“Siempre estaré con el poder legalmente constituido. Lo que vote el pueblo, allí estoy yo. Sea de derechas o de izquierdas, porque soy militar y tengo que estar con el pueblo”. Así contestó el capitán de caballería corellano Venancio Bozal Ruiz a su coronel cuando, unos meses antes de la sublevación, le llamó por teléfono para avisarle de que se estaba fraguando el Golpe de Estado y conocer su posición ante un hipotético (pero ya completamente diseñado) levantamiento militar contra el poder legalmente constituido.

Cuando colgó el teléfono, su mujer, Paquita Blanc, con gesto de preocupación y, seguramente con las manos en la cara presa del horror, indicó a su marido “¡ay lo que les has dicho Venancio! ”, “lo más que puede pasar es que pierda la carrera y si eso sucediera volveremos a casa de mi padre a Corella y viviremos con ellos”, contestó Venancio con cierta ingenuidad. Su cuerpo apareció el 30 de agosto de 1936 con tres disparos de bala. Se cumplen hoy 87 años.

Foto de oficiales del regimiento con Bozal abajo a la derecha.

Un grupo de falangistas fueron a buscarlo a su casa de la Gran Vía en Zaragoza, donde estaba destinado, dejando atrás a Francisca Blanc (Paquita), su mujer, de 23 años, y a su hija Rosa Mari, de 3 años. Durante todo este tiempo Rosa Mari no ha dejado de pensar en su padre, del que le quedan unas pocas fotografías (solo en una aparece con ella), el anillo de casado y su reloj. Rosa Mari reproduce el legado oral de su madre como quien repite unos versos aprendidos de niña: textuales, tal y como se lo comunicó cuando ya pudo entender. Sus viajes a Corella para ver a sus abuelos paternos eran un drama. A los Bozal, conocidos como Cardoneros, se les arrasaban los ojos solo con verla y sin embargo no deja de repetir, “para mi, Corella es mi pueblo”.

En su hoja de servicio del Regimiento de Cazadores de Castillejos 9º de Caballería aparece como “desaparecido” desde septiembre de 1936, aunque el 31 de agosto fue enterrado e identificado como Venancio Bozal tras aparecer su cuerpo acribillado en la mesa de quirófano de la Facultad de Medicina, como solían hacer con los fusilados en Zaragoza en los primeros días de la sublevación.

Declaración en 1941 de quien detuvo al Capìtán Bozal (2º párrafo).

En su historial militar (redactado ese mismo 18 de julio de 1936 por su coronel Julio Íñigo) aparece que “el 18 de julio al iniciarse el Glorioso Movimiento Nacional desapareció del cuartel no habiendo vuelto a hacer su presentación en el mismo”.

Documento de la autopsia realizada a Venancio Boal el 30-8-1936.

Su nombre, junto con el del coronel navarro también asesinado Críspulo Moracho Arregui, aparecen en un listado de 48 personas “sumamente peligrosas para el Movimiento Nacional”. Un documento elaborado por el delegado provincial de Información e Investigación de Falange (Pedro José García) el 14 de julio de 1941, cinco años después de sus asesinatos. El documento, firmado el 24-9-1941 por el Jefe de la Policía de Zaragoza, Facundo Valías, es la pieza número 7 de la Causa General de Zaragoza que se instruyó para analizar la actuación de las “autoridades gubernativas locales” en los años previos al Golpe.

Esto demuestra que el asesinato no fue obra de exaltados, un ajuste de cuentas o de la incertidumbre del momento, ambos, Críspulo y Venancio, eran personas conocidas y seguidas, cuya presencia era temida por su liderazgo y sus ideas. Era necesario eliminarlos para asegurar el “glorioso Movimiento Nacional” a sangre y fuego.

En 2002, la viuda de Venancio, Francisca Blanc Más, reclamó al Ministerio de Defensa una pensión extraordinaria al haber muerto en “acto de servicio”, algo que el ministerio que dirigía Federico Trillo les negó al no poderlo demostrar y considerar que esa muerte no debería tener ese calificativo. Señalaron que el único documento que constaba era su autopsia, realizada el 30 de agosto de 1936, “sin hacer referencia a la causa de la muerte” pese a que describe dos tiros de frente y uno más de gracia.

