pamplona. El escritor navarro Juan Gracia Armendáriz presentó ayer en sociedad a su último retoño literario, Diario del hombre pálido, una obra que primero vio la luz en Internet, en bloques de diez días, y que ahora sale editada en su totalidad de la mano de Demipage.

Según explica el propio autor de la obra, "este libro comenzó como una colaboración con la revista digital La casa de los Malfenti. Posteriormente, la editorial Demipage troceó esas entregas y las fue enviando por correo electrónico desde su blog. Es decir, yo simplemente escribía y la editorial distribuía uno, dos o tres días del diario, dependiendo de la extensión del texto. Pero, finalmente, la idea era que todo esto no se quedara en el mundo virtual sino que se trasladara al papel. Esta mismo proceso ya lo habíamos realizado con mi anterior libro, Cuentos del Jíbaro, por lo que ya teníamos un poco de experiencia". Un travesía, de la red a las librerías, en la que los textos originales "apenas han sufrido cambios, ya que las entregas se realizaron en bloques de diez días, precedidos por un cita que introdujera al lector en el tono de lo que se iba a encontrar. Y ésa ha sido la forma en la que también se ha publicado en papel; aunque, tras el repaso exhaustivo, siempre se corrigen pequeñas erratas, casi cuestiones que se podrían denominar de peluquería".

Diario del hombre pálido es el reflejo del difícil tránsito por la enfermedad que Juan Gracia sostiene sobre sus espaldas aún hoy. Un deambular sufrido en el que la escritura, además de ser una necesidad intrínseca, ejercer en cierta forma como terapia. "Yo simplemente empecé a escribir sobre la experiencia de mi enfermedad porque sentía la necesidad de hacerlo. De hecho, éste ha sido el libro en el que con mayor necesidad me he lanzado a la escritura. De todas maneras, sí creo que ha habido algo de terapia, ya que la escritura, aunque sea en forma de diario y fragmentaria, te ayuda a recomponer cosas que, de otro modo, quizá, se pierden en el camino. La narración te permite dar una dirección a las cosas y, quizá, un sentido. Pero el sentido del libro no fue la terapia, sino la necesidad, casi física, de escribir lo que estaba viviendo". Una necesidad en la que, pudiendo pasar por encima, tratando el tema de manera aséptica e incluso alejada, el autor se sumerge hasta el punto de desnudar su sufrimiento ante el lector. "El libro es ciertamente indiscreto, como deben ser los diarios; y, además, en este caso tiene una vocación de intimidad compartida. Yo tenía la idea muy clara de que necesitaba escribir con una voz que fuera lo más verosímil posible; es decir, he evitado la retórica y recrearme en la faena. Así, desde el punto de vista del estilo, la voz es muy limpia, desnuda y tersa, porque esa es la voz, contenida y sincera, que me venía para contar la enfermedad". Curiosamente, el diario de Juan Gracia no finaliza, en el sentido de que la enfermedad no llega a término, ni en el buen sentido ni en el malo, sigue ahí... "He incluido una cita de Julio Ramón Ribeyro en la que dice que un diario sólo se interrumpe cuando se alcanza un objetivo. En este caso, ese final no ha sucedido, ya que sigo en la lista de espera para trasplante; por lo tanto, según Ribeyro, debería seguir escribiendo... Pero había que ponerle un final y lo que hice fue terminar el diario de forma abierta, luminosa y esperanzadora". Un final que quizá tenga continuidad cuando Juan Gracia consiga su ansiado trasplante, aunque ahora el autor tenga otros frentes literarios.