tocar el corazón es una acertada fórmula para que un programa funcione y así lo está demostrado Alberto Chicote, capaz de manejar la cocina y su mugre a regenerar y los sueños casi imposibles de jóvenes con deficiencias existenciales que se enfrentan con soltura al ejercicio de rodar la historia de su pasión oculta. Segunda entrega del inteligente Chicote y segundo acierto de este cocinero reciclado en poderoso personaje de la comunicación, que con su ternura y bien hacer llena la noche de los miércoles con una nueva muestra de poderío audiovisual. Alberto construye con su equipo una excelente historia llena de ternura y humanidad, pero sin caer en blandenguerías ni escenas facilonas en torno a los avatares de jóvenes personajes que se enfrentan con sus discapacidades a la dura pelea del vivir y sobre todo, del soñar un futuro mejor y más combativo.

Otra forma distinta de soñar, luchar por un futuro mejor y de hacerse con un hueco en la profesión, la tienen periodistas, ellas y ellos, que de vez en cuando tienen la oportunidad de asomarse a la pantalla con motivo de alguna tormenta agresiva, accidente espectacular o información caliente y agitada. Son los jóvenes jabatos que desafiando tormentas, nevadas o diluvios cuentan en breve crónica lo que está ocurriendo en directo para los informativos peleándose con los elementos convertidos en materia prima de la información, sobre todo en estas calendas de furioso invierno.

Son profesionales fugaces del quehacer informativo, arriesgando el tipo en medio de tormentas y circunstancias meteorológicas adversas. Con sonrisa obligada, estos periodistas adornan la información con tropiezos, equivocaciones y soltura más o menos informativa. Aparecen y desaparecen, siendo flor de una día en las redacciones de la tele informativa.