Su vida

Venancio Bozal Ruiz nació el 25 de noviembre de 1901 en la pequeña localidad riojana de Navajún, cercana a Cervera del Río Alhama y a Fitero. Hijo de Blas Bozal Ochoa y Valentina Ruiz Fernández emigraron pronto a Corella (donde se les conocía con el apodo de Cardoneros porque tenían una empresa que se dedicaba a cardar mantas) y con 17 años ingresó en la academia de Caballería de Valladolid el 7 de septiembre de 1919. En 1921 llegó a ser alférez y fue asignado al Regimiento de Cazadores de Tetuán 17º de Caballería. Sirvió en la Guerra de Marruecos, donde llegó como voluntario en 1924 dentro del Regimiento de Cazadores de Taxdir, 20, trasladándose a Smid-el-Ma, consiguiendo, años después, la Medalla de la Paz, creada en 1927 por Alfonso XIII, “para conmemorar la feliz terminación de la acción militar encomendada a España en la zona Norte de nuestro Protectorado”.

De vuelta en España y residiendo en Zaragoza, en la plaza del Pilar número 15, fue ascendido a capitán en 1929, y con la llegada de la Segunda República (1931), prometió, el 22 de abril, “por su honor, servirla bien y fielmente, obedecer sus leyes y defenderla con las armas”. Un juramento cuyo cumplimiento y fidelidad le acabaría costando la vida.

Rosa Marí Bozal Blanc, con 90 años en la actualidad. Fermín Pérez Nievas

Venancio, a tenor de lo que se puede ver en los periódicos de la época, tenía una nutrida vida social en aquella Zaragoza culta y republicana. Rosa Mari relata con una amplia sonrisa, cómo se conocieron sus padres en 1930. Paquita Blanc era una “zaragozana de pura cepa, nacida en el Coso”, una joven de 17 años procedente de una familia alicantina que habían puesto en marcha una horchatería. Él un militar corellano de 29 años apuesto, de tez morena y sonrisa irresistible. Como tantas parejas todo se fraguó en el paseo de Independencia. “Mi madre tenía 17 años y paseaba con su amiga. Arriba y abajo, arriba y abajo... Vieron un chico, un capitán que había llegado destinado a Zaragoza que les gustó mucho. Era muy guapo’”. Él también las miraba, pero sin decir palabra. “Se encontraron a una amiga de la familia que era de Corella y les presentó. Ésta es mi amiga Paquita”, a lo que Venancio contestó “ya la conozco, la tengo apuntada en el carnet de las guapas”.

Dos años después, con 19 años, Francisca Blanc Mas, contrajo matrimonio con Venancio Bozal Ruiz el 21 de mayo de 1932 a las 5 de la tarde, en una ceremonia que se celebró en la iglesia de San Miguel de los Navarros. La crónica de La Voz de Aragón hablaba de la “bella y gentil damita zaragozana, vestida con un largo velo blanco que portaban dos pajes y él con traje de gala” y que tras la ceremonia se sirvió un “espléndido lunch” y disfrutaron de un “animadísimo baile hasta después de las nueve” en el Gran Hotel. El viaje de bodas les llevó a Madrid, Valencia y Barcelona y menos de un año después, en abril de 1933, nació su hija Rosa María.

En 1934 el capitán Bozal se vio inmerso en uno de los sucesos más controvertidos del cuartel de Palafox y del Regimiento de Castillejos. Fue nombrado vocal en un Consejo de Guerra que juzgó al sargento Lucinio Fernández Rodríguez por el asesinato, el 11 de febrero de 1934, de su superior, el brigada Jesús Lafuente Lanaspa, tras dispararle 7 tiros. Según comentaron las crónicas, ambos se encontraban en el cuartel fuera de servicio cuando Fernández trató de pasar sin saludar a su superior, por anteriores desavenencias. Lafuente se dio cuenta y le recriminó, tras lo cual el acusado desenfundó su pistola y, tras un forcejeo, le disparó dos tiros, uno en el pecho y otro en el vientre. El herido trató de sacar su arma y Fernández le descerrajó 5 tiros más. La víctima le había amenazado de muerte en ocasiones anteriores y tenía habituales altercados con sus compañeros, por lo que el abogado alegó defensa propia. El Tribunal, tras más de 10 horas de deliberación, sentenció a Lucinio Fernández a 30 años de prisión.

