Con tan sólo 10 años, Juanito Cortés Amaya tiene claro lo que quiere, convertirse en "el pintor más famoso del mundo", y aunque hace solo dos años que se puso en serio manos a la obra, sus cuadros ya valen más de 3.000 euros y han recorrido diversas ferias internacionales.

"Mi objetivo es que mis obras estén colgadas en todas las casas, galerías y museos, pero, sobre todo, ser el pintor más famoso del mundo", asegura en una entrevista desde el salón de su casa, en el barrio de Sant Roc de Badalona (Barcelona).

Y es que con más de 7.000 seguidores en las redes sociales y decenas de coloridos lienzos a sus espaldas, el estilo de este menor, que cultiva el expresionismo abstracto, no ha pasado desapercibido. "Quiero que mis obras expresen siempre alegría, felicidad y todo lo bueno. Nunca quiero que transmitan nada malo", explica para agregar que es su familia, su corazón y la vida en general de donde nacen los sentimientos que luego plasma en sus obras.

"Me inspiro en todo lo que veo, en todo lo que tenga líneas, formas y colores. Salgo a la calle y sólo veo color y líneas", continúa antes de destacar que prefiere los tonos "vivos", ya que expresan vitalidad.

La historia de Juanito se remonta a la de su abuelo, un anticuario cuya profesión hizo que su hijo se enamorara del arte, una pasión que acabó llegando hasta su nieto.

"A los cinco años siempre veía a mi padre leyendo libros y revistas de pintura y un día pensé: Si me gusta tanto verlo, voy a probar de hacerlo . Así que un día pedí que me trajeran lienzos y pinturas y comencé", cuenta el joven artista sobre sus "inicios", aunque no fue hasta los ocho años cuando "se metió de pleno".

Lo curioso es que Juanito no ha estudiado pintura, al menos no hasta este septiembre, cuando acudirá por primera vez a una academia en el vecino municipio de Sant Adrià de Besòs. "Siempre he sido autodidacta. Cuando hice mi primer cuadro, me encantó y pensé en qué tenía que hacer para que fuera más bonito. Así he ido mejorando hasta que al final he aprendido un poco", señala.

A día de hoy, relata, la pintura lo "relaja" y lo "desconecta del mundo": "Yo hago mi rutina normal y, de repente, me viene la inspiración. Entonces nadie me puede parar, me pongo mi ropa y pienso en cómo va a ser el fondo. Nunca improviso".

Para confeccionar una obra dice que siempre piensa antes "qué es lo que combina", por lo que "si no pegan" los colores, agarra otros tonos y los distribuye por encima de la tela. Y pese a su corta edad, no duda en citar a Picasso, Pollock, Klimt o Kandinski como sus referentes, entre los que destaca por encima de todo a Joan Miró, el pintor que le "gusta más" porque, como él, se sentía "libre" creando.

La mezcla de su técnica y sus ganas de pintar lo han llevado a recorrer ya varias ferias internacionales de arte, algunas en España, pero también en Italia, Francia el próximo año y la más reciente en Mónaco. Lo ha hecho de la mano de galerías como la Excellence Art Gallery de Marbella o la Art Nou Mil·lenni de Barcelona, que ha llegado a tasar una de sus obras en 20.000 euros.

Pero detrás del Juanito artista sigue existiendo un niño de diez años al que le gusta salir a la calle con sus amigos y que está loco por volver al colegio para encontrarse con sus amigos.