OLITE - Alfredo Sanzol fue el encargado de la laudatio de Ignacio Aranguren. Y lo curioso es que el autor y director de escena no solo fue alumno del premiado en el IES Navarro Villoslada, sino que este año también concurría al Premio Príncipe de Viana. No lo ganó, pero ayer estaba “muy contento” por reencontrarse con su profesor en estas circunstancias. “Este premio es una alegría para todos los que nos sentimos parte de tu historia profesional y personal, para todos los que hemos podido disfrutar como público de tus espectáculos, para toda la comunidad docente y para toda la sociedad navarra”, indicó. Y le dio las gracias también en nombre de los más de mil alumnos que en 35 años han pasado por su taller. “Para todos nosotros, uno de los momentos más importantes en nuestra formación, para mí el más importante sin ninguna duda, fue participar en el taller de teatro”.

“El teatro es la herramienta más importante para la comunicación; Ignacio era capaz de hacernos superar el miedo y la vergüenza de subirse a un escenario a comunicar”. Y añadió: “Presentar e introducir a un adolescente en el mundo de la ficción suponía una liberación tan grande que no puedo expresarlo con palabras. Ignacio me descubrió a través de improvisaciones que imaginación y cuerpo son la misma cosa; que no existe escisión, y el que el cuerpo al moverse cuenta historias, transmite emociones, genera ideas”. Y es que Aranguren “era alguien que no solo nos enseñaba, era alguien que nos inspiraba”. Para Sanzol resulta inolvidable “la sensación que se produjo en mí al descubrir que no daba igual que yo estuviese o no encima del escenario, que no daba igual que yo estuviese distraído o no. Por primera vez en mi vida me sentí digno, sentí que jugaba un papel, que tenía una responsabilidad que nadie podía asumir por mí y que lo que hiciese influiría de una manera determinante en el resultado final”, señaló.

“todos éramos importantes” En ese sentido, Sanzol afirmó que Aranguren también les ayudó a “gestionar las emociones”. Y a sentirse importantes, tanto como el proceso, cada compañero, la escenografía, el protagonista, el que no lo era... Todo al mismo nivel. “Nos exigía y exigía que nos exigiésemos, y pedía que escuchásemos a nuestros compañeros”.

Por último, el dramaturgo insistió en lo determinante que fue el profesor en el descubrimiento de su vocación. Y de muchas otras. “Somos muchos los profesionales de la escena, del cine y de la televisión que descubrimos lo que queríamos hacer gracias a Ignacio Aranguren”. Y, en su caso, no era solo una vocación profesional, sino también una forma de entender la vida y las relaciones con los demás. “Ignacio Aranguren me dio la herramienta más valiosa: la confianza en la generosidad”.