málaga - El Festival de Málaga ha forjado un idilio con el cine de esta ciudad, cuyas calles se convierten además en escenario de las secuencias de acción de Toro, la película de Kike Maíllo que abrió ayer la decimonovena edición del certamen, un retrato de un hampa sureña con Mario Casas, Luis Tosar y José Sacristán.

Persecuciones de coches por las calles más céntricas de Málaga y por el cauce seco del río Guadalmedina o saltos del protagonista desde el balcón de un hotel de la Costa del Sol son ingredientes que no faltan en el primero de los dieciséis largometrajes de la sección oficial del Festival, presentado fuera de concurso.

Dos hermanos se reencuentran después de cinco años en los que uno de ellos (Mario Casas) ha estado en la cárcel y el otro (Luis Tosar) ha robado a un peligroso perista (José Sacristán), por lo que ahora huye junto a su hija. Para Kike Maíllo, la mayor dificultad en una película “con tanto frenesí y tanto movimiento” era “encontrar un espacio para que los personajes puedan parar y explicarse a sí mismos”. “Pese a las reglas del juego del género, hemos intentado contar por qué los personajes han llegado a ese punto”, afirmó Maíllo, quien añadió que “en una película donde acecha tanto el peligro, es complicado detenerse para que ellos se puedan explicar”. El director considera que el personaje de Mario Casas “proyecta la idea de un héroe, un alma pura, que se va a acabar ensuciando las manos”, mientras que el de Luis Tosar “tiene algo truhanesco, y no se sabe si es el bueno, el feo o el malo”. Mario Casas cree que Toro no es sólo una película de acción, sino “un thriller con personajes” cuyas escenas “muestran dónde viven estos personajes” y, en el caso del protagonista al que encarna, es alguien para quien la violencia “es su vía de escape y de donde viene educacionalmente”. En opinión de Luis Tosar, la película “es el reverso de la moneda de un país que resulta bastante familiar, pero retratado desde un lugar que está por encima de la realidad”. - Efe