El Valle de Baztan es sin duda uno de los destinos más solicitados para las vacaciones de Semana Santa. Aunque siempre haya sido un lugar conocido, durante estos últimos años se podría decir que se ha puesto de moda, y quienes se dedican al turismo y a la hostelería coinciden en que existe mucha demanda.

En el caso concreto del Agroturismo Kastonea, en Erratzu, el 1 de enero comienzan a recibir llamadas para realizar las reservas para estas fechas. “A partir del 22 de marzo ya tenemos todo completo, con tres grupos diferentes”, afirma Idoia Escudero. “Muchos clientes suelen pedir reservar ya para el año que viene, pero nosotros no abrimos reservas hasta enero. Aun así, el 1 de enero a las 10:00 de la mañana ya hay gente que está llamando”.

Idoia Escudero, junto con Xanti Dendarieta y sus tres hijos Garai, Izaro y June, son los dueños del Agroturismo Kastonea, que está a su vez formado por la casa rural Ballenea, los apartamentos rurales Kastonea I y II y el Restaurante Kastonea.

Idoia Escudero atiende la llamada de un cliente en su visita a las ovejas. Ondikol

Este año se cumplen 25 años desde que abrieron la primera casa rural. En ese momento, decidieron apostar por la diversificación e invertir en turismo manteniendo a su vez su pequeña explotación ganadera. Con el tiempo, y viendo que la apuesta les había salido bien, el alojamiento se fue quedando corto y hace 21 años aprovecharon, arreglaron, e hicieron el restaurante en el que ofrecen platos elaborados con sus propios productos de caserío. Desde hace 10 años, además, también hacen venta directa de carne de ternera.

Los huéspedes de Kastonea tienen la oportunidad de acompañar a esta familia en sus tareas de la granja y aprender cómo cuidan de sus animales. Eso sí, “siempre dependiendo de la exigencia del ganado, y no del turismo”, puntualiza Idoia. “Mucha gente piensa que el agroturismo es una granja escuela, pero no es eso. Es gente que vive del campo y que da la posibilidad de conocer el ganado”, explica.

Los turistas pueden disfrutar de las vacas de raza Montbéliarde. Ondikol

Los más txikis suelen ser los que más disfrutan con la experiencia de conocer a los animales. “Los críos se sorprenden mucho de que los animales se asusten, de lo suave que es un cordero o hasta de ver de dónde viene la leche” cuenta. De hecho, hay gente a la que después de ver eso le cuesta consumir esa leche. Y es que, como ella bien dice, “cosas que para nosotros son súper normales, a ellos les sorprende bastante”.

Por otro lado, a las personas un poco más mayores “les suele gustar mucho el sistema tradicional que tenemos de caserío”. “Se piensan que los animales siempre están en la granja ahí quietos, y no, nuestra vida es muy diferente hoy y dentro de cuatro meses. En verano, por ejemplo, las ovejas van a pastar al comunal, en invierno es cuando tenemos corderos y ordeñamos… Esos ciclos la gente de las ciudades no los controla”.

La ganadería es “como una necesidad” para esta familia. “Sin el turismo no podríamos salir adelante, pero sin la parte de la ganadería no aguantaríamos el turismo” reflexiona. “Para alguien que vive en una ciudad, acostumbrada a los horarios, parece muy sacrificado. Pero no es sacrificado, es bonito. Lo que te da el ganado es muy especial”, concluye.