El día a día de Fernando Domínguez Cunchillos (Gallur, Zaragoza, 1953) ha dado en el último mes un giro de 180 grados. Ríe al pensar que ha pasado de la mansa rutina de un jubilado a la frenética actividad del departamento de Salud. Su aterrizaje en Conde Oliveto ha sido rápido, primero, porque se pone al frente de una Consejería que ya lideró de 2015 a 2019 y, segundo, porque no ha tenido tiempo de adaptación en un mes plagado de reuniones y comparecencias.

Reconoce que cuando Geroa Bai le propuso volver a ser consejero de Salud se lo pensó mucho, pero terminó dando el paso por comprimiso político y porque cree que se pueden hacer muchas cosas para mejorar una sanidad navarra marcada por la pandemia y muy distinta a la que él dejó en 2019. Domínguez es conciso y tiene claro que, más allá de la prioridad de bajar las listas de espera, Osasunbidea necesita un lavado de cara y cambios profundos, principalmente, en Atención Primaria.

Estaba usted jubilado y vuelve a la primera línea. ¿Se lo pensó mucho cuando se lo propusieron?

–Hombre claro (risas). He pasado de estar con la actividad propia de los jubilados a tener una actividad en primera línea, con mucha responsabilidad y en un departamento que siempre está en el foco mediático. Pero decidí dar el paso por compromiso político y porque realmente estoy convencido de que todavía se pueden hacer cosas para mejorar el sistema.

La sanidad navarra ha cambiado mucho desde que dejó el cargo en 2019, ¿la ve peor?

–No, vamos a ver, está distinta. Nosotros cuando llegamos en 2015 veníamos de una legislatura de UPN caracterizada por los recortes y por una crisis económica. Ahora venimos a una Consejería desgastada por la pandemia, con cierto desánimo de los profesionales, con cansancio... Porque la legislatura pasada se caracterizó por la gestión de la pandemia y después de la postpandemia. El departamento es el mismo pero la situación no. 

En su comparecencia en el Parlamento dijo que la sanidad no ha empeorado tanto como lo ha hecho la percepción que tiene la ciudadanía de ella. ¿Cómo se explica esto? 

–Lo que pasa es que han cambiado muchas cosas. Por ejemplo en Atención Primaria se están haciendo muchas consultas no presenciales que antes no se hacían. La pandemia obligó a cambiar el modelo asistencial y algunas costumbres que se tuvieron durante la pandemia se han mantenido. Entonces, la atención el ciudadano la percibe mal y es lo que hay que cambiar.

Pero hay cosas que objetivamente están peor, como las listas de espera. Propone jornadas extraordinarias y derivaciones cuando sea necesario, pero eso ya se venía haciendo. ¿Qué hay de nuevo?

–Para abordar las listas de espera siempre hay que hacer un plan integral, que tiene que ser a corto, medio y largo plazo. A corto plazo lo que nos interesa es disminuir el número de pacientes en lista de espera y la demora, por lo que lo primero que vamos a hacer es analizar la actividad de los distintos servicios. Cuando la actividad haya sido buena y a pesar de todo tengan una lista de espera alta habrá que hacer jornadas extraordinarias, contrataciones si fuese posible y, cuando no se pueda hacer ni una ni otra, pues derivaremos.

¿Y a medio y largo plazo?

–Esas medidas pasan fundamentalmente por disminuir la demanda. ¿Cómo se disminuye la demanda de asistencia en especializada? Aumentando la capacidad resolutiva de Atención Primaria. Tenemos que ser conscientes de que las listas de esperar son un problema que nos afecta a todos, también a la ciudadanía, y la población tiene que entender que hay que hacer un uso adecuado de los recursos, si no se distorsiona el sistema: los pacientes se van a Urgencias o los médico que están delante de un paciente al que no le ve el especialista lo mandan como preferente y se desvirtúa el concepto de “preferente”.

Lo cierto es que en su anterior etapa ya disminuyó las listas en más de 10.000 pacientes...

