Elon Musk vuelve a mover sus fichas en el tablero empresarial. Su empresa de inteligencia artificial, xAI, ha adquirido X (antes Twitter) en una operación valorada en 33.000 millones de dólares en acciones. Este movimiento, más que una simple compra, es una reconfiguración interna de su propio imperio tecnológico, uniendo bajo un mismo paraguas dos proyectos que ya estaban estrechamente vinculados.
La integración de xAI con X no sorprende. Desde su llegada a la red social, Musk ha impulsado la inteligencia artificial dentro de la plataforma, desde los algoritmos de recomendación hasta su ambición de convertirla en una app para todo. Ahora, con la compra desde su otra empresa, la fusión es total. Pero, ¿es un movimiento estratégico o simplemente una forma de disfrazar pérdidas?
Desde que Musk compró Twitter en 2022 por 44.000 millones de dólares, la empresa ha visto caer su valor. Hoy, con la deuda descontada, se estima en 33.000 millones. Esto significa que los inversores que entraron en la última ronda de financiación han visto cómo su apuesta se deprecia sin remedio. Y aquí es donde la jugada de Musk se vuelve más turbia: al venderse la empresa a sí mismo, puede revalorizar artificialmente su nuevo activo sin que el mercado lo cuestione demasiado.
Otras fusiones
Este tipo de movimientos recuerdan a la adquisición de SolarCity por parte de Tesla en 2016, otro caso en el que Musk consolidó negocios bajo su control, levantando sospechas de conflictos de interés. La diferencia es que, esta vez, no se trata solo de dinero, sino de una apuesta clara por la inteligencia artificial aplicada a la comunicación digital. X se convierte en el laboratorio de pruebas de xAI, un espacio donde los modelos de IA pueden aprender, evolucionar y, posiblemente, moldear la conversación global a su antojo.
¿Y las consecuencias?
Pero ¿qué significa esto para el usuario? En el mejor de los casos, X podría mejorar en su funcionamiento, con una moderación más eficaz y un algoritmo más inteligente. En el peor, podría convertirse en un experimento sin control, donde la IA amplifique las voces más extremas y polarizadas. Musk ya ha demostrado que no teme convertir X en un espacio caótico. Ahora, con xAI al mando, la pregunta es si ese caos será dirigido por humanos… o por máquinas.
Este es el nuevo capítulo en la historia de Musk y su obsesión con la letra X. Un episodio que podría marcar el inicio de una nueva era en la inteligencia artificial aplicada a las redes sociales o, simplemente, otra maniobra más para mantener el control sobre su juguete favorito.