pamplona. Pablo Hermoso de Mendoza volvió a protagonizar un fin de semana triunfal en su undécima temporada taurina en México. Salió a hombros por la puerta grande las plazas de toros de Monterrey (tras colosal faena al toro Diablito), Saltillo y Durango.

En el coso Lorenzo Garza de Monterrey se agotaron las localidades al reclamo del propio Hermoso de Mendoza y de una corrida maratoniana con la lidia de ocho toros. La página en Internet del rejoneador de Estella describe la faena del rabo del centauro estellés de la siguiente manera: "Lo que quedaba en chiqueros para la segunda labor del rejoneador era un toro berrendo, de enorme presencia, posiblemente el toro más grande que Pablo haya lidiado en toda la temporada. Pablo venía de atrás, habría brindado el toro a su buen amigo José Antonio Fernández y se la tenía que jugar, por eso castigó al toro con Estella, pero apenas lo corrió. Dos rejones de castigo y pocas carreras para que el toro aguantara en banderillas".

Y prosigue: "Aquí es donde vino la sinfonía de arte, primero con Silveti, quien ante toro grande, pareció crecerse. Llegó a las reuniones y en el momento de cambiar el pitón, se achicaba y se ponía por debajo del toro, para cuando pasaba por su cara, crecerse y mirar al toro desde lo alto, colocándolo en el mismo estribo que es donde Pablo dejaba el palitroque. Por dos ocasiones realizó la suerte, antes precisamente de encelar al toro con la cola y llevarlo una vuelta completa al anillo toreado y pegado a la grupa. Emotividad y valor a partes iguales de un Silveti inconmensurable. La labor la siguió por altos derroteros ahora con Caviar, quien sí que tenía la misma altura que el astado. No le importó al joven hijo de Chicuelo que se fue contra él cada vez que su jinete lo requería. Se lo pasaba desde el pecho hasta la cola, pasando por la barriga en templadas reuniones y lo remataba con piruetas en las salidas. El público regio lo estaba pasando en grande y la fiesta la continuó Pirata, ahora con más toro enfrente, le dejó tres cortas en lo alto y que con el par a dos manos consiguió levantar al público de sus asientos".

"Todo estaba preparado para que Pablo entrara a matar y en esto que parte del público comenzó a pedir el indulto para Diablito. Pablo dudó y la presidencia indicó que el toro debía morir. Hubo momentos de confusión, pero al fin el navarro enterró un soberbio rejonazo en todo lo alto que finiquitó entre aplausos del propio caballero al buen toro de Fernando de la Mora. Precisamente el ganadero daría la vuelta de honor con Hermoso de Mendoza, quien paseaba en las manos, los merecidos máximos trofeos de Diablito", concluye.