–Bueno, todo depende de dónde cojas el corte, porque realmente desde que nos hicimos cargo de la Consejería hasta que la dejamos el descenso fue, en efecto, de 13.000. Lo que ocurre es que en un momento determinado habíamos bajado desde 49.000 a 28.000 en 18 meses. Luego vino la huelga del Sindicato Médico y eso supuso otra distorsión.

Precisamente el Sindicato Médico no deja de alertar sobre la falta de faculativos, pero usted aseguró en el Parlamento que no hay déficit de profesionales, que hay que redistribuirlos...

–Así es. Lo que hay que hacer es redistribuir los médicos que en este momento tenemos para que estén donde tengan que estar. Muchas veces hay que adoptar medidas políticas que no sientan bien, pero es cierto que en el Hospital Universitario de Navarra (HUN) no faltan médicos, en los comarcales sí. ¿Por qué? Porque los profesionales, lícitamente, quieren estar en el centro de referencia y en la capital de la comunidad. Eso hay que reorganizarlo, hay que tomar algunas medidas para que eso no ocurra. 

Para ello propone áreas únicas funcionales, ¿esto en qué se traduce?

–El ejemplo que tenemos ahora mismo es el Área Funcional del Corazón. Esto se traduce en una mayor flexibilidad para que los especialistas atiendan en las distintas áreas que hay ahora. Queremos que un especialista del Hospital Universitario pueda atender perfectamente en Tudela o en Estella. En este momento, el no tener áreas funcionales establecidas de esa manera a lo que nos lleva es a que prácticamente vayan los profesionales “por favor”, de forma voluntaria. Si forman parte de una unidad funcional, tendrán que acudir a donde haga falta en un momento determinado.

También quiere abrir el melón de los SUR (Servicio de Urgencias Rural) y reformarlos. ¿Esto no le puede traer problemas con algunos ayuntamientos?

–Lo que hay que hacer con los SUR es evaluar si están cumpliendo los objetivos para los que fueron creados que, sinceramente, yo creo que no. Desde un punto de vista de desarrollo profesional, no es bueno para los médicos porque tienen poca carga de trabajo y se pierden capacidades. Y desde el punto de vista de la población, van a estar igual de bien atendidos si el servicio lo presta un médico del sistema SUR que si lo hace un médico de un equipo de Atención Primaria. La población y los ayuntamientos no se van a ver afectados y no creo que haya problemas en ese sentido. Es una medida que hay que abordar porque estamos perdiendo recursos.

¿Cómo ve la Atención Primaria? La pandemia la ha dejado muy tocada...

–Hay que cambiar el concepto que se tiene de Atención Primaria.El modelo actual se pensó fundamentalmente para pacientes jóvenes con procesos agudos y en este momento la mayor asistencia es a personas mayores con patologías crónicas, en áreas despobladas, que muchas veces son problemas sociales más que problemas médicos. Hay que cambiar el modelo, clarísimamente.

¿Y cómo va a ser el nuevo modelo? ¿Qué mejorías va a experimentar el paciente en su centro de salud?

–Esto es algo que nos va a costar más tiempo llevarlo a cabo, pero vamos a crear equipos multidisciplinares (con médicos, enfermeras y trabajadores sociales) y queremos que en las UBAs (Unidad Básica Asistencial), que están formadas por un facultativo y una enfermera, en vez de un único médico haya dos y en lugar de dos enfermeras, tres o cuatro. De esta manera, cuando falte uno de los médicos y al paciente le vea el otro, lo va a recibir como que le está viendo alguien del mismo equipo, no va a sentir que va un día y le ve uno, va otro y le ve otro. El cambio de modelo que queremos hacer va a ir por ahí para que el paciente vea esa continuidad.

Uno de los mayores problemas es la accesibilidad. En algunos centros de salud no cogen el teléfono o tardan más de una semana en dar una cita...

–Tú lo acabas de decir: en algunos centros de salud, no en todos. Muchas veces esto no depende de las capacidades que tenga cada centro, sino que se debe a la forma de trabajar. Hay que darle uniformidad a la forma de funcionar de todos los centros de salud.

