“La pornografía relaciona violencia con gratificación”
La psicóloga Andrea Balmaseda estima que la falta de autoconciencia de los menores constituye la raíz de posibles delitos sexuales
El primer contacto con el porno en el Estado sucede a los ocho años, un momento en el que los menores están aprendiendo a cómo sumar, a cómo relacionarse con su entorno próximo y en donde todavía no han desarrollado su inteligencia emocional ni su capacidad de autoconciencia –de conocerse a sí mismos y discernir si algo está bien o está mal–. A los 10 años, el 90% de estos infantes ya ha visto algún contenido pornográfico. Y, a partir de los 12, ya lo consumen de forma habitual. Los menores conocen el sexo a través de una perspectiva violenta y agresiva, en donde el hombre cosifica a la mujer, quien tiene que permanecer sumisa. “Si los niños reciben inicialmente este estímulo, van a entender que así funcionan las relaciones sexuales”, apuntó Andrea Balmaseda, psicóloga y directora del Centro de Menores Ibaia, quien dio el martes 19 de marzo una ponencia titulada Intervención emocional con menores en desprotección para la prevención de agresores sexuales. Se inserta dentro del I Simposio Internacional Agresores sexuales: Análisis de sus competencias emocionales y propuestas de mejora en prevención y tratamiento, organizado por UNED Pamplona.
Expertos abogan por la inteligencia emocional para prevenir agresiones sexuales
Las nueva realidad social, marcada por el auge de las nuevas tecnologías, la supremacía del uso de las redes sociales y el aumento de las fake news, ha condicionado la vida de muchos menores que se enfrentan a una circunstancia en el que las relaciones interpersonales se desarrollan por medio de una pantalla y sin la posibilidad de ver cómo son las emociones que está sintiendo el otro. “Eso nos lleva a que los niños tengan dificultades para la autoconciencia, a que se sientan dominados por sus sentimientos primarios sin pensar en las consecuencias y a que no se autorregulen. Por lo general, tienen comportamientos impulsivos y poca tolerancia a la frustración”, enumeró. Asimismo, debido a la poca proximidad con otras personas, carecen de empatía, son menos tolerantes con otros puntos de vista y presentan un déficit en la automotivación. “También hay que tener en cuenta lo que los niños ven en sus casas. Cuando hay un episodio de violencia, sienten frustración o dolor y, para evitarlo, se van a su cuarto, cogen el móvil y miran TikTok, donde la estimulación es inmediata y los vídeos funcionan como una droga”, ejemplificó. En ese sentido, todas las cuestiones mencionadas por Balmaseda –que constituyen las competencias de la inteligencia emocional– provocan que los indicadores de empatía se encuentren truncados y los menores no logran desarrollar habilidades sociales estables y “se generan relaciones tóxicas”.
Autoconciencia y autocontrol
El sistema interoceptivo se encarga de la capacidad de percibir, entre otras cosas, los cambios que se producen en el ritmo cardíaco o los cambios en la tensión muscular. Es la manera con la que el ser humano desarrolla el autoconocimiento acerca de su cuerpo y de sí mismo. Para ello, es necesario que haya una reflexión prueba y de mucha retroalimentación, tanto interna como externa. Y esto, precisamente, es una de las claves principales en el caso de las agresiones sexuales. “Nos encontramos con chicos y chicas que cometen agresiones sexuales, pero no se describen como agresores. No se perciben como violadores porque no se han percatado de que la otra persona no quería o se estaba sintiendo forzada o pasándolo mal. La pornografía relaciona la violencia con la gratificación. Porque, según el vídeo, a las mujeres les gusta esa forma de tener relaciones sexuales, a pesar de que lloren. Les gusta que les digan lo que tienen que hacer, las arcadas, que les peguen... Eso es lo que creen porque son mentes de 10 años con materiales de adulto”.
Los grandes retos
“He quedado con él porque necesitaba contar todo lo que me pasa sin que me juzguen. Le he contado lo de mi padre, todas las violaciones, la denuncia, lo que pasó en Francia... Me ha escuchado en silencio y, entonces, me ha dado la vuelta, me ha puesto a cuatro, me ha bajado las bragas y me ha follado. Así sin más”. Este es el relato de una de las menores con las que Balmaseda trabaja y le permitió explicar a la psicóloga que “ese chico la quería y quería darle amor, pero no era consciente de que no tenía consentimiento porque no entiende que la relación sexual tiene que ser algo recíproco. Y en cuanto terminó le dijo que la quería”. El consumo excesivo de las redes sociales, las fake news o la pornografía, y la distancia comunicativa han marcado de por vida a un grupo poblacional que necesita aprender a cómo generar vínculos funcionales en los que impere el respeto, la empatía y la autoconciencia. “Hay que encontrar, en cada caso particular, un motor de cambio para que esta realidad se resuelva para evitar esas agresiones sexuales”, concluyó.
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