Ane Ibarzabal reconoce que ha salido de su zona de confort y que su nuevo programa le invita a soltarse y a mostrarse en otros registros. Han pasado 16 años desde que con mucha ilusión se fue a Madrid dispuesta a dejarse la piel en la profesión que le apasiona. Desde entonces ha cumplido muchos sueños y en agosto sacó un billete para regresar a casa. No sabe cuánto durará esta aventura, pero esta dispuesta a disfrutarla.

¿Qué tal sienta echarse a la calle a contar cosas?

Muy bien. El periodismo se hace en la calle, que es donde está la noticia, y los periodistas tenemos que estar en la calle. Es el sitio desde donde puedes contar lo que le sucede y le preocupa a la gente, donde puedes llegar a conocer sus historias y darles voz.

Ha pasado usted por muchas televisiones...

La verdad es que me quedan pocas cadenas por recorrer y mucho por aprender. Estuve en CCN+, en Cuatro, en Telecinco, en TVE, y ahora vuelvo a casa, a ETB.

¿Tenía ganas de hacerlo?

Puedo decir que no entraba en mis planes porque llevaba 16 años en Madrid, pero cuando uno de los productores ejecutivos me llamó por teléfono y me contó el proyecto, diciéndome que iban a ser historias humanas, me llamó tanto la atención que pensé: Es el momento.

¿Sin dudas?

Siempre las hay cuando tienes que tomar una decisión. Cuando me hicieron la propuesta me dije que era el momento de volver, y puedo decir que estoy muy feliz. Nunca se sabe, me vine con un billete de ida, pero con la vuelta abierta. ¿Volveré a Madrid? Sabe Dios.

¿Nota las diferencias entre un lugar y otro?

Sí. La intensidad y el ritmo de las televisiones en Madrid es estresante. He sido muy feliz, he pasado también momentos muy duros y he aprendido muchísimo. Aquí no es que sea más tranquilo, porque la televisión es lo que es, trabajamos a tope y hay que sacar un programa adelante todos los días, pero es como si bajaran los decibelios. He encontrado un poco de paz y estoy aprovechando esta temporada para aprender y tomármelo todo con más calma.

¿Qué prefiere, el magacín o el informativo puro y duro?

Hay un momento para todo. Es verdad que vengo de formatos más encorsetados, casi siempre he estado en informativos y tengo que decir que me encanta la información. Hice en su momento programas de corte social, de reportajes humanos.

¿Se siente cómoda en Nos echamos a la calle

Sí. Es una experiencia diferente que me está permitiendo verme en otros registros. En un informativo, salvo que haya una catástrofe, sabes cómo empieza y cómo va a terminar. Sabes lo que ocurre en cada minuto. En Nos echamos a la calle, cuando entro al plató no sé cuál va a ser mi registro, no sé por dónde van a salir las historias. Hacemos un recorrido por Euskal Herria con temas de información, de medio ambiente...

¿Improvisan?

No, tanto como improvisar de forma general, no, pero el programa te obliga a cambiar el registro según los temas. Me ayuda a aprender a soltarme. Yo estaba más acostumbrada a estar sentada en una silla, y esto para mí es un máster impresionante e interesante.

¿Deja muchas cosas en Madrid?

Dejo mi vida, o la que ha sido mi vida en los últimos 16 años. Me fui a Madrid con 22 años y he vuelto con 38. Intento ir siempre que puedo, llevo aquí dos meses y hay cosas que aún se me hacen un poco raras. Ha sido un cambio radical, pero todo lleva un proceso. En ETB me han recibido con mucho cariño, tengo unos compañeros muy majos y no me puedo quejar, porque el aterrizaje ha sido muy bueno. Allí dejo a mis amigos, mi vida y muchos recuerdos importantes de todo lo que he vivido en este tiempo.

Madrid es casi la mitad de su vida.

Y el lugar donde he trabajado, donde he aprendido muchísimo... Madrid es muchas cosas para mí. A veces me levanto por las mañanas y no sé si estoy aquí o allí, pero estoy contenta.

Independizarse cuesta hoy a los jóvenes y usted es de las tempraneras: 22 años. ¿Marca mucho irse tan joven de la casa de los padres?

La verdad es que cuando me fui con 22 años estaba encantada. Con esa edad creemos que sabemos de todo, aunque no sabemos nada. Me fui feliz a hacer lo que quería hacer. Siempre he querido ser periodista y contar historias. Esto ha sido un aprendizaje constante, ha habido momentos muy duros, he llorado mucho, me he metido muchas veces en la cama llorando, porque esta no es una profesión fácil y el mundo de la tele es complicado. Irte pronto de casa está bien porque es bueno aprender a volar solo. Tienes que aprender a sacarte las castañas del fuego y te haces fuerte. Yo me he hecho muy fuerte.

Como experiencia, buena.

Estupenda. Fui a Madrid a cumplir un sueño y lo he logrado. Ahora estoy aquí, pero la vida da muchas vueltas y nunca sabes dónde vas a terminar. Vivo un poco al día.

¿Ha vuelto a Durango, a la casa familiar, 16 años después?

Volví a finales de agosto y me fui a Durango a casa de mi madre. Estuve allí un tiempo, pero el programa se hace en Donostia, en Miramón. Al final, una hora en coche de ida y otra de vuelta todos los días se hace difícil. Hay que tener en cuenta que la autopista, la A-8, por la noche, los días que llueve mucho, es horrorosa. He estado encantada en casa de mi madre, me ha tratado fenomenal, nos hemos arreglado muy bien y me daba mucha pena dejarla, pero me he cogido un pisito en Donostia. Ahora hay fines de semana que me voy a Madrid y otros a Durango.

¿Qué le llevó al periodismo? ¿Era una profesión cercana a su familia?

Nada que ver con mi familia, pero siempre he querido hacer periodismo, desde pequeña lo tuve bastante claro. Recuerdo que cuando estaba en el instituto y fuimos a una jornada de puertas abiertas de la UPV, vi aquella facultad de Ciencias de la Información, con los platós, las cámaras€ y pensé: Yo tengo que estar aquí. Nunca he tenido muchas dudas, me encanta mi trabajo y eso es una suerte. No puedo pedir más a la vida.

Pero reconoce que es una profesión difícil.

Sí, hay que trabajar mucho, es una carrera de fondo y los primeros años son complicados, porque no sabes muy bien dónde estás. Aprendes de tus compañeros, ves cómo funciona todo y poco a poco vas formando parte de un mundo que te apasiona. Claro que hay momentos difíciles, pero tampoco creo que en otras profesiones sea todo más fácil. Lo importante es superar lo momentos complicados y seguir.

¿Cómo ha sido la vuelta a nivel personal, al margen de lo profesional?

Estoy aprovechando este tiempo de estar en Euskadi, que no sé cuánto será, para estar con mi familia y recuperar todo lo que he perdido estos años. Es como una nueva aventura. Están mis amigas de Durango, pero es verdad que ellas tienen una vida diferente a la mía y me toca empezar de cero. También diré que soy un animal bastante solitario y que me gusta mucho leer, tomarme un vino tranquila... Además, tengo una vida muy llena, está mi familia, la gente del trabajo, tengo ya 38 años y no ando en esa etapa en la que necesito salir continuamente.