Bilbao - La directora, guionista y productora navarra Helena Taberna hizo una apuesta valiente al rodar su primer largometraje, Yoyes (2000), en el que mostraba el perfil humano de la exdirigente de ETA asesinada en presencia de su hijo a manos de Kubati en 1986. Tres años más tarde, decidió dar protagonismo a las mujeres en los rostros de mujeres inmigrantes en Extranjeras, tras lo que regresó a su Altsasu de los años de la Guerra Civil con La buena nueva (2008). Y con Nagore (2010), el documental sobre el crimen de Nagore Laffage, tan de actualidad con el caso de La Manada, ha propiciado numerosos debates en la sociedad contra la violencia de género.
Ahora, la Filmoteca Vasca haya decidido dedicarle una retrospectiva en Tabakalera, en Donostia, y en el Museo Bellas Artes de Bilbao, a partir de ahora sede permanente de la programación de los ciclos cinematográficos de la Filmoteca en Bizkaia. Además, se acaba de publicar el libro La luz de un sueño. El cine de Helena Taberna, escrito por Carlos Roldán Larreta.
¿Esta retrospectiva le ha hecho volver la vista atrás?
-Me ha hecho pararme a reflexionar y he visto que he conseguido crear atmósfera en las películas. He notado que hay una coherencia en mi trabajo, que es un cine que llega, que no envejece... He tenido, además, la enorme suerte de que lo que, al principio, era una dificultad, se ha convertido en ventaja. He hecho las películas que he querido y como he querido y eso que parece una tontería no lo es. Durante un tiempo, he estado un poco enfurruñada porque no he tenido productores que quisieran producir mis proyectos. Eso me ha obligado no solo a escribir y a dirigir, sino también a buscar las fuentes de financiación. Pero ahora estoy encantada porque he tenido libertad absoluta.
Empezó tarde en el cine.
-Ni siquiera soñaba con ser cineasta, no he pasado por ninguna escuela, soy autodidacta. Comencé a probar con el vídeo, me permitió experimentar, pero ni siquiera entonces pensé en dedicarme a esto. Fue cuando empecé a recibir premios cuando pensé que igual tenía talento y me decidí a probar en el mundo del cine.
Ya en sus primeros trabajos, como La mujer de Lot (1990), apuntaba el camino que iba a recorrer...
-Siempre me ha interesado el cine no solo como memoria, sino especialmente como memoria de la mujer. La historia de las mujeres se va construyendo con los relatos que hacemos. La mujer de Lot fue un canto a la libertad femenina. A ella la castigaron por parar, por tener curiosidad. Qué curioso porque en la ciencia la curiosidad, que es la base de toda creación, tanto científica como artística, es vista como algo valioso en el hombre y, sin embargo, en la mujer se castiga. Por ello a la mujer de Lot la convirtieron en estatua, le dieron el castigo de la inmovilidad, que para mí es el más terrible.
Fue una de las fundadoras de Cima, Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales. ¿Tan difícil resulta hacer una carrera cinematográfica siendo mujer?
-Muchísimo, pero cuando ves a una fiera como la compositora y pianista Emiliana de Zubeldía, protagonista de uno de mis documentales, que a principios del siglo pasado fue capaz de estar en París con las vanguardias artísticas, ir a Nueva York y terminar sus días componiendo en la Universidad de Sonora (México), me di cuenta que para ella no fue más fácil que lo que fue para mí. Supuso un gran impulso, la historia de las mujeres se va construyendo con los relatos que hacemos.
Otra de las mujeres que ha llevado al cine fue Yoyes, asesinada por Kubati a los 32 años, al año de acogerse a la reinserción.
-Me parecía una buenísima historia, pero no quise hacer un documental sobre ella. Me interesaba aportar la visión de una mujer que estaba en espacios de poder en ETA. Yoyes supuso un punto de inflexión en la historia de nuestro país y la película, en otra medida, también. Lo mismo que el cine irlandés ha contribuido al proceso de paz en Irlanda. Han pasado 18 años desde que la estrené y sigue teniendo una gran fuerza. Sé que Yoyes vino bien, ayudó a transformar en una pequeña medida los corazones.
Su cine soporta muy bien el paso del tiempo. Otro de sus documentales, Nagore, que dirigió en 2010, ahora tiene una vigencia aún mayor tras el caso de La Manada.
-Se han cumplido 10 años del asesinato de Nagore Laffage, que conmocionó a la sociedad y por desgracia está totalmente actual. Con el tema de La Manada ha habido mucha gente que la ha vuelto a ver y otros la han visto por primera vez, porque hay una generación que no la conocía. ¡No te puedes imaginar las proyecciones de esta cinta que se están haciendo ahora en todo el Estado!
¿Al liberarla en internet se propuso propiciar el debate sobre la violencia machista?
-Así es, se han organizado muchos encuentros en los que han participado grupos de mujeres, sociólogas, cineastas, juristas... Ha sido muy emocionante para mí y para su madre. Nagore ha transformado muchas cosas que entonces parecían raras y ahora se asumen como normales por parte del feminismo en todos los sitios.
¿Tiene marcha atrás el movimiento feminista?
-Es imparable, estamos en un momento espléndido, pero no nos podemos quedar en que ya lo hemos conseguido todo. Después del 8 de marzo, el movimiento universal es la revolución de las mujeres. Los niveles de exigencia tienen que ser muy altos, no es normal que una sociedad tan desarrollada como la vasca tenga tan pocas mujeres cineastas. De hecho, no hay ninguna cineasta emergente que haya dirigido dos películas. Hay que apoyar a las mujeres, las ayudas tienen que ir radicalmente a las mujeres, ya no vale el 2%... Lo mismo que en el cine, en los demás campos. No nos podemos perder la mitad del talento de la humanidad, bien sea de las cineastas, de las periodistas, de las trapecistas o de las agricultoras. El motor está en marcha, pero tenemos que seguir peleando.
¿Qué tiene que tener una historia para que le interese a Helena Taberna?
-Para contar una historia tiene que conmoverme mucho y tiene que apetecerme hurgar mucho en ese tema.
Y ahora, ¿en qué tema le apetece hurgar?
-El tema de los refugiados me parece tremendo, por eso he ido a Grecia a rodar. He regresado con unas historias muy conmovedoras, muy hermosas de mujeres y también de hombres. Me interesaban más los refugiados de larga duración que los refugiados que acaban de llegar, que generan mucho impacto en la actualidad. Y he tenido una suerte tremenda porque he podido entrar en los contenedores en los que sobreviven y tengo unos personajes muy conmovedores. Estoy a gusto ahora montando la película, disfrutando de este momento.