PAMPLONA. Su vida laboral transcurre en dos siglos muy diferentes; el actual con la serie Pulsaciones y el siglo XIV con la superproducción de Antena 3 PulsacionesLa catedral del Mar

Pulsaciones y La catedral del Mar, corren malos tiempos para los actores, pero usted no se puede quejar.

-Estoy teniendo una época de bastante trabajo, no me quejo. Además, son papeles muy interesantes. Uno siempre aspira a tener trabajo y luego a papeles que te den margen para disfrutar.

Hablemos de Pulsaciones, ¿cómo es su personaje?

-Soy Álex Puga, un neurocirujano de éxito, es un poco déspota y prepotente; tiene cierta torpeza a nivel social y emocional. Es un hombre muy obsesionado con su trabajo lo que le motiva un ataque al corazón. A partir de ahí pasan muchas cosas, un trasplante que le hace sentir situaciones nuevas.

¿El trasplante le modifica la vida?

-Le hace cambiar drásticamente, le hace vivir la vida de su donante sin saberlo y sin quererlo.

Viaja usted en el tiempo con una facilidad asombrosa, una serie ambientada en el siglo XXI y otra en el siglo XIV.

-Es curioso, te pones un disfraz, te pones otro. Hacer dos tipos de personajes tan diferentes y de épocas tan distintas, median siete siglos de diferencia, te hace ver lo que tiene esta profesión de oficio y de artesanía. Al fin y al cabo, el trabajo es el mismo, interpretar.

Pero supongo que hay diferencias.

-En el caso de La catedral del Mar, la serie del siglo XIV, el disfraz te pesa más, la ropa es más aparatosa, rodamos con caballos y vivimos en las costumbres de ese tiempo. En el rodaje de Pulsaciones, que es contemporáneo, la forma de vestir es mucho más cómoda. Pienso que las diferencias más importantes que hay están en la ropa.

¿Se podría considerar a Pulsaciones una serie de médicos?

-Yo diría que el tema médico es más anecdótico, trata el tema de la neurocirugía como punto de partida. Para grabar las escenas de operaciones y darles más verosimilitud, vimos intervenciones de neurocirugía y tuvimos un asesor que nos dio pistas.

¿No le impresionó ver intervenciones, y más de neurocirugía?

-Me quedé helado, parecía ciencia ficción. Una cosa es que te cosan una herida abierta y otra que abran una cabeza y hurguen en ella, es alucinante. Son unos auténticos magos.

¿Le impone la medicina?

-Mucho. Yo soy de letras, primero estudié Humanidades y después Interpretación. En mi familia sí hay científicos, mi padre es químico y mi hermano, físico.

¿Usted de dónde ha salido?

-Soy un poco extraño, no tengo ni idea de dónde he salido, mi madre es enfermera. Curiosamente, no tengo antecedentes familiares de actores. Al principio, como desconoces este mundo, no sabes cómo te vas a ganar la vida con este oficio o si te la vas a ganar siquiera. Por otra parte, lo mío siempre ha tenido una parte de vocación. Me ha llevado la vida a trabajar de actor.

¿Más televisión que cine o teatro?

-Me he formado en teatro, es donde mejor me siento; me he bregado en televisión y menos en cine. Me apetece bastante hacer películas. Es un lenguaje diferente en cada medio. A mí me apetecen todos.

¿Qué le resulta más fácil de interpretar, un personaje histórico o de época o uno contemporáneo?

-Las historias que se remontan a otras épocas tienen ese sabor épico y poético que gustan, que las hacen más creíbles a los ojos del espectador; tienen eso a su favor. Las historias de hoy en día son más difíciles, son más cercanas y necesitan ser más precisas; en ambos casos, si lo que cuentas es bueno, resulta apasionante.

Usted tiene experiencia en temas históricos, estuvo en Hispania.

-Sí, fue una serie impresionante, estuve dos años. En Hispania fui uno de los personajes de doble moral.

Últimamente se prodiga mucho en este tipo de personajes. ¿Le gustan? ¿Dan más juego?

-Son más difíciles de interpretar. Son en los que hay que romper más moldes preconcebidos. Quizá, en ocasiones, por eso de querer contentar a todo el mundo, tendemos a hacer personajes de brocha gorda.

¿No le gustan?

-Tampoco es que los rechace. Pero los malos, demasiado malos, y los buenos, demasiado buenos, no son reales; si empezáramos a pormenorizar un poquito más, se agradecen otros perfiles. La vida es de grises, es de claros y oscuros. A mí me gustan más los personajes de doble moral, los que tienen muchas caras, a la hora de trabajarlos son mucho más agradecidos y más reales.

Con La catedral del Mar han recorrido ustedes muchos lugares.

-Ha sido un viaje impresionante, ha sido un rodaje de cinco meses muy intenso y agradecido. El 80% de las grabaciones se han hecho en exteriores, y eso le da cierto valor a la historia, le da empaque y fuerza.

¿Cómo actor se siente mejor en exteriores?

-Te sugestiona mucho más, es más agradable estar fuera que en decorados de cartón piedra. También me gusta más la calle que estar en un plató todo el día, esto acaba pesando mucho.

¿Había leído el libro antes de que le ofrecieran el papel de Joan, el franciscano radical de la serie?

-¡Vaya papel! El libro lo empecé a leer cuando me dijeron que iba a hacer este personaje. Me pasó una cosa curiosa, cuando llevaba una buena parte del libro leída, me mudé de casa, y ahora mismo está debajo de ocho cajas más. Acabé enterándome de lo que pasaba en La catedral mar leyendo los guiones.

¿Se ajustan los guiones a la historia?

-Cuando tienes que adaptar el libro a la pantalla tienes que utilizar otro registro, otro lenguaje. Tienes que concretar puntos que cuando están en la memoria del lector pueden resultar muy amorfas o muy generales; cuando grabas no puedes quedarte con todo lo que aparece en el libro, hay que elegir. Creo que en este caso, el trabajo de adaptación ha sido fantástico y solo nos queda emocionar con la serie como ha emocionado la novela.