Cada año que pasa es más duro en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia), un asentamiento que desde hace casi medio siglo depende por completo de una ayuda humanitaria muy venida a menos, especialmente en los últimos años, marcados por una pandemia y por conflictos como el suyo propio. Todo ello está provocando un problema grave y crónico de malnutrición en la población saharaui que tiene un déficit importante de alimentos básicos como harina, aceite o producto fresco. 

“La canasta básica que recibe cada familia se ha reducido un 30% tras la pandemia de covid-19, que aquí la sufrimos como nadie”, alerta Mohamed Sidahamed, secretario general de la Media Luna Roja Saharaui, entidad encargada de gestionar la alimentación de los campamentos de refugiados. Actualmente la cuota mensual que reciben las familias es, por persona, de: 8 kilos de harina, dos de arroz, dos de cebada, dos de legumbre, medio kilo de azúcar y un litro de aceite. Es un tercio menos que lo que recibían en 2019, cuando la canasta también era insuficiente para dar respuesta a la demanda de las familias. Actualmente, los productos que más escasean son las legumbres, el arroz –muy habitual en la gastronomía saharaui– y el aceite.

De hecho, la alimentación nunca ha estado cubierta en los campamentos saharauis donde el paso del tiempo cronifica los problemas alimentarios de la población, especialmente los de los más vulnerables. “Ahora mismo hay un importante riesgo de desnutrición en menores de 5 años y también en embarazadas y lactantes. Se ha lanzado un plan, financiado por el PMA (Programa Mundial de Alimentos), por el que se da a mujeres embarazadas y lactantes un bono de 28 dólares al mes para que puedan comprar las cosas que más o menos necesitan y así paliar un poco su situación”, detalla Sidahamed.

El reparto

Moises González, coordinador de ATTSF, posa junto a un camión de reparto en la Base de Transporte de Rabuni. Unai Yoldi

Pese a que la ayuda internacional es escasa, la labor de repartir las miles de toneladas que gestiona al Media Luna Roja Saharaui para una población de más de 173.000 personas es encomiable. Y en ello juega un papel fundamental una ONG navarra: ATTSF (Asociación de Trabajadores y Técnicos Sin Fronteras) que es la encargada del mantenimiento de la flota de camiones que reparten los alimentos por las wilayas –campamentos–. “Nuestra labor consiste en tener los camiones en perfecto estado en un lugar en el que el terreno no es precisamente lo más familiar para los vehículos”, detalla Moisés González, coordinador técnico de la organización.

Su centro de operaciones es la Base de Transporte, ubicada en el campamento de Rabuni, donde en un taller reparan las averías de los más de 70 camiones que reparten la ayuda internacional. “Los mecánicos reciben las formaciones en Pamplona y luego vuelven y forman al resto. En total somos más de 100 trabajadores y nuestra labor es diaria, porque en un terreno como el desierto las averías son repentinas y muy habituales”, indica González.

El reparto de los alimentos es diario, salvo los sábados que son festivos y el proceso es el siguiente: “A nuestra oficina llega la hoja de ruta de cada camión y los alimentos que tienen que repartir. Sobre las 12 del mediodía los mandamos a los almacenes de la Media Luna Roja Saharaui a cargar los alimentos y vuelven a nuestra base donde aparcan el camión y a la mañana siguiente, sobre las 5.00, empiezan su jornada. Van a las wilayas donde descargan todo en los puntos establecidos con la ayuda de mujeres voluntarias. Vuelven aquí, a las 12.00 cargan los alimentos que repartirán al día siguiente y así día tras día”. De hecho, González destaca el papel fundamental que juegan las mujeres: “Sin esas voluntarias la cadena de reparto no se podría garantizar”.