ruzar la frontera de Irun y emprender en Francia una nueva etapa, si no la última, de su largo y penoso viaje en busca de un futuro mejor, era el objetivo común de Tessfit, Yaya y Abdoulaye, los tres jóvenes africanos que, sin conocerse, han compartido también el mismo final: estaban desesperados y han perdido la vida en los últimos 4 meses en el Bidasoa.

Tessfit era de Eritrea, tenía 21 años y se suicidó el 18 de abril en la zona de Azkenportu de Irun (Gipuzkoa), a orillas del río Bidasoa que hace frontera natural con Hendaya (Iparralde).

Muy cerca de allí y un mes después, el 22 de mayo, apareció flotando en el agua el cuerpo de Yaya Karamoko, de 29 años y natural de Costa de Marfil.

El río fronterizo se cobró la tercera muerte el 8 de agosto, la del guineano Abdoulaye Koulibaly, de 18 años.

Eran tres de los casi 600 migrantes de media que llegan a Irun cada mes. Según la información facilitada a Efe por el director de Migración y Asilo del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, y la responsable de los Programas de Migración de la Cruz Roja en la CAV, Nahia Díaz de Corcuera, 4.475 extranjeros en tránsito han utilizado en algún momento los recursos asistenciales puestos en marcha por las instituciones, en su mayoría en Irun.

Esta cifra supone superar en menos de ocho meses las 3.493 personas registradas en 2020 -un año condicionado por las limitaciones de movilidad de la pandemia-, y las 4.244 de todo 2019. El número de migrantes de paso por Irun se presupone sin embargo más elevado, dado que no todos acuden a reponer fuerzas en los albergues habilitados.

La Red de Acogida de Irun, una plataforma ciudadana integrada por unos 50 voluntarios, maneja similares números. Una de sus portavoces, Anaitze Agirre, ha explicado a Efe que uno de sus grupos de voluntarios, el gautxori, se desplaza cada noche a la estación de autobuses de Irun para detectar a los migrantes que llegan desde varios destinos -de 15 a 20 al día- y acompañarlos al centro que gestiona la Cruz Roja en la calle Hilanderas.

"El perfil de las personas" atendidas en este recurso es el de "un varón, negro, de 18 a 25 años" y procedente de Guinea Conakri o Mali, aunque también llegan de otros países del África subsahariana y son frecuentes los magrebíes, mientras que las mujeres son claramente una minoría. El retrato lo hace la responsable de la Cruz Roja, quien lamenta las muertes de los tres migrantes y trata de explicar el contexto en el que se han producido.

"Cuando inician su proceso migratorio -asegura Díaz de Corcuera-, tienen un destino definido y su propósito final es alcanzarlo. Han sufrido un viaje muy largo y difícil: desde sus casas, tardan incluso años en llegar a la costa (de Marruecos) y coger una embarcación precaria que les lleve a cualquier punto de la península o las Islas Canarias... Es un viaje tan arriesgado que, cuando están ante el río Bidasoa, no ven el peligro".

Desde que en marzo se tuvo constancia de que algunos habían alcanzado territorio francés cruzando el río a nado y otros lo habían intentado, el personal que los atiende e informa en los albergues "ha reforzado" sus mensajes de "precaución", para evitar que se lancen al agua y sean víctimas de las fuertes corrientes o los pozos de fango, que son un riesgo incluso para buenos nadadores, y ellos no suelen serlo.

El Gobierno Vasco acaba de colocar unos carteles en tres idiomas -francés, inglés y árabe- a la entrada de los centros de acogida, en los que figuran sendas fotos de los fallecidos junto a la advertencia: "¡Cuidado! El río Bidasoa es peligroso" y "puede convertirse en una trampa mortal".

Legarreta agrega que "el objetivo de esta gente es quedarse en Irun el menor tiempo posible", para "descansar, comer, pegarse una ducha o cargar el móvil", y "proseguir viaje", no se suelen quedar más de 3 o 4 días. Sin embargo, "últimamente, todos tienen problemas para pasar la muga", afirma el director de Asilo y Migración, quien declara que "ya es una evidencia" que "se están produciendo devoluciones en caliente" desde Francia y "hay controles rigurosos" de la policía gala en los tres puentes internacionales -Santiago, Behobia y Biriatu-.

"No están respetando los acuerdos Schengen" de libre circulación por Europa, denuncia Legarreta, que rechaza el argumento de "la alerta terrorista" o "la pandemia" que "ha usado Francia para justificarlo".

El alcalde de Hendaya, Kotte Ezenarro, cuando estuvo en Irun en mayo en el acto de repulsa por la muerte del joven de Costa de Marfil, habló de "240 agentes" de la policía francesa de fronteras desplegados en su municipio y de que se habían intensificado asimismo los controles en los montes cercanos, en los caminos usados por los antiguos contrabandistas.

Varios agentes sociales y políticos hablan sin tapujos de "controles racistas", no sólo Irungo Harrera Sarea en sus comunicados, y basta con permanecer un rato en el puente de Santiago para ver la carpa que tiene la Policía Nacional gala en un control permanente, en el que para y pide documentación a viandantes u ocupantes de vehículos de raza negra o rasgos árabes.

Agirre considera que las políticas de migración, control y recepción" de la UE "no respetan los derechos humanos" y "empujan" a los migrantes a "asumir riesgos mortales".

A su juicio, el suicidio del joven eritreo en abril y los ahogamientos de mayo y agosto en el Bidasoa "no son sucesos fortuitos" sino "consecuencia de las nefastas prácticas contra el fenómeno migratorio".

Un mes antes del primer fallecimiento, el 18 de marzo, la plataforma ciudadana había alertado de que "el cerrojazo" de la muga fomentaba "los riesgos de muerte" de los migrantes que intentan atravesarla. "No podemos dar por buenos -dijo entonces- los muertos en el Mediterráneo, ni en el Atlántico, y mucho menos inaugurar un nuevo cementerio en el Bidasoa". La portavoz insiste en que las instituciones vascas en vez de "echar balones fuera" y "escudarse en la falta de competencias", deberían revisar "los criterios restrictivos" que "imponen" a los extranjeros en tránsito y ampliar la acogida y atención que se les presta, para que "el desamparo por acción u omisión" no les empuje a "tomar decisiones desesperadas".

Y en medio de esta situación, hay quien busca obtener beneficio: el 1 de mayo un hombre fue detenido en Francia acusado de ayudar a pasar la frontera de Irun a unos 280 migrantes en su vehículo particular y obtener por ello 28.000 euros; y el 3 de agosto fue arrestado otro en el paso por el collado de Lizuniaga, en Navarra, por presunto traslado ilegal de personas y contrabando de tabaco.