18 de julio

Desde su llegada a Zaragoza quedó asignado al Regimiento de Cazadores de los Castillejos 1º de Caballería, bajo el mando del coronel José Monasterio Ituarte, donde se encontraba también el 18 de julio de 1936.

Sin que se conozca muy bien qué sucedió en los días posteriores al Golpe de Estado los documentos que existen en la Causa General y el testimonio de su hija sirven para trazar sus últimos días. Venancio Bozal aparece como enemigo del “Glorioso Movimiento Nacional” en la Causa General (1944), en la que existe una declaración del Teniente Coronel de Artillería Estanislao Rodrigáñez Sancho (Comandante en el Cuartel de Palafox) en la que afirma que “a partir de las elecciones del 16 de febrero de 1936 la Oficialidad de dicho Regimiento se había unido en contra de los que atentaban contra todo sentimiento nacional a excepción de cuatro oficiales de ideas izquierdistas y que eran vigilados”. Esos cuatro oficiales eran el Teniente Coronel Vicente Penado, los capitanes Juan Santaliestra y Gregorio del Campo y el Teniente Antonio de Benito a los que detuvieron la mañana del 19 de julio. De todos ellos solo uno se salvó de ser fusilado. Uno de ellos, el capitán Gregorio del Campo, fue pareja de la escritora María Zambrano y murió asesinado en el fuerte de San Cristóbal.

Volviendo a Venancio Bozal, en esos primero días tras el sangriento Golpe de Estado, también el mismo Estanislao Rodrigáñez detuvo al oficial corellano. “Aquella misma noche (del 19 de julio) recibí una orden reservada de Capitanía General para que en la mañana siguiente (20 de julio), con toda clase de precauciones y acompañado por un oficial procediese a la detención en su domicilio sito en un chalet de la Gran Vía, del Capitán Bozal de Caballería, y le condujese a la Prisión Provincial”. Como demuestra la llamada que describe su hija Bozal era un militar al que tenían controlado por su fidelidad a la República y sabían que no respaldaría el levantamiento armado. Al frente de todo ese Regimiento de Caballería, clave para que cuajase el alzamiento del general Cabanellas, se encontraba el coronel Monasterio, que colaboró con Cabanellas en la preparación del golpe de julio de 1936. Aquel 18 de julio el coronel del regimiento de caballería de Bozal sublevó su unidad y se unió a la rebelión, mostrándose salvaje ante cualquier posible oposición.

Tras la detención del corellano y su ingreso en la prisión de Torrero el 21 de julio, tres días después se le trasladó al castillo de la Aljafería, usado entonces como prisión militar. De ahí ya solo saldría para ser fusilado un mes después, el 30 de agosto de 1936. El recuerdo de aquellos días sigue muy vivo en Rosa Mari. “Fueron falangistas quienes vinieron a detenerle, no militares. Se lo llevaron a la prisión de Torrero, que era una prisión provincial y dónde había más militares como él. Mi padre dijo ‘nosotros somos militares y aquí no tenemos que estar’ y los enviaron a unos cuantos al Torreón del Trovador en la Aljafería. Mi abuela le quería como un hijo, iba todas las semanas a verlo y llevarle ropa limpia. Mi padre siempre le decía ‘no te preocupes, yo estoy bien’. ‘¿Qué tal están la niña y Paquita? Éramos su obsesión”.

30 de agosto

Un día su suegra llegó a la Aljafería y le dijeron que allí no estaba el capitán Venancio Bozal. “No se preocupe que lo llevan a Navarra porque allí van a estar más seguros”, le dijeron a la madre de Paquita. La situación en Zaragoza, cuna del anarquismo y salvajemente represaliada por el propio Cabanellas, era dantesca. “Mi abuela no dejaba ir a la prisión a su hija. Tenían mucho miedo. Los primeros días durante su largo paseo para ir desde Gran Vía a la Aljafería, a las afueras de Zaragoza, no paraba de ver gente fusilada por la calle”. Durante los primeros días nada volvieron a saber e incluso les llegaron a decir que se habría ido a América. Un día después de su asesinato, el 31 de agosto, dejaron su cuerpo en una mesa de operaciones del depósito de cadáveres de la Facultad de Medicina de Zaragoza, como solían hacer en esos primeros meses y como harían días después con el tudelano José Meler.

