Navarra cuenta con parajes naturales y enclaves turísticos a lo largo de toda la Comunidad que cada año atraen cientos de personas. Son muchos los destinos populares cuyo nombre se ha ganado una gran reputación a nivel foral y nacional y que, a veces, pueden opacar otros destinos con menos publicidad. A tan solo 15 kilómetros de Pamplona, en la zona prepirenaica, se encuentra Ilurdotz, un pequeño pueblo del Valle de Esteribar que levanta la mano como destino turístico. En esta localidad de tan solo 60 habitantes en la que muere la carretera, se encuentran tres casas rurales, incluyendo un nuevo proyecto que se suma a las dos que ya cuentan con varios años de experiencia.

Beatriz Lekunberri es vecina natal de Ilurdotz y ha comenzado el proyecto de la Casa Rural Beitikoetxea junto a su marido Joxean Madotz, conocido como Panotxa. Ambos tienen el objetivo de atraer turismo tanto al pueblo como al valle convencidos de que “hemos sido el pasillo hacia la selva de Irati y el Pirineo y aquí mismo tenemos muchísimo para ofrecer”.

“Viví de pequeña en esa casa de las chimeneas, a los 27 años me hice la casa de abajo y ahora hemos comenzado con este proyecto en la casa de al lado”, cuenta Beatriz desde el jardín de la casa rural, desde donde puede dibujar su mapa vital en cuestión de tres calles, reflejo de una vida dedicada a su pueblo. Por la otra parte, los abuelos de Joxean, naturales de Ilurdotz, vendieron la casa familiar en los años 70, sumándose al éxodo rural de la época y mudándose a Uharte. Compró la casa un matrimonio francés con la idea de arreglarla para disfrutar allí su jubilación y aportando la decoración francesa y árabe que el marido traía de sus viajes como diplomático. Cuando fallecieron, Joxean y Beatriz, adquirieron la vivienda, retomando así la casa familiar.

Dos viviendas separadas

Tras un año de arreglos y obras abren al público la casa rural Beitikoetxea Landetxea, que engloba dos viviendas separadas. La primera de ellas está preparada para cuatro personas y la otra para diez, las dos perfectamente equipadas, con jardín privado y otro común más grande. Uno de los métodos para potenciar los negocios de la zona es la colaboración entre empresas, por lo que decidió trabajar con la Lavandería Garbitxukun y su servicio de renting de sábanas. “Colaborando juntos nos apoyamos unos a otros en el Pirineo. Si no, es un poco duro”, asegura. Por eso, tiene presente que “el turismo no debe aplastar ninguna otra economía, todo los gremios tienen que estar regulados, pero lo que no puede ser es que los turistas nos pasen por la cara sin ver todo lo que tenemos para ofrecer”.

Se refiere a una vida dura por las pocas oportunidades que ha vivido el valle durante las últimas décadas y que, poco a poco, sus habitantes le van dando la vuelta. Cuando Beatriz era pequeña era la única niña del pueblo y ahora hay siete en edad escolar y hasta hace poco eran trece. “Antes la gente solo se iba y había muchas casas vacías. Ahora hay un cambio brutal, solo hay una vacía en todo el pueblo”, explica alegre.

Del desarrollo del pueblo, Beatriz destaca que “está manteniendo el crecimiento natural, se ocupan las casas que están libres y se hacen otras poco a poco. Lo bueno es que no tenemos urbanizaciones, eso engulle las tradiciones y la cultura del pueblo”.

Como amante de su tierra natal, Beatriz conoce el valle como la palma de su mano, sus caminos y su vegetación, un interés aumentado por veinte años de experiencia laboral en un herbolario. Esto le ha llevado a apostar por una atracción turística más completa y ofrecer también actividades relacionadas con el bienestar como baños de bosque, sonidos de gong o meditación y con la naturaleza como excursiones de reconocimiento de plantas medicinales, micología u ornitología, de las que se encargaría su hijo, que está finalizando su formación como técnico forestal.

"La gente valora muchísimo la paz y la tranquilidad"

Tanto Beatriz como Joxean comparten la visión de turismo que el pueblo puede ofrecer y necesita con Marisa y Nuria Madotz, dos hermanas vecinas del pueblo que regentan otras dos casas rurales. La primera casa que recibe a quien llega a Ilurdotz es Etxegibel, una casa rural para 16 personas que lleva Nuria y arriba del todo del pueblo, se encuentra Elbegi, con capacidad para 14 personas y de la que se ocupan las dos hermanas.

Nuria y Marisa Madotz, frente a la casa rural Elbegi. Patxi Cascante

Su madre era natural de Ilurdotz, se fue a Pamplona donde nacieron sus hijas, pero “siempre tuvo claro que quería volver”. La ambición contagió a la familia y también Nuria volvió a vivir al pueblo en 2002, con su pareja natural de Ilurdotz, y tres años más tarde lo hicieron sus padres y Marisa. Nuria comenzó con la casa rural en 2015, tras reformar los corrales de la vivienda de la familia de su pareja y las dos comenzaron el negocio juntas en Etxegibel en 2019 tras fallecer sus padres. Defienden que “el Valle de Esteribar tiene muchísimo para dar aunque sea más desconocido, como el Camino de Santiago, Eugi, el paseo de los puentes del Arga, las rutas BTT que lleva Eremua o el Quinto Real”, pero eso sí, “a pesar de lo bueno que es para nosotros que venga gente, debe ser un turismo que respete la vida del pueblo”.

De todos sus años de experiencia destacan que “la gente valora muchísimo la tranquilidad y la paz". También el hecho ver ovejas, vacas, yeguas, los niños van a la cuadra y se lo pasan muy bien con los animales”. Además de hosteleras, también se dedican a la ganadería, una vida que comparten con sus huéspedes. “Hablar con gente de otros sitios, viene mucha gente del Mediterráneo, y siempre es muy enriquecedor”, asegura Nuria.

Entre tantos años de experiencia han visto pasar desde grupos que no han salido de la casa, a familias que les invitan a cenar y hasta bodas. “Hay gente muy fija que repite y fechas como Nochevieja o Navidad se reservan de año en año”, cuenta orgullosa Marisa, ejemplo de que el Valle de Esteribar e Ilurdotz albergan encantos más escondidos pero que enamoran a quien los conoce.