Un proyecto piloto de la Dirección General de Justicia ha convertido a Navarra en la primera región española en ofrecer el servicio de justicia restaurativa a víctimas de abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia Católica. Dos víctimas que sufrieron abusos cuando eran alumnos hace medio siglo del colegio diocesano El Puy de Estella se sometieron a los dos procesos restaurativos pioneros en los que se generó un espacio seguro para que estas personas compartieran sus necesidades, buscaran respuestas a sus preguntas e identificaran los actos necesarios de reparación del daño, en la medida de lo posible.

Jesús Zudaire fue el primer estellés en denunciar los abusos sufridos en el colegio El Puy de Estella por parte del fundador y primer director del colegio, José San Julián Luna. Este actuaba con semejante impunidad que abusaba de Jesús y de otros compañeros en el propio aula, a la vista de todos. Las violaciones sufridas dañaron a Zudaire desde todos los puntos de vista y le infundieron un odio “que me seguía reconcomiendo”. Así que, al iniciar el proceso actual de la Justicia restaurativa, entre sus propósitos, “buscaba atenuar ese rencor o desprenderme de él”. Se sometió a más de una veintena de reuniones en un proceso que se ha alargado más de un año.

Ha acabado satisfecho como no pensaba tras reunirse con la actual dirección del colegio y representantes de la Iglesia navarra. “Quería que escuchasen lo que pasó. Y ahora puedo decir que me siento en paz por dentro. Me parecía que no le importara a nadie lo que había sufrido, pero ahora me he sentido escuchado. Sentí que dolía lo que contaba. Además, en 54 años no había entrado al colegio y lo pude hacer para recordar cada estancia. Perdono, pero no olvido”. 

Juan Arbizu, otro estellés de 68 años, estudió en el Puy entre 1962 y 1966 y también sufrió a San Julián. Se alistó al proyecto piloto porque “era una oportunidad para liberarme de todo lo que tenía clavado y no podía soltar”. Reconoce que a los primeros encuentros con los facilitadores acudió “con una coraza porque me daba miedo abrirme en canal”.

Al comenzar las sesiones manifestó sus deseos: quería volver a entrar a El Puy, hablar con el director del colegio, y que pagaran por el daño. En su caso, llevaba un dolor muy dentro desde que aquel director maltratador y violador le rasgó las orejas al tirarle de ellas. “Mis padres no me hicieron caso entonces por lo que había pasado y creo que todavía guardaba rabia por aquello. Así que lo primero que hice fue escribirle una carta a mi madre pidiéndole perdón por todo. Para mí ha sido una barbaridad de bonito y muy liberador. Me ha soltado un nudo que tenía desde entonces”.