Visto lo visto, sería ingenuo pensar que la algarada parlamentaria protagonizada por la bancada de las derechas se limitó a una coincidencia coyuntural de discrepancias. Qué va. Más pertinente es deducir que era el ensayo general de un frente compacto y montaraz que se ha juramentado para impedir que prospere el Gobierno de progreso recién parido casi con fórceps. Ya en los discursos -o lo que fueran aquella retahíla de insultos y de agravios- los tres tenores del apocalipsis amenazaron con uniformar el paso de la oca para arremeter juntos contra la antiEspaña presidida por el felón Sánchez.

Ni cien días, ni diez, ni uno. Los tercios de Flandes se han arremangado para salvar a España desde ya. Mociones municipales, manifestaciones, escraches, algaradas, banderas, plazas de Colón y ruido, mucho ruido en los plenos y en las calles. Estos energúmenos han perdido absolutamente el pudor político y hasta el sentido del ridículo. Han sobreactuado, han hiperventilado, han mentido y han ofendido cuanto han querido en un desaforado alarde de matonismo en el que sólo les ha faltado la cabra de la Legión. En base al perverso plan de comunicación trazado por los más agresivos asesores de Casado, Abascal y Arrimadas, convirtieron los debates de investidura en un juicio sumarísimo contra el candidato y contra todos los que contribuyeran a su promoción.

Se sintieron cómodos los Casado, Abascal y Arrimadas chapoteando en sus injurias, reiterándose en sus falacias, proclamándose salvadores de España, de la Constitución y del Rey. Y a favor de obra, enardecidos por ese torrente de patriotismo impostado, sumaron como arrogante meadillla sus improperios contra “la ETA” y el nacionalismo vasco los dos diputados de Navarra Suma que en su vida se han visto en otra ni van a volver a recibir una ovación como la que les dedicaron magnánimos sus capataces.

Perfectamente sabían los asesores de las derechas que los berridos televisados tienen una resonancia cósmica en un país enganchado a Sálvame, y que las masas acríticas o desinformadas dan por bueno el exabrupto sobre todo cuando se le echa vehemencia y dramatismo desde el plató de las Cortes. Y eso, amigo, son más audiencias; y eso son más votos. Por tanto, el improperio orquestado y reiterado durante horas con la modulación correspondiente al talante de cada ladrador, iba a ser amplificado inmediatamente por los medios afines, los tertulianos y las redes sociales convenientemente adiestradas, quedando así el terreno abonado para la ofensiva del autodenominado “bloque constitucionalista” y garantizado el acoso infinito.

En base a esta perversa estrategia de comunicación, es descorazonador comprobar hasta qué punto han calado en buena parte de la opinión pública falacias como que Sánchez ha pactado con ETA, que quiere romper España, que va a gobernar contra la Constitución, que injuria al rey, que desprecia a las víctimas, que es un traidor y un mentiroso y que va a presidir un Gobierno ilegítimo. Y esa es la batalla que piensan librar la derecha extrema y la extrema derecha. Nos esperan tiempos duros, porque el bloque de derechas está convencido de que España es suya, que el Congreso también les pertenece, que sólo ellos pueden hablar. Ese va a ser el camino de la derecha extrema, ganar terreno con la ayuda de poderes que nadie votó, desde los mediáticos a los económicos, que en muchos casos vienen a ser lo mismo. Y ello con el fondo de ruido de sables, de sotanas y de togas, que para ello son especialistas.

Va a ser difícil, por supuesto, sacar adelante este proyecto de progreso con la fragilidad de toda experiencia novedosa y más aún sostenerlo desde unos apoyos tan plurales como casi contrapuestos. Las primeras impresiones no son optimistas precisamente, con los jueces incendiando Catalunya y la presión mediática asfixiando cada mínimo movimiento del bisoño Gobierno de coalición Pero vayámonos preparando para los tiempos de tensión que nos esperan a cuenta de la estrategia del bloque ultra, postfranquista y antidemocrático, que va a por todas.