pamplona- Guionista, directora y profesora de cine, Lola Mayo (Badajoz, 1970) ha dirigido documentales para el espacio Documentos TV de TVE y obtuvo el Premio Reina Sofía de Periodismo. Actualmente enseña narrativa en escuelas de cine y universidades de España y Latinoamérica como la Universidad Carlos III de Madrid, la ECAM, el Instituto del Cine de Madrid, la Universidade Lusófona de Lisboa y el Hamilton College en Estados Unidos. Asimismo, dirige el Laboratorio Feminista de Creación Documental en el Centro Francesca Bonnemaison de Barcelona y es programadora de festivales como DocumentaMadrid y Alcine. Mayo también es docente en el programa Cinema en curs, que trata de llevar el cine a colegios públicos e institutos de la Península.

¿Por qué decidió participar en esta primera edición del NIFF?

-Fue gracias a Joaquín Calderón, al que conocí en Madrid hace unos años en un encuentro de cineastas. En esa ocasión pusimos en común muchos proyectos de cine y proyectos personales, por lo que hubo muy buena sintonía entre ambos. Joaquín nos transmitió a los presentes en aquel encuentro una gran ilusión por la primera edición del festival, así como por la gran carga social que conlleva. Por otra parte, Navarra es un lugar al que le tengo mucho cariño y en el que he hecho muchas amistades del mundo del cine, así que nunca está de más volver.

Es periodista de profesión. ¿Qué le hizo volcarse en el cine?

-Todo empezó hace 20 años cuando fundé mi productora Lolita Films junto a un grupo de amigos, entre ellos el director Javier Rebolledo.

Como documentalista, ¿cree que existe un vínculo entre el cine documental y el cine social?

-No creo que el cine documental haya venido a salvar a nadie. Pero sí es cierto que posee un fuerte vínculo con la realidad y que conecta directamente con la naturaleza humana. Al rodar un documental, el cineasta se desnuda frente al hecho social que tiene ante sí y el hecho de salir a la calle a rodar te hace ser responsable de lo que vayas a filmar.

A nivel personal, ser jurado también implica una carga de responsabilidad.

-Así es. Joaquín nos pidió al jurado que juzgáramos las películas con el corazón y eso hemos hecho. El corazón y el espíritu deben estar siempre presentes para evaluar la capacidad del cineasta, que va más allá de su destreza técnica. Creo que la técnica se adquiere con los años y muchas veces es tan simple como coger el manual de una cámara. Es por ello que en el NIFF valoramos que el cineasta sea un fiel mediador y que no pretenda ver en la realidad aquello que no existe.

¿Qué supone para usted formar parte de un jurado tan diverso como es el del Workshop Contest?

-Ha sido una experiencia muy enriquecedora ya que los cinco miembros del jurado procedemos de distintas áreas de la industria audiovisual, lo cual nos ha permitido aprender los unos de los otros. Sobre todo ha sido un gran honor contar con Ahmad Taheri, que fue durante muchos años el traductor oficial al español del cineasta iraní Abbas Kiarostami. A Ahmad le conocí en Cuba cuando yo dirigía la Cátedra de Documental en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños y en una ocasión tuvimos a Kiarostami como invitado especial.

Como programadora de festivales como DocumentaMadrid y Alcine. ¿Qué criterios cree que debe reunir un buen documental?

-Todo documental debe incluir la mirada personal del realizador. Y muchas veces, los retratos de situaciones pequeñas, ya sea de un individuo, de una familia o de una comunidad, tienen un valor universal que va más allá de lo que conocemos como temas universales. Hoy en día se sigue pensando que los documentales solo deben tratar temas graves o de gran magnitud. Pero mí me parece mucho más interesante contar como vive una familia de Navarra o de Sicilia que tratar de resolver grandes problemas.