"No se trata de olvidar, pero tampoco de cronificarse en el rencor. Siempre he defendido que el objetivo de la política penitenciaria de cualquier Gobierno tiene que ser la reinserción de los presos". Esa fue la reflexión que compartió Maixabel Lasa, viuda del político socialista asesinado por ETA Juan Mari Jauregui, ayer en la celebración de la cuarta Semana europea de la Mediación en Pamplona, donde fue galardonada con uno de los Premios Nacionales de la Mediación, un reconocimiento que también obtuvieron el Colegio de Abogados de Estella y el Departamento de Políticas Migratorias y Justicia del Gobierno de Navarra.

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Maixabel Lasa explicó los encuentros que ha mantenido desde 2011 con los etarras Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco, los dos integrantes del comando que atentó contra su marido y que se encuentran actualmente en tercer grado. La participación en esos encuentros con etarras fue totalmente voluntaria y libre, pudiendo abandonarlos en cualquier momento. "Esa libertad es esencial, porque quien comienza este proceso tiene que asumir un riesgo: dejarse transformar por lo que va a conocer. Se trata de una transformación que no se sabe de antemano dónde va a conducir ni qué modalidad va a adoptar, pero que en cualquier caso será liberadora y regalará buenas dosis de paz y serenidad", reconoció.

Para Lasa, "escuchar la narración del dolor de quien es víctima no es humillarse, sino todo lo contrario, supone respetar su propia dignidad al tener el coraje de atender el relato del sufrimiento causado. La mirada, los gestos y las entrelíneas del silencio avalan la verdad del momento".

En ese sentido, señaló que "el hecho de sentirse escuchado y comprendido en la humillación sufrida y la expectativa rota desanuda ese vínculo fatal entre quien provocó el sufrimiento y quien lo padeció. Aparece un nuevo momento interno que posibilita la coexistencia de dos polaridades compatibles: por un lado, la ira y la rabia, que van atemperando su intensidad, y por otro, la liberación, que posibilita la comprensión. Integrar estas dos polaridades sin excluir ninguna de las dos, sosteniéndolas en un complejo equilibrio, permite alcanzar cierta paz interior", resaltó.

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"Sin verdad, no hay memoria y, sin verdad ni memoria, no puede haber paz. Si no se reconoce el daño causado, tampoco puede aparecer la responsabilidad. La construcción de la paz necesita, además de las verdades oficiales, la expresada en primera persona por quien ha cometido el delito. Solo esta verdad recupera de algún modo el valor de la vida humana".

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"Y esta fue mi experiencia. En 2011, nos llegó una petición por parte de exmiembros de ETA de su necesidad de mostrar su pesar por lo ocurrido y nos pareció una iniciativa estupenda. Txema Urkijo fue el alma mater de estos encuentros y Esther Pascual fue la encargada de la mediación. Yo estaba convencida de que habían hecho un proceso de autocrítica, de que no volverían a repetirlo y que pensaban que esto nunca tendría que haber sucedido. Soy defensora de que todos merecemos una segunda oportunidad y se la ofrecí. Luis Carrasco fue la primera persona que lo pidió y tuvo la valentía de escucharme y contestarme a muchas preguntas".

El encuentro fue el 26 de mayo de 2011 en la prisión de Nanclares. "Durante la conversación, me di cuenta de que Luis estaba abatido y con la autoestima por los suelos. Tuve que decirle que había sido muy valiente por haberse enfrentado a su organización, recuperando su dignidad como persona humana. Después, nos hemos encontrado en varias ocasiones y la verdad es que se establece un vínculo que va a perdurar en el tiempo hasta que uno de los dos desaparezca. Intento interesarme por su situación personal. Sé que tiene el tercer grado, que ha hecho un curso de contabilidad y que está a la espera de hacer prácticas con alguna empresa".

Una relación similar mantiene con Ibon Etxezarreta, la otra persona que participó en el asesinato de Juan Mari. "Se puso en contacto conmigo por carta en 2011, nos hemos visto muchas veces y nos mandamos whatsapps con frecuencia. Sé que ahora trabaja en una panadería y siempre que lo veo le digo que viene con una barra de pan debajo del brazo", concluye.

"Si no se reconoce el daño causado, no puede aparecer la responsabilidad ni construirse la paz"

"Estaba segura de que los asesinos de mi marido estaban arrepentidos y merecían una segunda oportunidad"

Viuda de Juan Mari Jauregui