Catorce niños y niñas de entre 4 y 10 años participan en el taller de artes plásticas organizado por La Chincheta Bruna que tiene lugar del 16 al 19 de julio en el Museo de Navarra con motivo de la exposición temporal del artista Henri Lenaerts (Molenbeeek, 1923). La dinámica tiene como eje la figura del escultor y pintor belga, que en 1971 se estableció en la localidad navarra de Irurre, en el valle de Guesálaz. Tras la muerte del artista en 2006, su pareja, Paulette Garin, constituyó en 2008 el Centro Henri Lenaerts para, entre otros objetivos, divulgar, exponer y desarrollar su pensamiento y su obra. Finalmente, en junio de 2017, el Servicio de Museos del Gobierno de Navarra reconoció al centro como Colección Museográfica Permanente, integrada a la red de museos de Navarra.

Sonia Ilzarbe, responsable del taller junto a Eneko Pérez, apuntó que la iniciativa busca “acercar a los más pequeños al arte escultórico, que es a menudo marginado por los colegios”. Asimismo, señaló que los niños trabajarán casi todas las técnicas empleadas por el polifacético artista, desde la escultura al dibujo con carboncillo y el diseño para tapices. No obstante, lamentó que no harán grabados por la complejidad de la técnica y la temprana edad de los participantes.

Respecto a la dinámica del taller, Ilzarbe señaló que “el martes hicimos una introducción a la obra de Lenaerts a modo de cuento, en la que explicamos su trayectoria de forma muy visual, para no aburrirles y ayudarles a familiarizarse rápidamente con el artista. Esa misma mañana les llevamos a dar una vuelta por la exposición y, posteriormente, discutimos en el aula sobre lo que habíamos visto”, comentó.

Por su parte, Pérez subrayó la importancia de que “los más pequeños conozcan el método de trabajo del artista, así como el tiempo que requiere producir cualquier obra de arte, desde la más sencilla a la más compleja”, comentó.

En el segundo día del taller, los niños se humedecieron la cara con vendas de escayola para hacer la que sería para muchos su primera escultura. Álex Butrón (10 años), que acude al museo desde que tenía 5 años, destacó la complejidad del proceso, ya que “la máscara puede quedarse pegada a la cara si no te pones suficiente crema antes”. Este fue el caso de Jaime Irurzun (7 años), que, por más muecas que hizo para despegarla, no pudo quitársela hasta que dos compañeros le ayudaron. “Tan solo llevarla cinco minutos puesta hizo que me picara toda la cara”, expresó. Asimismo, el pequeño confesó que está ansioso por utilizar el carboncillo, ya que lo que más le gusta es dibujar, “siempre y cuando no tenga que usar los pinceles, que me ponen muy nervioso”, dijo entre risas. Algo similar le sucedió a Xabier Nebreda (4 años), que se negó a experimentar el tacto de la escayola y prefirió hacer una escultura metálica de un futbolista, con la ayuda de Eneko y Sonia. No obstante, Adhere Alborua (7 años) comentó que “se sentía muy fresquita con las vendas de yeso encima. Era como llevar puesta una mascarilla”, afirmó. Asimismo, Isabella Agós (7 años) apuntó que “llevaba mucho tiempo queriendo hacer esto, pero en el cole nunca nos dejaban”. Por otra parte, Madelein Rioja (10 años), fue la más rápida en terminar, por lo que tuvo tiempo suficiente para hacer otra escultura de su mano.

Ilzarbe destacó el carácter inclusivo de la dinámica, que en vez de segmentar a los niños, trata de establecer un diálogo común entre todos sin importar la edad o el conocimiento de cada uno, “aunque siempre hay alguno al que hay que frenar por querer acelerar la clase”, dijo entre risas, haciendo alusión a Álex y Madelein, los más veteranos del taller. Tras secarse las esculturas y haberlas pintado de dorado, los infantes las fijaron sobre una peana de madera, que algunos optaron por pintar de negro. Mientras tanto, otros más veloces como las hermanas Clara y Vera Torres (8 y 7 años) se disponían a dibujar un paisaje con carboncillo y tinta sobre un folio en blanco.