La anterior Consejería acordó con el Sindicato Médico tras la huelga una agenda de 32 pacientes máximo al día y un promedio de 12 minutos por paciente. ¿Lo va a mantener? 

–Yo fui muy crítico con cómo se solucionó la huelga de médicos de la legislatura anterior, por lo tanto voy a ser crítico ahora. Aunque una vez que se han dado determinados derechos no se puede volver atrás. Pero yo no estuve de acuerdo en la forma de terminar esa negociación. 

El tema más polémico de aquel conflicto fue la exclusividad. ¿Apuesta por seguir manteniéndola?

–Por supuesto, voy a dejarla como está. Lógicamente al médico que trabaja en exclusividad para el sistema público se le tiene que reconocer, no se puede pagar un complemento a gente que no está con esa dedicación. Además, la experiencia me dice que la exclusividad favorece al sistema público.

Otro de los retos que tiene esta legislatura es desarrollar la Ley Foral de Salud. ¿Por qué es tan necesaria?

–Porque la actual, de 1990, se aprobó en un contexto sociosanitario y demográfico que no se parece absolutamente en nada al actual. El sistema sanitario necesita una nueva herramienta que facilite más las cosas. Lo que se pretende con la Ley de Salud es darle una mayor autonomía a Osasunbidea de tal manera que pueda gestionar mejor los profesionales y agilizar los procedimientos administrativos porque no se ajustan a los plazos de las necesidades del sistema sanitario.

Esa mayor autonomía la vienen reclamando los profesionales desde hace tiempo, pero ¿qué va a poder decidir un profesional que ahora no puede?

–Esto también es parte del cambio que pretendemos darle a la Primaria. Esos equipos multidsciplinares que queremos crear tienen que tener autonomía para gestionar los recursos humanos y los económicos, pero eso será en última instancia. De entrada lo que van a ganar es flexibilidad, porque van a poder ajustar los recursos a las necesidades de cada zona. Cuando hablamos de Atención Primaria englobamos todo, pero no es lo mismo un centro de salud en un barrio de Pamplona que en una zona despoblada. No podemos imponer el mismo sistema para todos.

¿Se va a construir una nueva UCI pediátrica en estos cuatro años?

–Sí. En mi anterior legislatura y en la pasada se cambió su ubicación a zonas algo mejores, pero es cierto que tenemos que buscar la excelencia. Hay un proyecto y se está trabajando en ello e intentaremos darle la prioridad que se merece. Está elegido el sitio en el que se va a construir: el edificio Materno-infantil, la zona más idónea.

Para ello, y para todo lo demás, hace falta suficiencia presupuestaria, algo en lo que Geroa Bai insistió mucho. Entiendo que hay un compromiso de Gobierno, ¿no?

–Sí, está claro que la sanidad es una prioridad de todo el Gobierno. Por lo tanto, si queremos gestionarla bien, necesitamos suficiencia presupuestaria. En la legislatura de 2015-2019 ya demostramos que cuando tenemos suficiencia para hacer cosas nos ajustamos al gasto y la desviación presupuestaria fue mínima.

Esta semana se ha sabido que deja el cargo la gerente del hospital de Estella, Yolanda Montenegro, ¿ha sido un cese o una dimisión? Lo pregunto porque ha ocurrido tras un verano con problemas por la falta de pediatra...

–Estábamos haciendo una reestructuración de la dirección del área de Estella y no contábamos con ella. Además, por motivos personales, quería irse a Cantabria, por lo que acordamos que no íbamos a contar con ella. No voy a criticar la labor de alguien que ha querido hacerlo lo mejor del mundo, pero es verdad que no ha logrado los objetivos. El hospital de Estella tenía unas dinámicas propias con las que quiso cortar y que no fueron del todo eficaces.

¿Sabe ya quién le va a sustituir?

–No, todavía no lo sabemos, tenemos varios nombres en cartera, pero no lo hemos decidido.