Fecha: Domingo, 23 de enero. Lugar: Sala Tótem, Atarrabia. Intérpretes: Combichrist, banda integrada por Andy Laplegua, a la voz; Z-Marr, a sintetizadores, samplers y teclados; Joe Letz, a la batería, y Trevor Friedrich, a las percusiones. Como teloneros abrieron noche Mortiis. Incidencias: Concierto de presentación de Making Monsters, último CD de la banda. Cerca de 2 horas y media netas de música en directo. Asistencia discreta, público llegado principalmente de comunidades limítrofes que disfrutó de la velada.

lOS noruegos Combichrist colmaron con el presente concierto las expectativas en ellos depositadas por el centenar largo de personas que, llegado de fuera en su mayor parte, acudió a Tótem, reverdeciendo las buenas vibraciones que dejaron en los bolos que ofrecieron en 2009-2010, abriendo para Rammstein. Sin que compareciera grupo invitado alguno -más allá de los anunciados en el cartel-, la velada arrancó con la actuación de los igualmente noruegos Mortiis, proyecto musical de Håvard Ellefsen, quien, secundado por dos guitarristas y baterista, llenó su parte de noche? de techno-metal-core -si se nos permite la etiqueta-, personal estilo donde los haya claramente marcado por tintes de black metal & metal gótico, darkwave, rock post-industrial & ambiental y glam; con una forma de hacer música que, rica en connotaciones futuristas y apocalípticas, se mostró férreamente sostenida sobre un premeditado y, a nuestro juicio, exagerado uso de los graves, dando la sensación de que con los mismos se buscara reemplazar al bajo? incluso tratando de recrear su sonido extrayéndolo del bombo de la batería; y lo cierto es que el pase del cuarteto gustó: además de por la música brindada, por su impactante puesta en escena, con el encargado de los efectos luminotécnicos jugando todo el tiempo con luces (imprescindibles las mismas en una actuación así, en pro, valga la redundancia, del lucimiento del hecho musical) y sombras, creando sugerentes ambientaciones desde la mesa. Y acto seguido, tras los 45 minutos de que dispusieron, sobre un entarimado delimitado a derecha e izquierda por una espectacular batería colocada de canto y por un no menos espectacular set de percusiones (escoltando ambos a sintetizadores y teclados), a continuación, en ésta, la noche de los estilos de nombres largos -tal y como la podríamos definir-, de manos de los esperados Combichrist, la hora del techno body music. Del metaltronic -si se nos permite el posible acrónimo- o música electrónica con alma de metal, hecho musical que, erigido sobre sintetizadores y teclados siempre, espectacularmente apuntalado por baterista (cómo lució su forma de tocar, sentado de canto como estuvo), y por el percusionista, y rubricado de manera redonda por la bronca voz del cantante, entre brillantísimos juegos de luces nuevamente, se reveló ora más atmosférico, ora más que propicio para el baile, destacando a este respecto composiciones como Rain of blood, Electro head (por lindes sonoras cercanas a las exhibidas por Prodigy, temas con los que despegó totalmente la actuación) o Bobby beet, más próximo al sonido de Rammstein, rítmicamente hablando; ¿la diferencia respecto a la música facturada por los alemanes? Que aquí no sonaron guitarras -básicamente-; y sí, al igual que Mortiis, Combichrist gustó a los presentes, a un público que lució curiosos looks -incluso gorras de plato en algunos casos- y que, en las primeras filas principalmente, tal vez animado a ello por los más que dinámicos vocalistas (no dejando ambos de danzar impulsivamente de un lado a otro del escenario), incluso bailó ciertamente entregado. Sacudido por una velada que, se mire como se mire, con el único lastre de la asistencia, lució espectacular.