El deporte ha marcado un antes y un después en sus vidas. Desde pequeños han conocido los beneficios de practicar actividad física, un hábito que se ha vuelto más imprescindible a raíz de la diabetes. “El detalle más pequeño que para cualquiera no es relevante, para nosotros es importante para llevar un buen control”, asegura David Albiasu, pelotari de 27 años de Narvarte que fue mundialista sub- 22 y paciente de diabetes tipo 1. Una enfermedad que comparte con Humberto Pérez de Leiva, vicepresidente de la Asociación Navarra de Diabetes (ANADI) y responsable del club deportivo de la asociación. Ambos expusieron su experiencia en positivo con la enfermedad el viernes en Baluarte con motivo del Día Mundial de la Diabetes, que se celebra el próximo 14 de noviembre y que ha tenido en Pamplona la sede nacional del evento durante el 10 y 11 de este mes. 

Albiasu destaca la importancia de practicar deporte para toda la sociedad en general pero, sobre todo, para personas que sufren de diabetes. “La actividad física en el día a día ayuda muchísimo para poder llevar una glucosa más estable y conseguir hábitos más saludables en alimentación y descanso”. El pelotari rememora con cariño la suerte que supuso para él que el deporte haya formado parte de su vida desde antes de “debutar” con la diabetes a la edad de 8 años. Gracias al apoyo y comprensión de su familia y amigos pudo disfrutar de una infancia llena de juegos y actividades a pesar de la enfermedad y de las complicaciones que implica. Sin embargo, no olvida recordar algunos de los retos que supone ser un deportista diabético, como el hecho de que “hay que tenerlo todo medido, desde el esfuerzo que vas a hacer hasta la aportación de hidratos de carbono porque, si no, el rendimiento va a ser peor”.

Un rendimiento de gran importancia para un deportista que, en 2017, quedó tercero con 20 años en el Mundial de Argentina de pelota mano. Rememora cómo en ocasiones las indicaciones del nutricionista no coincidían con sus necesidades al ser diabético, como la prohibición de comer carbohidratos o la reducción de las raciones, lo que para él implicaba una disminución de la cantidad de dosis de insulina. Asimismo, recuerda, ahora entre risas, pero en su momento con disgusto, que con 18 años su objetivo era ser bombero, una profesión imposible de compaginar con una enfermedad metabólica. 

Para Pérez de Leiva, donostiarra de 55 años y vecino de Pamplona, la afición al ciclismo y las maratones llegó en 2005, año en el que empezó a tomarse en serio la enfermedad a pesar de haber convivido con ella desde 1992, cuando tenía 23 años. “Ni tenía información, ni me cuidaba y lo llevaba fatal. Hasta entonces vivía suficientemente”. El cambio de mentalidad llegó para él con 37 años, momento en el que formó una familia numerosa y, cuando a las complicaciones en el riñón que ya padecía, se sumó la cada vez más inminente amenaza de diálisis. Este “choque contra la realidad” hizo que comenzara a cuestionarse todo lo que es la diabetes, no solo por su propia salud, sino también por la diabetes tipo 3, es decir, cómo afecta la enfermedad a las personas de su al rededor. “No solo me complico la vida a mí sino que se la complico a todo mi entorno”.

Esta diabetes tipo 3 tuvo un mayor impacto en la vida y familia de Albiasu, quien, al “debutar” con la enfermedad a los 8 años, recuerda que “siendo menor vives la diabetes de manera mucho más intensa”, en especial cuando, en su caso, cumplió los 9 años ingresado en el hospital. A pesar de su diagnóstico temprano, asegura que desde el primer momento se tomó muy en serio la enfermedad, siempre apoyado por su familia y amigos, aunque reconoce con humor que, en el momento en el que conoció la enfermedad, su “mayor disgusto, por el propio desconocimiento, fue tener que aprender a comer ensalada”. Mientras, Pérez de Leiva aún recuerda el “bajón” que sintió cuando vio cómo introducían la insulina en su suero y pensar que “esto es ya para toda la vida”. 

David Albiasu, pelotari con diabetes, y Humberto Pérez de Leiva, vicepresidente de la Asociación Navarra de Diabetes, juegan a pala en el frontón López de Pamplona. Unai Beroiz

Sin embargo, el punto de inflexión de Pérez de Leiva en 2005 hizo que se uniera a ANADI y comenzara a cuidarse, buscar información y conocer a otras personas que padecen su misma enfermedad. Ahora recomienda a todas aquellas personas que acaban de ser diagnosticadas a tomárselo con tranquilidad y, entre risas, asegura que “puedes llegar a lo que te propongas”, salvo para aquellos que quieran ser bomberos. “Es importante educarte, formarte y acompañarte de gente que tiene las mismas experiencias que tú”. Asimismo, Albiasu añade la importancia de asimilar bien la enfermedad ya que, aunque él no pasó por un duelo, recuerda el caso de su hermana pequeña, Nerea, quien “debutó” con 5 años y, al conocer la experiencia previa de su hermano, vinculaba la enfermedad con pincharse cada día casi diez veces. 

Ambos reconocen que la diabetes tipo 1 supone un cambio de vida absoluto de un día para otro, pero, asimismo, la esperanza se mantiene, como Pérez de Leiva destaca: “No he entrado en diálisis y tengo todas las complicaciones paradas”. Además, asegura que el mayor control de la diabetes, lejos de limitarle, le ha dado más libertad. “Ahora que le hago caso vivo mucho más, hago más actividades y me resulta mucho más fácil hacer todo”, se enorgullece Pérez de Leiva.