pocos metros de la muga de Navarra con Gipuzkoa, en el caserío Urto txiki, Vitorino Iparragirre tiraba ayer de motosierra para poner orden en el desastre que dejó el vendaval de la noche del martes al miércoles, con varios árboles caídos. "En los más de 50 años que llevo en Leitza no he visto algo semejante", aseguraba. Y es que nacido en Arantza, llegó a esta localidad a trabajar en la papelera. En Leitza se casó y ya es un leitzarra más. "Es un pueblo que acoge muy bien", asegura. Siempre ha vivido en Erreka, uno de los cinco barrios de caseríos de Leitza, muy cerca de Berastegi, dónde la familia tiene terrenos para el ganado, una de las cuestiones que planteaba dudas a los y las baserritarras. Y es que los animales no saben de la restricción de la entrada y salida de Navarra.

En un principio era el principal inconveniente en el día a día en este caserío. "Siempre hay relación con gente de Berastegi. Habrá que esperar 15 días", observó. Lo cierto es que no tiene lazos familiares con este pueblo de en torno a un millar de habitantes, ni tampoco con otros de al otro lado de la muga, a diferencia de otros leitzarras que tendrán que resignarse a no ver a sus hijos, nietos y amistades durante esta dos próximas semanas. No obstante, ayer se recordaba que el confinamiento también comenzó con dos semanas. "Lo que digan habrá que hacer. Aquí estamos entretenidos y no tengo ninguna gana de salir, sólo para lo imprescindible", aseguró Iparragirre, al tiempo que mostraba su preocupación por el avance del covid-19 en Navarra.

Del barrio de Erreka, del caserío Tolarea, es Xabier Gartzia Azpirotz, un joven de 19 años que trabaja en la gasolinera de Leitza, estación de servicio que se ha visto afectada por el cierre de la muga. "Viene mucha gente, sobre todo de Berastegi porque es la estación más próxima. Pero también de Elduain e incluso Berrobi, que está más cerca de Tolosa. Hay personas, sobre todo de cierta edad, que tienen la costumbre de venir a Leitza", observó. Este joven comenzó a trabajar en la gasolinera una semana antes de la declaración del estado de alarma. "Fueron unos días de locura, con mucha gente que vino a repostar y también con bidones", recordaba ayer. Parecida situación volvió a experimentar este pasado miércoles. "Hoy, por ayer, ha venido alguno despistado", observó.

Con la mirada que le da un trabajo de cara al público y su don de gentes, su percepción es que la población está cansada y nerviosa. "Está siendo muy duro, sobre todo para la juventud", comentó. Y hablaba con conocimiento de causa, como presidente del Parlamento joven. "Los y las jóvenes estamos construyendo nuestra personalidad y definiendo nuestro futuro. Con la pandemia es más difícil", abundó. Pero también se acordaba de los niños y las niñas así como de las personas mayores, y de que pronto llegará la Navidad, una fechas especialmente entrañables en las que no se sabe que pasará. "Hay mucha incertidumbre y preocupación, por la salud pero también por el trabajo y los ertes. La gente tiene miedo", aseguró.

Sakana también es zona limítrofe, por partida doble. Y es que buena parte de los pueblos de la comarca lindan con Gipuzkoa y con Álava con Ziordia. Lo cierto es que esta cercanía ha hecho establecer lazos familiares y también amistades entre ambos territorios "Hay mucha relación natural", apunta la alcaldesa de Ziordia, Olatz Irizar. "Hay vecinos y vecinas que tienen familia en Egino, Araia o Gasteiz. También hay ziordiarras que viven en Álava y Gipuzkoa y que tienen costumbre de volver al pueblo el fin de semana" añade. "Ha supuesto un poco de bajón. Supone sobre todo un choque emocional", observa la la alcaldesa. "La situación no es nueva y ya lo vivimos en la primera fase de la desescalada. Una vez más se ve que es una muga artificial", añade. Por otro lado, señalaba que los incordios que supone para la gente que debe acudir a trabajar. "Esta mañana había control en la venta de Egino", recordaba ayer.

Altsasu linda al noreste con Zegama e Idiazabal, en Gipuzkoa, y está a unos de 10 kilómetros de Álava. "No deja de ser un contratiempo y esperemos que sólo dure 14 días", observa el alcalde, Javier Ollo. Además de las familias que se ven separadas por lasnuevas medidas, considera que afecta sobre todo al comercio y la hostelería. "Hay costumbre de ir de aquí a estos territorios, y de que vengan aquí, sobre todo por actividades de ocio", apunta.

"La gente está cansada y nerviosa. La covid está siendo muy dura, sobre todo para la juventud"

Empleado de la gasolinera de Leitza