentir cosquillas en el estómago”.

Defienden esta forma de educación y esta manera de vivir la infancia. Destacan de forma unánime lo enriquecedor que fue pasar su niñez y adolescencia en la calle. Crecían en un sentido de comunidad junto al resto de niños y niñas del pueblo. Una forma de vida que ya se ha perdido, dicen con tristeza. Vicky Lerga y Rosa María Bariáin comentan que los niños de hoy viven infancias muy distintas a la suyas: “Tienen que salir más de casa. Están mucho dentro de su casa y, en concreto, de su habitación. Tienen que dejar los dichosos móviles”. Otra vecina de Espinal afirma que “los mejores años de la vida son los primeros, hay que jugar y disfrutar”.

De la misma manera, también observan que se están perdiendo ciertos valores que han marcado su vida como es la comunidad y la familia. “La familia se está deshaciendo mucho”, comentaba una vecina de Abárzuza en el coloquio posterior a la proyección. Ellas han vivido toda su vida junto a sus hermanos, padres, abuelos, tíos y primos, en la misma casa. Al casarse se mudaron al pueblo del marido y aumentaron su familia añadiendo la política. Critican en el documental que nos hemos convertido una sociedad muy individualista, que cada uno busca sus propios intereses. Salvadora Carrica, de 92 años, aconseja a las nuevas generaciones que trabajen en tener más paciencia y, sobre todo, amor y paz. “Estos dos valores son los que hacen más libres a la gente”, afirma Carrica. Todas la participantes demuestran la sabiduría que poseen las personas mayores y la necesidad que tiene la sociedad de recuperar sus valores.