Carlos de Herstal es considerado por algunos “el padre de Europa”. Se utiliza la expresión “humanismo carolingio” para referirse al esfuerzo de “recuperación” de la cultura latina clásica en la escuela palatina de Aquisgrán bajo la dirección de Alcuino de York, “una especie de ministro de educación de Carlomagno”.

Los textos legales o “capitularia” –como la Admonitio generalis de 789– son considerados por muchos autores auténticos “manifiestos del programa cultural de Carlomagno” y se ha escrito que estos textos legales reflejan el deseo del rey de crear un reino “bien gobernado y disciplinado”. Se suele concluir que las normas establecidas en estos textos legales constituyen los frutos más señalados del “espíritu reformista” de este monarca y que son la principal expresión del “renacimiento carolingio”. Y es que cuando se escribe sobre “Carlos I el Grande” se percibe cierta amnesia histórica.

El conjunto del sistema administrativo y político del imperio carolingio giraba en torno a una estructura rígidamente militarizada. Año tras año se organizaba una dieta o asamblea para determinar qué parte de Europa sería asaltada. Y, en consecuencia, todos los años, en primavera, las hordas del aquel imperio atacaban y despojaban a sus víctimas. Estas campañas militares anuales eran empresas de saqueo y expansión territorial (occupatio et spoliatio): Ni la planificación, ni la estrategia, ni los medios empleados, ni el nivel de represión que las siguieron permiten suponer que se trataba de guerras defensivas o preventivas. Encontrar a una víctima era una necesidad vital del “renacimiento carolingio”. En 778 le tocó a Vasconia.

El capitulario de Herstal

Las guerras que originaron estas campañas de depredación, vinieron acompañadas de incendios de bosques y campos de labor, devastación de ciudades, evacuaciones masivas de población y, habitualmente, exterminio de prisioneros y civiles. La adopción en 789 del Admonitio generalis es un ejemplo del carácter represivo y necesariamente punitivo de la política expansiva del orden carolingio. El capitulario de Herstal (Capitulare Haristallense) de 779 fue el primer texto legal de la serie, cuyo origen se debe fundamentalmente a la crisis suscitada en Aquitania y Lombardía como consecuencia de la derrota de Errozabal un año antes. Se trata de leyes represivas destinadas a asimilar a las poblaciones sometidas al orden carolingio y subrayar el carácter divino del poder temporal. Su redactor prestó especial atención a los procesos de conversión con la intención de extraer la religión originaria de los pueblos reprimidos (tachada de pseudographia) y asimilarlos mediante un proceso de aculturación religiosa.

Los códigos legales se caracterizan por su inclemencia. La muerte es la pena para la mayor parte de los delitos de naturaleza religiosa y se impusieron capítulos relativos al pago de impuestos (litus) para el mantenimiento del clero. Éstas son unas pocas muestras del “humanismo” de aquel “renacimiento”: Si alguien en desprecio de la fe cristiana rechaza el santo ayuno cuaresmal y come carne, que muera…; si alguien sigue los ritos paganos y hace que el cuerpo de un hombre muerto sea consumido por el fuego, y reduce a cenizas sus huesos, que lo pague con su vida; si un sajón vive entre sus vecinos sin ser bautizado y si desprecia ser bautizado y desea ausentarse y permanecer como pagano, que muera; si alguien aprende a ser infiel a nuestro señor el rey, lo sufrirá con la pena de muerte…

A la luz del derecho de conquista del siglo VIII, la tierra habitada por un pueblo bárbaro (que en el vocabulario imperial significaba “no carolingio”) o pagano (“no cristiano”) era considerada terra nullius y, por tanto, podía ser conquistada por las armas. Dado que el carácter “civilizador” o “cristianizador” excusaba estas campañas de agresión, la Iglesia adoptó un papel decisivo en la determinación de qué territorios podían ser ocupados por derecho de conquista y, en consecuencia, qué armas serían bendecidas y qué guerras eran legítimas. Ello explica que el papa Adriano I consagrara la campaña de 778 contra Vasconia.

La batalla de Errozabal

En 778 Carlos hizo lo mismo que hizo todos los años de su reinado: Organizó un ejército compuesto de dos legiones para conquistar Pamplona y dominar Vasconia. Sus 20.000 hombres armados ocupaban una línea de aproximadamente 14 kilómetros que avanzó pesadamente sobre su presa, a una velocidad de 8,5 kilómetros al día. El emperador ordenó quemar Pamplona y derribar sus murallas, y mató, saqueó y robó cuanto pudo durante cuatro meses. Pero la campaña terminó abruptamente una noche de luna llena en Errozabal. La mayor parte de aquellos hombres perecieron como mueren los soldados, en el campo de batalla, matando sin haber aprendido a vivir. Los reyes no suelen morir, y Carlos no fue una excepción: A una pasmosa velocidad de 27 kilómetros al día, escapó del campo de batalla, abandonó a sus hombres a una muerte segura, y alcanzó su palacio de Herstal sano y salvo. ¿Quién quiere un padre así?

Por todo ello Raphael Lemkin, fundador de los estudios de genocidio, incluyó a Carlos de Herstal entre los genocidas más destacados de la historia de la humanidad. Concurro con ese dictamen. Un “padre de Europa” habría sembrado Europa de libros y habría traído paz y conocimientos a Vasconia, y no un ejército. Pero ni quiso ni podía hacerlo. Algunos autores lo presentan como un rey analfabeto, mientras que otros señalan que tenía dificultades para escribir “debido a las heridas de guerra en sus manos”. En cualquier caso, es evidente que antepuso la espada a la pluma, y que prefirió amontonar glorias y riquezas a instruirse a sí mismo y al pueblo.

Pero la historia es una matrona de corta memoria. Actualmente existe en el lugar donde fue derrotado y murieron tantas personas un monumento dedicado a Roland, una capilla en honor a Carlomagno, La Crux Caroli que según Aymeric Picaud el rey clavó en Ibañeta, y el silo de Carlomagno, repleto de restos humanos sin identificar. Todos estos símbolos se han convertido en iconos de la “tradición carolingia europea”.

Ruta carolingia

Además, se colocó un segundo monumento a Roland en Orreaga y se ha organizado una “ruta carolingia” que atraviesa aquella Navarra que sembró de cadáveres. Incluso se llamó Valcarlos a Luzaide. Pasaron 1.200 años hasta que se dedicara un monolito a Vasconia en Orreaga en 1978, y 1.245 años para que se erija, en Luzaide, un monumento a los vascones, víctimas de la rapacidad de aquel rey. Obra del escultor Patxi Aldunate, ha sido inaugurado hoy. Y el grupo musical Beltxaren presentará su nuevo disco Errozabal 778, compuesto con motivo de la inauguración del monumento, los días 14 de agosto en Luzaide y 19 de agosto en Auritz.

Con este monumento conmemoramos la supervivencia del espíritu humano frente al pillaje, el despojo y la conquista; celebramos la libertad y la independencia frente a la domesticación castrense; celebramos la resistencia del pueblo frente al deseo de imponerle dominios ajenos y fronteras artificiales; celebramos la paz frente a la guerra y la destrucción; celebramos el avance de la civilización y el imperio de la cultura frente al deseo de grandeza de reyes incendiarios, y celebramos la diversidad frente a la insistente entronización de sistemas monárquicos y otras alucinaciones monocelulares. Celebramos el humanismo vascón frente a la barbarie imperial.