A falta de dos días para Nochevieja, hay alguno que aún duda entre cotillón o disfraz, aunque la mayoría se mantiene fiel a la tradición de convertirse en su personaje favorito en la última noche del año. Pero para los que optan por esta opción aún queda una última duda. “¿De qué me disfrazo?”. Una de las principales preguntas que ronda en las cabezas de muchos estos días porque, como aseguran desde las tiendas de disfraces en la capital navarra, la gente siempre espera al último momento para hacer sus compras. Así lo recordó Verónica Borda, de la tienda El Camerino, en la calle Mayor de Pamplona. “Las ventas van parecidas a otros años, pero antes la gente se lo curraba más y ahora se compran complementos en vez de traje entero”, apuntó. En este sentido, Koldo Nava, de la tienda Disfraces La Máscara, en la calle Abejeras, remarcó que a pesar de esta tardanza habitual, sí que se nota una tendencia a la baja en las venta de disfraces. “Está un poco más parado que otros años pero a la tarde ya hay jaleo”, añadió. Y esperan que las compras se animen aún más en estos dos días que quedan. 

Con Borda y Nava coincidió Sonia Barkos, encargada de la tienda La Golosina en la calle San Antón, quien aseguró que “las ventas van más o menos como otros años”. “Estamos contentos, aunque ya no sea como hace años”, añadió. En este sentido, destacó que no es que la gente ya no quiera disfrazarse, sino que “ahora la venta está más repartida por todos los barrios y antes se concentraba más en el Casco Antiguo”. Sin embargo, Rafael Errea, propietario de la tienda Eregui, en Villava, cuestionó esta idea. “Llevamos unos años que va a la baja y este año se está notando todavía más”. Y la explicación la encuentra en una posible pérdida de “fuelle” de la tradición de disfrazarse en Nochevieja. “Son ciclos y parece que ahora se llevan más los cotillones, en especial desde la pandemia”, aseguró. 

Sin personaje favorito

A pesar de que la tendencia de vestirse de gala esté cogiendo fuerza en los últimos años, parece que los disfraces no van a desaparecer tan fácilmente, como recordó Barkos. “La tradición no se pierde, sino que están cambiando las costumbres”. Eso sí, en los cuatro establecimientos coincidieron en que una de las principales diferencias con respecto a otros años es que en esta Nochevieja no habrá ningún disfraz que vaya a predominar por encima del resto, como en años anteriores sí lo hizo La casa de papel o El juego del calamar, dos exitosas series de Netflix. Sin embargo, sí que hay una famosa rubia que se está colando entre las favoritas para este año: Barbie, siempre acompañada de Ken, cuyos disfraces se han agotado en el local La Máscara. “Aunque ya no tengamos más la gente nos lo sigue pidiendo”, aseguró Nava. Así, en La Golosina también se ha notado la demanda de pelucas rubias y sombreros de vaquera blancos, aunque con mucho menor peso. “La película salió en verano y el ser humano es de inmediatez, entonces tiene que ser un personaje reciente”. 

“Antes se curraban más los disfraces, ahora la gente solo compra algún complemento”

Verónica Borda - El Camerino

Aún así, hay disfraces clásicos que nunca van a pasar de moda y siempre serán una buena opción, desde mosquetero hasta pirata, pasando por presidiario y distintos animales. Y para los más pequeños de la casa, nunca fallan las princesas y los súper héroes, como destacó Borda. Porque otra de las características de los disfraces es que estos son para todos los bolsillos, donde el límite lo marca uno mismo con la cantidad de dinero que está dispuesto a gastar, pero también para todas las edades, desde bebés hasta personas de 86 años, como es el caso de Manuel Sánchez, salamantino residente en Pamplona desde hace 60 años y que este año se va a disfrazar de Ninja. “Es una tradición familiar hacer un concurso de disfraces, el año pasado me disfracé de vaquero”, añadió Sánchez mientras compraba su traje completo en La Golosina. 

“Cada Nochevieja hacemos un concurso de disfraces con la familia, este año voy de ninja”

Manuel Sánchez - Vecino de Pamplona de 86 años

Otro cliente habitual en este establecimiento es Oscar Martínez, pamplonés de 57 años, a quien este año le toca hacer de demonio. Unos disfraces que transforma y reutiliza. “Una vez compré un disfraz de carnaval veneciano y a los dos años quise ir de vampiro, así que me compré lentillas, me puse uñas de porcelana y fui al dentista para que me hiciera fundas de dientes para que no se me caigan en toda la noche”, aseguró. 

Y aunque Martín Beguiristain, natural de Obanos de 17 años, no invierta tantos recursos en sus disfraces, aseguró que mantiene la costumbre con sus amigos. Y este año es el tuno del dibujo animado Ben 10. “Lo tenía pensado de antes, pero los últimos días son lo mejor para comprar los detalles”, añadió. En el caso de su tía, Alicia Beguristain, de 49 años, el disfraz será para el 1 de enero. “Me voy a Anglet para bañarme allí con una pajarita y bañador”, destacó.

Comprar por internet

El auge de las compras por Internet supone una gran amenaza para locales como el de Nava. “La competencia de tiendas es buena pero contra Internet no podemos competir porque la gente se piensa que es más barato y tiene más cosas, aunque no es cierto”, aseguró. Sin embargo, Barkos remarcó que el tipo de comercio al que pertenece está “muy especializado, con mucha calidad y buen precio, así que la gente responde”. En este sentido, ambos coincidieron en que las tiendas de disfraces aportan algo a los clientes que Internet nunca podrá sustituir: conocer el producto antes de comprarlo, no solo por acertar con la talla sino por evitar sorpresas al descubrir una mala calidad o incluso por pedidos que llegan en enero.