Mirarnos al espejo y sentirnos bien, guapos y guapas, cuidándonos al mismo tiempo, es una rutina diaria. Queremos vernos bien, y que nos vean bien en clase, en el trabajo, en la calle. Más hoy día, con las redes sociales rebosantes de imágenes, poses de cualquier faceta de la vida: desayunando, de paseo con la mascota, con la pamela y el mar de fondo, tutoriales cocinando... Nunca nuestro aspecto ha estado tan expuesto a los demás como en la actualidad, si bien no se trata de algo nuevo.

El filósofo alemán Alexander Gottlieb a mediados del siglo XVIII usaba la palabra estética como "ciencia de lo bello". La estética se asocia al arte. ¿Por qué un objeto, pintura o escultura no resulta atractivo para los espectadores? El concepto ha evolucionado a lo largo de los tiempos hasta métodos actuales para conseguir los cánones actuales de belleza como la cirugía estética, la rama de la cirugía plástica cuyo objetivo principal es embellecer una parte del cuerpo.

Los cánones de belleza femenina y masculina han ido evolucionado con los siglos. Si antaño se veneraban los cuerpos con curvas, ahora el estereotipo es un cuerpo con menos volumen, más delgado. El concepto de belleza es ancestral y está en el ADN del ser humano desde la Prehistoria, cuando el canon de la mujer consistía en tener las partes de su cuerpo relacionadas con la fertilidad, muy desarrolladas, como la Venus de Willendorf. Para los egipcios consistía en la armonía que estaba representada en mujeres como Cleopatra o Nefertiti. En el mundo clásico se fraguó en la antigua Grecia a partir de la escultura, del resultado de cálculos matemáticos, medidas proporcionadas y el cuidado de la simetría.

En la Edad Media ellas tenían caderas estrechas, y senos pequeños y firmes, manos blancas y delgadas y piel blanca; y ellos eran varoniles guerreros. En el Barroco, los cuerpos eran más rellenitos. Y en la actualidad, cumplir con la estética se ha extendido aún más y afecta por igual a hombres y a mujeres. Todos queremos formar parte de este juego y nos adaptamos a los estereotipos.

Con el verano nos aligeramos de ropa, nuestra firgura ve ve más. Y llegan las ganas de tumbarse al sol o disfrutar de largas jornadas al aire libre. Aunque existe cada vez más una conciencia generalizada de la necesidad de proteger nuestra piel, no siempre sabemos qué protector solar es el más apropiado para cada uno y es fácil sentirse perdido al comprar el producto. Por ello, es importante saber qué buscar en las etiquetas.

Protector y tipo de piel

El SPF o factor de protección solar indica el grado de protección que ofrece un producto para la piel. Los fabricantes calculan el SPF sobre la base del tiempo que se tarda en quemar la piel tratada con protector solar en comparación con la piel expuesta sin protector solar. Los expertos recomiendan utilizar un SPF al menos de 30. Según informa la American Cancer Society, los protectores solares con SPF 15 filtran aproximadamente el 93% de los rayos UVB; los de SPF 30, el 97%; los SPF 50, el 98% y los que tienen SPF 100, filtran aproximadamente el 99%. Es decir, que ningún protector solar brinda protección total, por lo que aunque usemos un factor de protección alto, no debemos permanecer mucho tiempo al sol.

Tal como indica la doctora Paula Aguilera, coordinadora del Grupo Español de Fotobiología de la AEDV, el fotoprotector debe ser adecuado a cada persona. "El tipo de piel y las necesidades individuales son muy variables; por ejemplo, no es lo mismo la piel de un niño que la de un adulto, una zona depilada que una pilosa, una piel sana o con problemas cutáneos como fotoalergias o acné", explica.

Afortunadamente, existe una gama muy amplia de fotoprotectores eficaces adecuados a cada necesidad individual. Para pieles morenas, se recomienda como mínimo un protector solar con SPF 15. Para las más claras, lo más indicado es a partir de un SPF 30, dependiendo del tiempo de exposición. Si se trata de una piel muy clara y con pecas debe aplicarse un SPF 50 o SPF50+. Además del SPF, debemos tener en cuenta el tipo de piel. Para las que tienen tendencia a la aparición de manchas, debemos protegerlas con un factor 50, independientemente de si son claras u oscuras.

Para pieles grasas es preferible una sin sustancias químicas. Para las sensibles, debemos declinar las cremas con perfume ya que pueden llegar a irritar la piel; las cremas con AGR son las más recomendadas en este caso ya que evitan las inflamaciones causadas por el sol. En resumen, es necesario leer bien las etiquetas de los productos o pedir opinión de los expertos para elegirlos correctamente.

Para los niños

Los niños necesitan mayor atención en esta cuestión. Es fundamental protegerlos con gorras, gafas y ropa adecuada. Y, además, hay que aplicarles de forma generosa una protección con SPF alto. Aunque existen muchos tipos de formatos (cremas, geles, lociones...) los aerosoles son muy recomendables para los más pequeños ya que son fáciles de aplicar.

Para niños entre uno y cinco años debe utilizarse un SPF 50+. En menores de seis meses se debe evitar usar protector solar por lo que es recomendable limitar su exposición al sol. Entre los seis y diez años, hay que elegir un protector alto (SPF30) o muy alto (SPF 50+).

En general, la exposición de nuestra piel al sol es acumulativa y sus efectos son irreversibles, por lo que es fundamental tomar precauciones. Una vez hayamos elegido el tipo de crema más conveniente, tenemos que aplicarla en generosas cantidades en todas aquellas partes que estarán expuestas al sol sin olvidarnos de orejas, pies cuello o coronilla.

Para la cara, dos líneas extendidas en dos dedos será suficiente; para el cuerpo, lo más conveniente sería llenar la palma de la mano de crema. Es recomendable salir de casa con la crema puesta, al menos 15 minutos antes de estar aire libre, no sólo cuando vayamos a la playa o la piscina. Debemos volver a aplicarla cada dos horas o con mayor frecuencia si se nada, se suda o se nota la piel seca. Y que las nubes no den falsa sensación de seguridad, ya que los rayos UV pueden pasar a través de ellas y quemar nuestra piel.

Por último, hay que tener en cuenta que el fotoprotector también caduca, por lo que hay que asegurarse de que su efectividad sigue siendo óptima. En definitiva, aunque es en verano cuando más nos exponemos al sol, debemos utilizar protector solar durante todo el año y mantener una actitud cauta: evitar las horas puntas de sol (de 12.00 a 16.00 h.), utilizar ropa adecuada y resguardarse en la sombra.