Magníficas fotografías que retratan la vida de Pamplona desde el final del siglo XIX hasta la República y su final en 1936. La exposición se mantendrá hasta el 13 de octubre del año que viene, espacio de tiempo suficientemente amplio para que los visitantes identifiquen, cuando sea posible, a las personas retratadas por los Zaragüeta. El Museo ha dejado unas cuartillas para ayudar con este fin, contribuyendo a poner cara a personas que sólo conocemos (a veces muy poco) por el trabajo escrito de los historiadores.
Entre las fotografías que hemos podido contemplar, nos ha parecido extraordinaria la obtenida por Gerardo Zaragüeta en un mitin que celebró el Partido Radical de Pamplona el 14 de febrero de 1932 en el frontón Euskal-Jai de la capital navarra. En primer lugar, por su gran calidad. En segundo, por la composición del cuadro. En el centro, una joven mujer, de pequeña estatura, pero que transmite seguridad y fuerza, tocada por una boina ladeada, peinada “a lo garçon” y una gabardina o trinchera probablemente negra, de las que no se verían mucho en la vieja Iruña. Quizás tuviera algo que ver con esa elegancia el hecho de que su padre, Nicanor Ovejero Pescador, fuese sastre. Y es que la joven no era pamplonesa. La donostiarra María Paz Ovejero Frías (1911), maestra de Lezo (Gipuzkoa) en aquel momento, era una destacada política del Partido Radical Socialista guipuzcoano, que se había trasladado a Pamplona para participar como oradora en el mitin del Euskal-Jai.
A su izquierda, la joven del collar y el gorro frigio también mira a la cámara, sin quitarse los guantes, pues el frío debía ser intensísimo después de la nevada caída días antes. Llegaron oradores de Gipuzkoa y de Álava, no así de Bilbao, que justificaron su ausencia por el fuerte temporal. La joven, a quien no hemos podido identificar, también era guipuzcoana, ya que una información señala que portaba “la bandera de los donostiarras” y otra instantánea del fondo Zaragüeta, nos la presenta precisamente enarbolando la referida bandera en la puerta de la sede del partido en Pamplona ese mismo día.
Hace pocos días, el 25 de noviembre, conmemoramos el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Sin embargo, como desgraciadamente estamos constatando esta semana, el horror no cesa. Por eso nos ha parecido apropiado recordar a María Paz Ovejero, que agradeció a los republicanos pamploneses el telegrama que le habían enviado unos días antes del mitin de la fotografía para expresarle su solidaridad ante el acoso al que estaba siendo sometida por los “carcas” de Lezo. Acusada falsamente de tirar y pisar el crucifijo de su escuela (en su aula no había siquiera uno), fue hostigada de manera orquestada por niños y mayores. Los republicanos lezoarras, que solían reunirse en el bar Jáuregui, agradecieron también el apoyo llegado desde Navarra y otros lugares. El “escrache” al que fue sometida no tuvo que ver con su condición de mujer sino más bien con la de republicana militante, pero no cabe duda de que resultaba mucho más fácil hostigar a una joven mujer que a un veterano maestro. Al término de la guerra, María Paz fue represaliada, como apunta la ficha que lleva su nombre en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. También están las de su padre y sus hermanos, Dolores y Nicanor Ovejero Frías. Intuimos que se exilió como su hermana Dolores, y desconocemos si pudo volver a ejercer su profesión en la “nueva” España, pero si sabemos que en el año 1938 estaba segura en zona republicana, dado que su nombre aparece en una relación de la Gaceta de la República de maestros evacuados de la zona facciosa con derecho a percibir sueldo como desplazados.
El mitin del Partido Republicano Radical Socialista en Pamplona (1932)
María Paz Ovejero, muy demandada como oradora, no parece impresionada por la presencia a su lado de Francisco Barnés Salinas (Sevilla, 1877/México, 1947), miembro del partido, diputado en las cortes constituyentes de la República y perteneciente a una familia muy ligada a la enseñanza y la renovación pedagógica. Él mismo era profesor de la Escuela Superior de Magisterio, y su hermano Domingo, ministro de Instrucción Pública. Como demandaba la fría meteorología, sombrero (en la mano), abrigo oscuro y bufanda al cuello.
En el extremo derecho aparece el concejal republicano en el consistorio pamplonés, Antonio García-Fresca Tolosana (Vitoria, 1899/Tenerife, 1965), con abrigo cruzado y gafas. García-Fresca, catedrático del Instituto de Pamplona, fue la persona encargada de abrir el acto en ausencia de su amigo y presidente del partido en Pamplona, el inspector de enseñanza Ernesto Marcos Rodríguez (del que también hay una fotografía en el Fondo Zaragüeta), afectado por unas anginas. Tres días antes gozaba de buena salud, como lo atestigua el hecho de que pronunció una conferencia el 11 de febrero para conmemorar el aniversario de la República de 1873, y de paso, inaugurar el nuevo casino de los republicanos socialistas. El centro disponía de bar, biblioteca y salón para los socios, situándose en los bajos de “Los Pirineos”. ¿Coincidiría esta ubicación con la sede del partido en el número 11 de la Avenida de San Ignacio? En este lugar se encuentra el hotel Yoldi, establecimiento en el que suele alojarse mi amigo José Cordón Sáez cada vez que viene a Pamplona, el nieto parisino de quien fuera director de la Escuela Normal de Pamplona en 1931, el socialista Mariano Sáez Morilla.
¿Quiénes son el resto de las personas que conforman el grupo? Con excepción del republicano “pamplonés” nacido en Álava, Emilio Salvatierra Susunaga (Bernedo, Álava, 1886/Bilbao, 1980), que es la persona que sostiene la bandera detrás de Francisco Barnés y María Paz Ovejero, desconocemos sus identidades. Suponemos que la mayoría de los que ocupan las primeras posiciones son invitados llegados de fuera. Podrían ser el aragonés Ramiro Viana Cólera (Alcañiz, Teruel, 1896), fusilado por los golpistas en Zaragoza durante la guerra civil o el alavés Sebastián San Vicente Arrieta, que pudo escapar del terror franquista (o “Molista”) y exiliarse en el extranjero. Sabemos que los dos participaron ese día en el Euskal-Jai como oradores.
Esperamos que, entre los visitantes de la exposición, alguien ponga nombre y apellidos al miembro del Partido Radical Socialista de Pamplona situado más a la izquierda, que, con camisa blanca, corbata y abrigo cruzado oscuro, mira con gesto amable a la cámara.
Por lo demás, a pesar del “fiero nombre” del partido, los republicanos radicales socialistas eran en general una formación integrada por intelectuales, pequeños y medianos burgueses y profesionales liberales (abogados, periodistas y médicos principalmente). En el manifiesto inicial de diciembre de 1929, suscrito por 86 personas de todo el Estado, estamparon su firma los pamploneses Florencio Alfaro Zabalegui (agente comercial) y los tudelanos Mariano Ríos (también agente comercial) y Luis Soriano Tapia (abogado). Tan solo uno de los firmantes era obrero. La organización llegó a su culmen en 1931, y en 1933 decayó del todo, tal y como recoge el expresivo título del libro recién publicado por Diego Cucalón Vega, De la conspiración al poder y del poder a la nada. El Partido Republicano Radical Socialista (Zaragoza, 2023). A partir de esa fecha, sus integrantes buscaron un nuevo espacio, que en la mayoría de los casos se llamó Izquierda Republicana. Pero esa es ya otra historia.