donostia - No había decisión buena. Todas eran malas y terminaron con cientos de conductores metidos durante “cuatro horas en el puto coche”. Desesperados. Igual destino corrieron quienes decidieron mantener su posición en la N-I, parados primero, y avanzando “metro a metro” después, con “mucha paciencia”; como quienes, tras “mucho tiempo de espera”, decidieron dar la vuelta hacia el interior, tomar la nueva A-636 que atraviesa el puerto de Deskarga y conectar con la AP-8; o aquellos que apostaron por hacer un alto en el camino para comer, descansar, y probar por la antigua carretera que conecta Tolosa con Irura por Anoeta. “Al final estaba cortada y he tenido que dar la vuelta y volver al mismo sitio en el que estaba atascado cuatro horas antes”, se lamentaba ayer Peio, otra víctima del monumental atasco que bloqueó a miles de vehículos. No había escapatoria.

Cinco horas después del accidente y pese a que uno de los carriles ya llevaba más de una hora abierto (desde las 16.15), las retenciones alcanzaban su punto álgido: 22 kilómetros en la N-I. Desde Irura hasta Olaberria, en sentido a Donostia. Las consecuencias se hacían notar en Tolosa, Ordizia y Beasain, donde incluso los vehículos que venían desde la nueva autovía de Deskarga se salían a las vías comarcales y pueblos, ralentizando también el tráfico interior.

La pesadilla comenzó hacia las 12.30 horas y fue recrudeciéndose casi por sorpresa. Pocos se imaginaron tal afección cuando un camión que transportaba paja comenzó a arder, al parecer por una avería, cuando circulaba por la N-I a la altura de Irura. Fue el propio conductor, que resultó ileso, el que alertó a los servicios de emergencias. Las llamas se propagaron a la carga que llevaba en el semirremolque y el vehículo se vio obligado a detener su marcha en una parada de autobuses, fuera de los dos carriles de la marcha.

La intensidad de las llamas, y la envergadura de las labores de extinción que acarreó, provocaron finalmente el corte total de la vía, desviándose el tráfico por el barrio tolosarra de Santa Lucía. Una medida a todas luces insuficiente. El colapso fue total.

La situación fue empeorando, enredada por una concatenación de factores adversos, uno tras otro, en forma de nuevos accidentes, golpes y averías en mitad de la lluvia. Las retenciones iban a más y debido a las dificultades para enfriar la carga y a los trabajos de su retirada de la calzada, el corte de la N-I se tuvo que prolongar más de lo inicialmente esperado.

Horas después, hacia las 15.30 horas y sin que todavía se hubiese conseguido restablecer la circulación en ninguno de los dos carriles en dirección a Donostia, otros dos vehículos que circulaban por la misma autovía chocaban a la altura de Tolosa, en sentido opuesto, lo que provocó retenciones también al otro lado y el cierre total por momentos de los cuatro carriles.

Para colmo, otro accidente más en la AP-8, a la altura de Deba, en sentido hacia Donostia también, forzó el cierre de uno de los carriles de la autopista y originó cuatro kilómetros de colas, mientras la citada N-I seguía bloqueada, lo que terminó por completar la encerrona. Una tormenta perfecta.

“Parar y arrancar: metro a metro” Josune no la vio venir, aunque ya estaba avisada del accidente al salir de casa. Le había llamado una compañera de trabajo. Salió de Zumarraga a las 15.15 para llegar a su trabajo a las 16.00 en Donostia. No lo hizo hasta las 19.45. Cuatro horas y media después. “Pensé que igual me tocaría algo de retención pero no tanto. Primero hemos estado completamente parados una hora o más a la altura de Legorreta, pero luego se ha empezado a mover algo. Poco a poco. Después, en Alegia, hemos vuelto a estar parados una media hora y al final: parar, arrancar, metro a metro”, explicaba.

Libe no tuvo tanta paciencia y decidió, después de estar “un buen tiempo parada”, dar la vuelta, dirigirse por la nueva autovía de Deskarga (A-636) hacia Bergara y conectar con la AP-8 en Maltzaga..., con la mala suerte de que allí topó con otra retención. La que había provocado el accidente de la AP-8. “He salido y he conducido por la carretera de la costa hasta llegar a Donostia. Me he tirado cuatro horas en el puto coche”, lamentaba.

Peio tampoco se libró. Regresaba de trabajar de Zumarraga y cuando estaba a punto de llegar a Irura, zas, atasco. Decidió abandonar la vía, retroceder hasta Tolosa y “comer en el polideportivo”, confiando en que el nudo se deshiciese con el tiempo. Después, viendo que la N-I seguía colapsada, atravesó el pueblo y condujo por la carretera vieja hacia Irura, pasando Anoeta, pero se la encontró cerrada. “He tenido que dar la vuelta y ahora estoy en el mismo sitio en el que estaba atascado hace cuatro horas”, reconocía a este periódico en mitad del atasco.

La N-I no recobró la normalidad hasta la noche. Pasadas las 20.30 horas, ocho horas después del accidente, se restableció el tráfico en los dos carriles en sentido a Donostia, aunque la salida hacia Irura permaneció cerrada y aún había retenciones importantes que fueron aligerándose poco a poco.

Las consecuencias de la jornada, muy accidentada y con un trasvase permanente de vehículos que queriendo huir de un atasco colapsaban otras vías, se podían ver más tarde en el propio peaje de Zarautz, que registró hasta dos kilómetros de retenciones, después de solucionarse incluso el accidente a la AP-8.