- Esta es la historia de María Berrio,María Berrio "gitanica, vasca y sanferminera" (como se definía ella), nonagenaria y matriarca del Casco Viejo de Pamplona que ayer nos dejó y ha sido un referente de superación, liderazgo y marca personal.

María era pequeña de tamaño (apenas medía 150 cm y no llegaría a los 45 kg) y enorme de corazón. Nos miraba con sus ojos azules y transparentes como ella, y nos preguntaba consejo sobre el médico y dolencias que iba sumando a la par que los años. Tenía una piel suave y fina. Era coqueta con su moño, y en los últimos años se quitó algún lunar de la cara que le hacían estar más guapa si cabe. Porque María siempre ha sido preciosa.

Enviudó muy jovencita y jamás abandonó el luto. En alguna ocasión me comentó que un par de veces, en la intimidad de su casa y su familia, vistió una bata de colores, pero que se veía muy rara con tanto colorincho". Nunca he visto vestir el negro con tanta luz como lo hacía ella.

A pesar de enviudar pronto tuvo tiempo de procrear una gran prole que le tenía muy ocupada y entretenida. Cada día, tras dejar en el colegio primero a hijos, luego a nietos, bisnietos y tataranietos, salía a las calles de Pamplona bolsa en mano repleta de calcetines para vender al vecindario.

La primera frase siempre era "ay corazón que guapa estás" y "anda, cómprame unos calcetinicos para ti o para tu marido, que mira que sois guapos los dos".

Y así, día a día y año a año, cada residente del Casco Viejo de Pamplona nos hemos hecho con cada una de las colecciones que María paseaba por las calles de nuestro barrio. Negros, deportivos, de colores. El muestrario siempre era variado y la persuasión para la compra una delicia.

Pero no sólo vendía calcetines, también portaba ungüentos mágicos para conquistar al amor de tu vida y que no te dejara nunca. Los perfumes no eran los más refinados ni mucho menos efectivos, pero los vendía como si fueran elaborados por el mejor alquimista egipcio o parisino.

María era original, auténtica, generosa, amable y una vendedora nata. Sin saberlo, era una gurú comercial de tomo y lomo.

Encontrarte con María y poder estar 15 minutos con ella era de lo mejor que te podía pasar en el día. Contaba anécdotas, y siempre recordaba con mucho amor a su marido, de vez en cuando cantaba suavecito canciones que eran un canto al amor y, además, te fiaba el material y podías pagarle cuando te volvieras a juntar con ella. Ya lo veis. María y el arte de cautivar.

María, si pudieras ver por un agujerico el vacío que has dejado en el barrio y cómo vuelan tus fotos y palabras de cariño en las redes sociales te emocionarías.

Queremos despedirte con tus calcetines. Con los que guardamos con un cariño y una ternura inmensa. Este fin de semana colgaremos calcetines en el balcón en tu memoria. Esos calcetines que nos han abrigado durante años y acompañado a caminar a tu lado.

Gracias y, como decías siempre al despedirte: "Qué Dios te bendiga".

>Sara Larripa Acedo