l inicio del curso político ha llegado repleto de buenas voluntades. Tal vez haya sido la dureza de la pandemia, confinamiento mediante, que ha roto con el dogmatismo. O simplemente la perspectiva de un otoño difícil que requiere de un esfuerzo compartido. Pero la realidad es que prácticamente todos los partidos hablan hoy de buscar acuerdos y consensos. "No se entenderían posiciones políticas o sociales de bloqueo solamente por una estrategia de una parte", advierte la presidenta, María Chivite.

Suelen tener la tentación los Gobiernos de pedir el apoyo a sus rivales cuando vienen mal dadas. No tanto porque vayan a recibir su apoyo, sino por subrayar su voluntad negociadora en defensa del bien común frente al partidismo de la oposición. Una oferta que generalmente rechazan sus antagonistas porque en estas circunstancias su margen de influencia es muy limitado, y sostener al Gobierno los diluye como alternativa. Para bien o para mal, son las reglas de la política parlamentaria.

El debate no es menor. Sobre la mesa está Plan Reactivar Navarra, aprobado por el Gobierno pero al que al que todavía le falta concreción. Pronto llegarán los presupuestos, con menos financiación que en años anteriores, lo que obligará a ajustar partidas, a aumentar los ingresos o a volver a tirar de deuda pública. Habrá que priorizar. Y por encima de todo están los fondos europeos para recuperación económica. El gran proyecto común con el que la Unión Europea quiere redirigir el sistema productivo hacia un modelo digital y más sostenible. Entre 450 y 850 millones de tres años podrían llegar a Navarra si presenta proyecto sólidos y coherentes.

Así que hasta Javier Esparza ha aparcado su rictus serio y tono malhumorado para buscar la "unidad" y "fortalecer a Navarra" desde "la generosidad y la voluntad de acuerdo", aunque sin renunciar a "sus principios". También tiende la mano EH Bildu, cuya portavoz defiende hoy en una entrevista en este periódico que su coalición está dispuesta a llegar a acuerdos "si hay voluntad real" por parte el Gobierno de Navarra de cambiar las prioridades en las políticas públicas.

No es muy diferente el escenario en Madrid. Ciudadanos se ha abierto ya a una negociación con el Gobierno de Sánchez, que por si acaso juega también la baza de ERC a ver qué sale por ahí. Los republicanos, pendientes de las elecciones catalanas, también quieren negociar. Aunque apuntan que no son compatibles en un pacto con los de Arrimadas que Podemos tampoco ve, pero al que ya no se cierra en banda. Incluso el diputado navarro Santos Cerdán emplaza a UPN a dejar el "inmovilismo" del PP y secundar la estrategia pactista de su otro socio de coalición en Navarra Suma. Lo que no parece probable viendo cómo jalea la bancada de Vox cada intervención de sus dos diputados en el Congreso. Pero nunca se sabe.

En esas estamos en Navarra y en Madrid, donde dos Gobiernos en minoría han lanzado esta semana llamadas al diálogo y el acuerdo. Dos Ejecutivos de coalición que antes han tenido que limar asperezas internas, -entre el PSOE y Podemos en Madrid; entre el PSN y Geroa Bai en Navarra-, y cerrar filas de cara a un curso político en el que las incertidumbres van a seguir siendo mayores que las certezas, al menos mientras no llegue una vacuna.

A fin de cuentas, es al Gobierno a quien le corresponde fijar las prioridades. Y al resto decidir después si el beneficio de un apoyo es superior a su coste electoral. Si la suma de intereses confluye, habrá acuerdo, de lo contrario volveremos al punto inicial apelando a los mismos argumentos. Dando por buena una minoría parlamentaria con la que gestionar la prórroga presupuestaria que, en un contexto de contención del gasto público, tampoco resulta especialmente dramático.

Hay en definitiva juego político para las próximas semanas, en las que se enlazarán propuestas de diálogo y posiciones irreconciliables en medio de una coyuntura en la que no son fáciles de justificar las posiciones maximalista. Y en la que más allá de las apelaciones a la unidad y el consenso también habrá que plantear propuestas y concretar aliados. Todo no es posible.

El Gobierno foral cuenta a su favor con un contexto en el que no es fácil justificar el bloqueo, pero debe fijar prioridades y elegir aliados