Tomás Nache Guzmán, Tomás Mardones Llorente y Segundo Hernández Blanco fueron tres jóvenes anarquistas “con una rebeldía insoportable para sus verdugos”. Esta sentencia les llevó a compartir destino y penalidades en el fuerte San Cristóbal, donde fueron ejecutados por el régimen franquista durante la Guerra Civil. Han pasado 88 años desde que trataron de borrar sus nombres de la historia, pero su recuerdo quedó grabado en la memoria de sus seres queridos, quienes no han dejado de luchar desde entonces para buscarlos. Y se ha conseguido. Esta mañana, la vicepresidenta y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, Ana Ollo, ha entregado los restos de estos hombres a sus respectivas familias. “Este acto cierra un círculo que nunca se tuvo que abrir con el asesinato de vuestros familiares. Habéis esperado, pero espero que esto sirva como un aliento de reparación social ante una injusticia que no debió pasar”, ha expresado la vicepresidenta.
Todo el acto se ha encontrado rodeado de una emoción contenida en la que se han mezclado sentimientos contradictorios: “El recuerdo triste de un asesinato y la alegría por identificar los restos y que puedan volver con sus familiares”, ha descrito. A través de este homenaje, “por fin podemos escribir las últimas líneas de su vida y leer la página entera de su historia, tanto la suya como la de una generación que se enfrentó al fascismo. Estamos muy orgullosos de su memoria revolucionaria. Gora Segundo”, ha apuntado Lander García, sobrino de Segundo Hernández, joven de Vitoria que fue detenido cuando solo tenía 19 años. El sobrino nieto ha recogido los restos acompañados por un ramo de flores que le dio a su tía Hilaria Hernández, hermana de Segundo, quien lleva esperando desde 1936 para encontrar su cuerpo. “Era un hombre fuerte al que le gustaba el fútbol. Todavía recuerdo el día que se lo llevaron. Y hemos llegado al final”, ha comentado con pena y alivio.
Esta miscelánea de emociones ha impregnado a todos los familiares de los asesinados. Pepi Salazar, sobrina de Tomás Nache, carpintero natural de Almería que trasladaron al fuerte el 22 de junio de 1936, cuando tenía 22 años. “Desapareció. A mi familia no le dijeron que lo habían matado. Ellos se olvidaron de todo lo que habían enterrado. Ahora, solo nos queda devolverlo a su casa, donde debió estar desde el principio, no en un hoyo donde nadie podía recordarle”, ha sostenido.
Tomás Mardones fue un joven procedente de Vitoria al que ejecutaron extrajudicialmente junto con otros 20 compañeros tras un intento de fuga. Mª Carmen y Javier Mardones, sobrinos del anarquista, salieron de su ciudad mientras llovía, pero “ha parado en cuanto hemos llegado a Pamplona. Parece que nos estaba esperando”, ha comentado Mª Carmen. Aunque no le conocieran, en su casa hablaban de su tío como un “hombre excepcional y muy activo. También se llevaron a su hermano Alejandro, pero a él no le han encontrado todavía”, ha dicho. Sin embargo, su nombre y su recuerdo sobreviven al olvido.