Luis Liras –vecino de San Jorge de 68 años– conoció la enfermedad de Párkinson en 2021, cuando la sintomatología ya empezó a ser irreversible. Sin embargo, hacía ya veinte años que este trastorno le estaba pasando factura. Al principio, tan solo era una insignificante pérdida de olfato. Después, llegaron los dolores de cabeza que no cesaban. Y, finalmente, una falta de coordinación mientras hacía deporte. "Nunca pensé que iba a tener una enfermedad neurológica, sino una sinusitis o alguna cosa no demasiado grave, pero me hicieron muchas pruebas y no veían nada", cuenta. Hasta que llegó el día en el que se había jubilado y le confirmaron su diagnóstico. En primera instancia, el tratamiento parecía detener su problema y él continuaba realizando mucho ejercicio físico por recomendación del médico; de hecho, según él, uno de sus grandes logros fue realizar una travesía en bicicleta por Mallorca.

Además de eso, la fortaleza de Luis le lleva también a mantenerse muy activo a nivel cognitivo, ya sea por las actividades que realiza con la asociación o por sus muchas inquietudes. "Hace un año me planteé hacer una recopilación de los habitantes del barrio antiguo en los años 70 con una descripción de las casas y de las personas que habitaban en ellas. Es una labor que me satisface mucho", expresa. Con todo, reconoce muchas de las limitaciones que antes no tenía, y a veces se frustra o se resigna. No obstante, siempre las combate. "La enfermedad me obliga a caminar torcido, tengo rigidez en la parte izquierda, a veces inclino la cabeza o realizo movimientos involuntarios. Pero hago todo lo que puedo hacer", asegura. De hecho, al considerar que se encuentra "mejor" que otras muchas personas de la asociación, Luis se encarga de atender y acompañar a muchos afectados. Y, cuando se reúnen en el local, suele ser uno de los encargados de reorganizar los espacios y mover los muebles. "Tenemos muchos problemas de espacio y hay que apartar mesas y cosas para hacer ejercicios. Nos dificulta mucho el trabajo", asegura.

"Tiene limitaciones, pero no aparenta"

Luis Liras, de 68 años de edad. Unai Beroiz

De Luis, como de otros muchos afectados de Párkinson, suelen decir que "tiene limitaciones, pero no aparenta", como si esta enfermedad solo se manifestara a través de la edad o de los temblores constantes y el resto de los síntomas se mantuvieran a tientas. Con todo, él permanece en la idea de que uno debe hacer todo lo que pueda, a pesar de los movimientos involuntarios, a pesar del deterioro cognitivo que no siempre se percibe. "Sé que irá a peor porque es una enfermedad neurológica que de momento no tiene cura, pero quisiera que los tratamientos ayuden y podamos hacer una vida plena", confiesa.

De vez en cuando, tiene bloqueos. Se queda sin palabras, no recuerda cosas, no sabe expresarse del todo... "Me quedo sin palabras porque mi cerebro no la encuentra", menciona. Por suerte, no es algo que le ocurra muy a menudo, y cuando pasa trata de escabullirse. Incluso, Luis sufre de vez en cuando en los supermercados o en los restaurantes, cuando tiene que realizar gestos pequeños, pero de forma muy lenta. "En esos momentos me siento incómodo, pero la gente a mi alrededor ya conoce mi enfermedad. Y eso me hace todo más sencillo", reconoce. De hecho, en cuanto le dieron el diagnóstico, se obligó a sí mismo a no ocultar la enfermedad y a hacer que todo el mundo lo supiera. "El venir a la asociación me ayudó a conocer a personas encantadoras, así que no me costó trabajo. Me abrió un espacio en el que poder trabajar y desarrollarme. Me siento identificado y soy feliz ayudando a otros pacientes en peores condiciones que yo. Es una manera de no dejar de hacer cosas", admite.