Más de un tercio de las actuaciones que atendió el servicio de Inclusión, Igualdad y Convivencia del Departamento de Educación en el curso pasado fueron por conducta suicida, un total de 179. Una cifra que se ha disparado en los últimos años (en 2017-18 hubo 22) y que preocupa al departamento, tal y como reconoció este viernes la directora del servicio, Alicia Ruiz, durante la jornada Salud mental en los contextos educativos a debate celebrada en el Planetario. 

Ruiz reflexionó sobre las necesidades del alumnado con problemas de salud mental en los centros educativos, en especial a raíz de la pandemia. “Supuso una privación de las relaciones interpersonales, una sobreexposición a las pantallas, un estado de alarma que avivó miedos y contribuyó a la tendencia al aislamiento”, destacó la técnica de Educación, que recordó cómo la pandemia cambió las relaciones al volverlas más impersonales a causa de las pantallas, que impiden detectar las emociones. 

Asimismo, una vez finalizadas las restricciones, Ruiz destacó que “no hubo un momento para tratar el duelo de lo que habíamos perdido”. Sin embargo, añadió que “de todo se aprende” y citó que la cara buena de la pandemia es que “ha dejado ver cómo el bienestar emocional y la salud mental son importantes para desenvolvernos de forma adecuada en la vida”.

Entre las principales dificultades derivadas de salud mental y del propio bienestar emocional, Ruiz destacó fobias escolares, problemas de regulación de la conducta, depresión, ansiedad, ideación suicida o suicidio. “Los profesionales que trabajamos en el ámbito educativo asistimos preocupados e impotentes a estas necesidades del alumnado ya que no estamos preparadas para atenderlas. Nadie nos ha preparado para atender dificultades derivadas de salud mental”, explicó Ruiz, a la vez que añadió que intentan adaptarse a las necesidades derivadas de estas dificultades.

Entre estas nuevas necesidades destacó los espacios de respiro para gestionar momentos de estrés o ira, o la necesidad de adaptación de los espacios y las aulas, de “no tener esa rigidez de mesa y silla”. Además, recordó la importancia de dar a los alumnos espacios donde se pueda hablar de forma tranquila y sosegada, y de trabajar las emociones para que los alumnos puedan saber qué es lo que están sintiendo y que lo expresen libremente dentro de las aulas. Asimismo, apuntó la necesidad de trabajar y desarrollar la inteligencia emocional y garantizar un tiempo de encuentro para que los alumnos sean libres de la presión curricular para desarrollar otras facetas.

Para hacer frente a esta situación Ruiz apostó por formar a los profesionales en inteligencia emocional e inteligencias múltiples, es decir, respetar los tiempos y la capacidad y la inteligencia del alumnado.