La agenda cultural de Pamplona sigue tan bien nutrida como siempre, repleta de propuestas interesantes. Entre toda la oferta, el viernes resaltaban dos citas: Los Secretos, que están celebrando su gira de cuadragésimo aniversario (se dice pronto) y agotaron las entradas en Zentral, y Depedro, que hizo lo propio reventando Indara para presentar su recién piblicado Todo va a salir bien. Como sobre Los Secretos ya escribimos en estas páginas el año pasado, nos decantamos por Depedro; el madrileño lleva toda la vida dedicado a la música desde que se dio a conocer con su primera banda, Vacazul, a mediados de los noventa, pasando por sus colaboraciones con Amaparanoia o con Calexico. Sin embargo, ha sido durante la última década al frente de Depedro cuando se ha consolidado como uno de los mayores talentos de nuestra música, con esa pasmosa facilidad que tiene para asimilar ritmos y estilos de procedencias tan diversas como Estados Unidos, el Mediterráneo, África o Latinoamérica. El mestizaje es un término que demasiado a menudo se ha utilizado a la ligera y se ha asociado a artistas de más que dudosa calidad, pero en el caso de Depedro puede emplearse sin temor alguno.

Nada más salir al escenario, Jairo prometió que todo iba a salir bien. Es el optimista deseo que ha terminado dando título a su último disco, en el que han colaborado artistas de la talla de Santiago Auserón, Vetusta Morla, Luz Casal o Fuel Fandango. Abrieron con Como el viento, perteneciente a su disco de debut. No necesitaron más para meterse al público en el bolsillo y a partir de ese mismo momento todo fueron bailes y sonrisas por parte del respetable (incluyendo a varios niños que, bien acompañados por sus padres, disfrutaban de la que posiblemente estuviese siendo la primera actuación en directo de sus vidas). El sonido se volvió más eléctrico en Ser valiente, momento en el cual la máquina de humo soltó tal bocanada que Jairo tuvo que alejarse del micrófono, al tiempo que pedía mediante gestos que no la utilizasen más.

Gran parte del éxito de la noche se cimentó sobre la calidad del repertorio, pero esta no hubiera sido suficiente sin la banda que lo interpretaba, especialmente el miembro que tocaba teclados, saxo y percusiones varias, ya que otorgaba mucha versatilidad al sonido. Las percusiones, unidas a la batería y al bajo, fabricaban la parte bailable del cancionero. El saxo y la guitarra, por su parte, aportaban la dureza necesaria en el caso de los temas más rockeros, como Te sigo soñando o Diciembre. Pero su paleta de colores es amplia, y en otras ocasiones desnudaron piezas (caso de Tu mediodía, para la que la gente reclamó silencio).

La música de Depedro es eminentemente popular, y en El pescador la banda entera bajó a la pista para tocarla entre el público, produciéndose entonces uno de los picos más altos de la actuación, como también lo fueron Memoria, en la que Jairo se lució con el solo de guitarra, Panamericana, que desencadenó una auténtica fiesta, o la emocionante Llorona, que había sido reclamada por varias personas y precedió a los bises. Cuando la terminaron y se retiraron del escenario, el público se quedó coreando el estribillo hasta que el cantante regresó, se unió a ellos y la concluyó definitivamente. Como era previsible, las propinas fueron recibidas con el mismo júbilo por parte de la audiencia, especialmente la última, Comanche, que fue coreada y bailada hasta la extenuación. Gran triunfo de Depedro, que a los pocos minutos ya estaba en el puesto de merchandising firmando autógrafos y haciéndose fotos con sus seguidores. Se cumplió el augurio: todo salió mejor que bien.