Armando Monleón anduvo cuatro kilómetros para llegar a casa mientras se producía la DANA
El navarro se enfrentó a una marcha contra fuertes vientos y lluvias porque se habían inundado los carriles de la autovía A-7
El martes transcurría de forma normal en la vida de Armando Monleón, varón de 42 años original de Pamplona que se mudó hace 15 a Alginet. Cogió el coche para ir a trabajar a una fábrica de arroz, que se ubica en Algemesí, a tan solo diez minutos de su casa. Mientras estaba realizando sus labores, atisbó por la ventana "un no parar de agua y, de pronto, un tornado que iba a 134 km/h y que dejó muchísimos tráileres volcados y los coches destrozados", relata. Hacia las 18.00 horas, la empresa avisó a los trabajadores para que se fueran a casa porque estaba entrando el agua por el almacén. "Se había desbordado un barranco en Picasen y eso hizo que se inundaran los cuatro carriles de la autovía A-7, por lo que no podía volver a casa", cuenta.
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Le comentaron que tendría que esperar unas horas para drenar el agua con bombas. Pero habían transcurrido tres horas y "todavía no podíamos pasar". Ante esa situación, Armando optó por cambiar la ruta, así que cogió la autovista que va hacia Benidorm y llegó hasta Benifayó. Desde allí ya no había escapatoria. "Los policías no me dejaron continuar con mi trayecto y me comentaron que era conveniente que me quedara en este municipio, en Sueca o en Sollana, que no estaban tan afectados. También me comentaron que podía esperar ahí mismo a que se drenara el agua para poderme desplazar", ha explicado este miércoles.
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En un arrebato por llegar a casa, dejó el coche y, con una linterna y el móvil cargado al 100%, caminó durante cuatro kilómetros con viento, lluvia y con el miedo de no saber qué estaba pisando. "No tenía ni idea de qué me iba a encontrar, pero vi árboles caídos, coches destrozados, fachadas arrancadas, etc. Fueron los kilómetros más largos de mi vida. Tenía mucho miedo porque no sabía por dónde estaba pasando", describe. Mientras tanto, el agua y el barro le llegaban hasta las rodillas. Sin embargo, la adrenalina y las ganas de regresar a su hogar pudieron con el terror del recorrido y, "en cuanto me topaba con una superficie más segura, corría todo cuanto podía para llegar antes", señala.
Después de este trayecto eterno, "entré en mi pueblo y vi la luz". Por suerte, su casa se encuentra y no se vio afectada por el desastre. Sin embargo, la parte baja se encontraba "destrozada. Había fachadas arrancadas, mucho barro, los coches rotos y dados la vuelta... Todo era un caos. Ha sido una absoluta desgracia".
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