Esperanza Aguirre ha definido a la perfección el surrealismo con su teoría de suspender la Final de la Copa del Rey si se escuchan pitos a la hora del himno nacional. Como esta peli ya la he visto con el permiso de los que juegan la final se la voy a contar.
Todo empieza tras la ceremonia de unos jugadores que miran al cielo, o calientan los músculos y los hay que viven unos segundos de concentración antes de darlo todo en el campo. Con los primeros compases el rugir de pitos es tan atronador que apenas se oye la música. Los encargados de la megafonía suben el volumen tratando de paliar el griterío. La suben el máximo. El himno -que por cierto no tiene letra- se impone sobre los gritos. En ese momento el árbitro a instancias de la jueza de linea, la presidenta de la Comunidad de Madrid, suspende el partido. Los jugadores se miran y se van poco a poco a los vestuarios después de aplaudir a sus aficiones respectivas. Los últimos en dejar el campo son los árbitros. La gente va desfilando del estadio también con toda tranquilidad. A la salida es cacheada. Se les toma el nombre y, uno a uno, van posando por el trámite de la detención; ya saben: fotos de frente y de costado, además de las huellas dactilares. Algunos se quejan de que no han hecho el más mínimo grito contra el himno pero no sirve de nada. La policía implacable va haciendo, poco a poco, su trabajo. Pasa un mes y ya están a punto de identificar a los últimos delincuentes cuando llega uno que dice ser el padre de un espectador americano; que no sabe nada de su hijo desde el día de la final y muestra una foto. Un detenido a punto de morir asegura que vio como se lo llevaron maniatado hacia la carretera de Guadalajara. Por cierto, el padre se parecía a Jack Lemon.