El 30 de agosto el juez de instrucción escribió que “sobre una de las mesas de operaciones se encuentra el cadáver de un hombre que presenta la cabeza destrozada”. Según se señala, en base a las declaraciones de los presentes “dicho interfecto se trata de Venancio Bozal, capitán de Caballería” al que calculan unos 46 años de edad (10 más de los que tenía) y pese a que registran sus ropas, no encuentran ningún documento que lo acredite. Tras examinarlo, los forenses atestiguan con su descripción que fue fusilado y rematado en el suelo, con total impunidad. “El cadáver de Venancio Bozal, de 46 años, tiene una herida por arma de fuego que entra por comisura labial derecha que da lugar a fractura maxilar inferior. Otras heridas en las regiones geniana y molar izquierdas. Por último una herida que penetra en el tórax por la región infraclavicular izquierda sale por región dorsal y otra que entra por región epiglótica y sale por región lumbar”. Tras los 3 disparos su conclusión es que la muerte se produce por “fractura de cráneo y hemorragia interna” y un día después ingresó en el cementerio de Torrero ocupando el nicho 5353 durante 10 años.

Detenido por falangistas pero con el amparo del estamento militar, Paquita, nunca dudó quién había fusilado a Venancio, hasta el extremo de que un día lo encontró en la calle. “Mi madre sabía quién mató a mi padre. Un día íbamos a ver una procesión que pasaba por plaza de España. En ella le vio y tuvo el valor de acercarse y decirle ‘¿también los asesinos van en procesión?’ y se marchó. No nos dijo nada”.

Rosa Mari recuerda amargamente cómo su madre le contaba que “no quería saber nada de nada. Ni de Franco ni de sus secuaces” porque el asesinato les dejó “sin nada, con el cielo y la tierra”. En 1941 fue a Capitanía a Zaragoza y habló con el coronel para pedir la ayuda. “¿Cómo nos has venido antes a solicitar la pensión?”, le dijeron. “Según ustedes mi marido es un desertor”. El coronel la abrazó y en la oreja, bajito, le dijo entre susurros, “tendríamos que decir que le hemos matado y eso no podemos hacerlo”. “Trágate eso y vete” –dice Rosa Mari, tras dar un golpe en la mesa, “al día siguiente teníamos todos los papeles en regla y le dieron la pensión por viudedad”. Cobraron 1.125 pesetas hasta que en 1946 Paquita contrajo de nuevo matrimonio. Diez años tuvo que esperar para poder abrir la tumba, confirmar que los restos enterrados en 1936 eran los de su marido Venancio Bozal y así poderse casar.

Durante buena parte de su vida, Paquita sufrió en sus carnes las miradas, la presencia de los asesinos y las palabras displicentes. Rosa Mari recuerda un episodio que retrata a aquella sociedad. “A los dos meses de asesinar a mi padre, mi madre y yo fuimos a dar un donativo a la parroquia que entregaba siempre mi padre. Las dos de luto y ella con mantón, y volvíamos en el tranvía. Una mujer se acercó y le dijo ‘han hecho poco, tenían que haber matado también a sus hijos para que no quedara ni la raíz’. Mi madre no lloraba nunca, solo cuando contaba esto. Me abrazó, me llevó corriendo a casa, me entregó a mi abuela y cayó redonda al suelo. Decía siempre, ‘Aquella mujer debería estar en el infierno, ¿cómo puede decirme eso cuando ve que estoy con mi hija?’”. Uno de los hermanos de Venancio, Anacleto, fue candidato del Partido Republicano Radical en Corella durante la República, el otro, Ricardo, fue detenido el 21 de julio, trasladado a la cárcel de Tudela y puesto en libertad en agosto. A su padre le entraron en casa para robarle y cuentan que decía “dentro de 10 años volveré a tener dinero y vosotros no. Así fue”.