PAMPLONA.- El escritor, historiador y bibliotecario navarro Mikel Zuza ha dado un buen revolcón a la historia navarra con su último alumbramiento literario, Príncipe de Viana, el hombre que pudo reinar, editado por Pamiela. Un libro que “no es una biografía al uso”, ya que está basado en un documento hasta ahora no estudiado, excepto para cuestiones heráldicas (el heraldista Mikel Ramos fue el que le dio la pista de su existencia), y conservado en los archivos de Pau. Su aparición vino a significar para el autor como “si hubiera descubierto la tumba de Tutankamón”.

El libro se estructura a través de “las 87 acusaciones que los jefes del bando agramontés presentaron al rey Juan II contra el Príncipe de Viana (Carlos), y que son las que constan en el documento. Con ellas doy a conocer los años de la vida del príncipe que a mí me parecen fundamentales: aquellos que van desde la muerte de su madre la reina doña Blanca en 1441, cuando el rey Juan se negó a cederle la Corona que por derecho le correspondía como legítimo heredero, hasta el exilio obligado en 1456; es decir, antes y durante la guerra civil que en aquellos cruciales años vivió Navarra. Hay que tener en cuenta también que, habitualmente, la documentación histórica se reduce a frías y escuetas facturas y cuentas de gastos, pero que en esta ocasión, al tratarse de quejas y denuncias por parte de uno de los bandos en que se dividió Navarra durante décadas, dichas acusaciones desbordan vida, y nos dan datos totalmente inéditos y desconocidos hasta ahora, aunque estén basados en la venganza. Yo, al escribir el libro, me convierto en abogado defensor del príncipe, algo de lo que no me arrepiento porque es un personaje que me ha gustado desde pequeño”.

APORTACIONES

“Una de las principales novedades del documento es que, si la visión tradicional sobre el personaje nos hablaba de alguien sumiso, reacio al enfrentamiento, ahora se nos muestra de forma muy distinta, como alguien que defiende sus derechos por todos los medios posibles, legales, históricos y literarios. Esto nos permite también ver el mundo de los caballeros, que a veces no lo eran tanto, y nos ofrece una perspectiva completamente nueva de lo que se ha dado en llamar el otoño de la Edad Media en Navarra, con sus momentos estelares y con otros mucho más ocultos, como la triste vida de las princesas y las nobles, que para nada tenía que ver con Disney, ya que habitualmente podían ser raptadas o violadas”.

Otra de las imágenes tradicionales que salta por los aires con este libro “es la de la supuesta placidez y aburrimiento que se vivía en la corte de los reyes de Navarra, porque se descubren ahora toda una serie de enredos político-sentimentales a los que podemos dar más o menos credibilidad, no hay que olvidar que al fin y al cabo son acusaciones de los adversarios del príncipe, pero que ciertamente parecen directamente sacados de los folletones del siglo XIX”.

El leit motiv principal que puede extraerse de El hombre que pudo reinar es “el Navarrismo a ultranza del príncipe de Viana (a quien hasta el último año de su vida se intentó casar con Isabel la Católica, lo que hubiera significado unir todas las coronas bajo el rey de Navarra), al que parecen acusar fundamentalmente de no fijar su objetivo más que en el reino que por herencia y derecho le correspondía, siendo incapaz de entender que era también el heredero de Aragón o que las luchas de su padre en Castilla también le concernían. Pero este modo de verlo, que muchos historiadores habían considerado como muestra de ceguera y falta de inteligencia política por parte del príncipe, se entiende ahora, gracias al documento que doy a conocer, como algo totalmente premeditado por parte del príncipe, que fue educado expresamente para que sólo se sintiera navarro, y su entorno más cercano, el que luego constituirá el bando beaumontés, y quizás también por su propia madre, la reina doña Blanca”.

MONEDA PROPIA: EL LEAL

Otro de los descubrimientos que Zuza relata en este libro es el nombre de la moneda que el Príncipe de Viana acuñó, el Leal. “Hasta ahora se había dicho que esa acuñación fue cosa de sus partidarios, y no se conocía el nombre. Aquí se dice que fue él, y el nombre de la moneda: leales y medios leales. Denotando así que los que le seguían a él era leales y los que seguían a su padre, traidores. Siempre se había pensado que la moneda del Príncipe de Viana era el Gros de plata, pero no, él mismo indica que era el Leal”.

LA BIBLIOTECA DEL PRÍNCIPE

En otro momento del relato, Mikel Zuza, como no podía ser de otra manera, se detiene en detallar cómo era la biblioteca del Príncipe de Viana. “Desgraciadamente, se ha perdido. De los 120 libros que tuvo, que constan en el inventario de su muerte, los únicos que se puede poner en contacto taxativamente con él, ya que aparecen sus armas y emblemas, son dos (de los que se incluyen ilustraciones): uno se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia, Las cartas a Crates, y otro en el British Museum, Las éticas de Aristóteles (cuya ilustración figura en la portada). En ambos casos, además, se trata no de libros de su biblioteca sino de traducciones que, en principio, fueron realizadas por el propio Príncipe de Viana; él hacía un borrador y luego su calígrafo, Gabriel Altadel, era el que lo ponía bonito. Respecto a la ilustración de la portada, yo interpreto que la figura masculina de es el Príncipe de Viana porque está debajo del pavo real y de una corona, además de que aparece muchos de sus emblemas (como los lebreles) y de poner, literalmente, “yo el príncipe””. Al hilo de los libros del Príncipe de Viana, Zuza recordó también la Crónica de los Reyes de Navarra, escrita por el príncipe Carlos y de la que solo se conservan copias de las tres primeras partes. “Siempre se había especulado con que existía una cuarta, ya que la crónica finaliza al llegar a la época del príncipe, y gracias al documento de Pau se constata que efectivamente existió, aunque no se conserva”.

otras claves

La batalla de Aibar. Gracias al documento encontrado en Pau, la batalla de Aibar cuenta con una nueva visión. “Hasta ahora, se decía que el Príncipe de Viana se lanzó a la batalla a lo loco, y que con el ímpetu inicial casi consiguieron apresar al rey, solo que en ese momento, el monarca recibió la ayuda del hermano bastardo del príncipe, lo que inclinó la balanza a su favor. Siempre se ha dicho, además, que el hermano bastardo se arrodilló ante el Príncipe de Viana para que este se rindiera. En el documento no se cuenta de esta forma. Se dice que el rey estaba en Tafalla y el príncipe en Olite, ambos preparándose para la guerra. El príncipe Carlos llevó sus tropas hasta un alto en Aibar, donde comienza la batalla, hasta que un caballero castellano, Rodrigo de Rebolledo, la decanta del lado del rey, haciendo que los beaumonteses se refugien en Aibar, donde son sitiados, solo que, y cita textualmente, no tenían ni agua ni pan ni vino para resistir dos días. Ahí es donde el príncipe se rinde. Rendición que, según el documento, se produce a instancias de la reina Juana Enríquez, que logra el perdón para el príncipe por parte del rey. Y es que en este tipo de textos los reyes siempre eran los que quedaban bien...”.