MADRID. El Grupo 7 está formado por cuatro agentes que trabajan para "limpiar" las calles de Sevilla de delincuentes y drogadictos antes del gran acontecimiento mundial que fue la Expo'92, capaces de cualquier cosa y rudos como sólo pueden serlo hombres que ya eran policías durante el franquismo.
Así explica Alberto Rodríguez (7 vírgenes, 2005) el argumento de su quinto largometraje que, a pesar de las apariencias, es todo ficción. "El Grupo 7 nunca existió", explicó Rodríguez ayer en Madrid junto al resto de los protagonistas de la cinta: los policías Ángel (Mario Casas); Rafael (Antonio de la Torre); Miguel (José Manuel Poga) y Mateo (Joaquín Nuñez), y Elena, la "esposa" de Ángel, Inma Cuesta. La película se estrena el viernes 30 de marzo.
El guión, escrito a medias con Rafael Cobos, guionista también de After, su anterior película, partió de un sumario de un pequeño caso de corrupción. "Era una cosa muy miserable, muy doméstica, y de ahí sacamos el ambiente", detalla Rodríguez. Los sucesos que salpican la cinta los tomaron de los diarios de la época; de hecho, confiesa el director, "hay una escena entera con diálogos sacados de un artículo de Interviú".
"Aunque esto sea una película de acción, al final es una película de personajes; era lo que me interesaba más y lo que tienen en común las películas que he hecho, que hablan de la condición humana, y la condición humana está llena de contradicciones. Eso es lo que llena un personaje, que piensa de una manera y actúa de la contraria", resume Rodríguez.
La película está contada de forma cronológica desde 1987, año que comienza a trabajar el grupo, hasta 1992, fecha de la Expo, salpicada por imágenes reales de la construcción del entramado que puso patas arriba la ciudad y situó a Sevilla en el mundo. La España de la Expo "dejaba atrás el franquismo y tocaba enseñar al mundo la Sevilla moderna; la casa tenía que estar limpia, y si no daba tiempo -ironiza el actor Antonio de la Torre- pues se mete lo que haga falta debajo de la alfombra. Y los policías hacen lo que pueden".
Respecto a su papel, Mario Casas, apuntó resaltó que "más que las palizas físicas, lo que más me costó fue estar en un bar con alguien con quien no hablas y tienes que contarlo todo con la mirada. Esas son las secuencias que te vuelven loco, que te dan vueltas en la cabeza y con las que llegas a casa rayao".