No se prodiga mucho La Habitación Roja por Pamplona. En la última década, si la memoria no nos falla, tan solo una presentación en el Subsuelo y otra en el desaparecido (y añorado) Festival Tres Sesenta. En 2018 estaban anunciados en el Turmalina Fest, pero se suspendió por la lluvia. Este sábado, sin embargo, los astros se alinearon y los valencianos nos trajeron sus nuevas canciones, esas que aparecen en el disco Memoria, uno de los más destacados de entre los publicados el año pasado en nuestro país. Antes que ellos actuó Doña, banda local con dos epés en su haber, el último (Ola gringo) recientemente registrado en los Estudios Aberin. Su concierto comenzó media hora antes de la hora prevista, por lo que solo pudimos disfrutar de sus dos ultimas canciones (Taiwán y Sumergible). Fueron suficientes para degustar sus densas atmósferas eléctricas, sus cuidadas melodías y sus elaborados desarrollos instrumentales. Esperamos poder verlos pronto en una actuación completa, cosa que, viendo su apretada agenda (la noche anterior tocaron en Subsuelo), sucederá más pronto que tarde.

A eso de las diez y cuarto, tras escuchar el Are you lonesome tonight de Elvis como sintonía, salieron al escenario los miembros de La Habitación Roja, con la novedad de Endika Martín, que suple a Jordi Sapena en los teclados. Comenzaron con Nuevos románticos, corte que abre su último trabajo. Le siguió La última noche del año, perteneciente al mismo álbum, tras la que dispararon La segunda oportunidad y Un día perfecto, más añejas ambas en lo que constituyó la tónica de lo que sería la primera parte del recital, centrada en desgranar los temas de Memoria e intercalando entre ellos himnos más antiguos. Entre las novedades, Estrella herida de muerte o la distorsionada Berlín, y entre las más antiguas, la enérgica Nunca ganaremos el mundial, primer momento karaoke de la velada, o la inmensa Volverás a brillar, con su solo de guitarra tan Oasis.

Conforme el concierto fue avanzando, los valencianos se fueron centrando más en sus temas más conocidos, consiguiendo un efecto de crescendo que enardeció al público en el tramo final de la actuación con temas como El eje del mal, de cuando grabaron a las órdenes del productor Steve Albini, Febrero, La moneda en el aire o una de sus mejores canciones, Indestructibles, en la que utilizan metáforas amorosas para describir la crisis económica y social. Ralentizaron el ritmo, ya en los bises, con la hermosísima Posidonia, para volver por sus fueros eléctricos con La edad de oro o Ayer. Un tema sobre el alzéhimer, ¿Quién eres tú?, selló la despedida, aunque podrían haber seguido toda la noche: la colección de himnos que quedó fuera del repertorio (Van a por nosotros, Younger, Annapurna...) es casi tan extensa como la que sí interpretaron. Es lo que sucede cuando un grupo tiene un cancionero tan prolijo y brillante, que no puede tocarlo entero. Bendito problema.