- Luchadora, combativa, feminista, creadora de letras reivindicativas que acuchillan las injusticias del sistema patriarcal; madre de una criatura a la que acompaña “feliz” en esta aventura que es la vida, sin perder la “mirada crítica” que, advierte, hay que mantener siempre despierta, Nerea Lorón Díaz, La Furia, se siente más fuerte que nunca en medio de una crisis devastadora para la música que, está claro, le afecta, como a todo el sector, pero ni mucho menos le mata.

¿Cómo empodera el rap a las mujeres? ¿Qué puede aportarnos?

-El rap es una herramienta que por su propia historia ha servido para dar voz a quienes no la tenían. Nace en un contexto muy concreto, en los años 70 en un barrio racializado y empobrecido de la ciudad de Nueva York, el Bronx, y precisamente parte de gente en situaciones de precariedad muy complicadas. El rap es la voz de las sin voz, y desde su origen está ligado a movimientos sociales y reivindicativos. Y en este sentido encaja perfectamente con la lucha feminista, porque a nosotras, los espacios, en este caso de producción y ejecución musical, no nos vienen dados, tenemos que pelear por ellos, y el rap es una herramienta muy potente para pelear y transgredir.

Y en cualquier caso para exorcizar los demonios y los dolores que todas tenemos dentro.

-Sí, eso por un lado. Muy importante. Y por otro, es una herramienta que nos sirve para poner en valor nuestra voz, y ponerla sobre un escenario.

¿Cuáles son los mecanismos sexistas que más nos afectan todavía hoy a las mujeres?

-El sistema sexo-género- sexualidad, ese gran engranaje preparado para que las cosas sigan como están. Lo primero es mirar hacia ahí y analizarlo un poco, y ver donde estamos nosotras y de alguna manera desnaturalizar lo que generalmente creemos que es propio y darnos cuenta de que muchas veces la mayor parte de lo que creíamos que era propio no lo es y viene dado por una educación y por unos intereses, que desde luego nunca son los nuestros, los de las mujeres.

Es bueno que las mujeres pongamos todo esto en común. Nos han educado más para ser rivales...

-Exactamente. Es muy importante poner en común los espacios propios. Es muy sanador. Aunque el encuentro virtual de hoy va a ser mixto, no va a ser solo para mujeres.

Mejor. Los hombres deben ir acercándose a lo que somos nosotras.

-Lo interesante es que deconstruyan su masculinidad. Que revisen quiénes son ellos y qué están dispuestos a hacer para cambiar. Antes, en los entornos feministas decíamos que había que democratizar la violencia porque es monopolio de los hombres; no que sea deseable ejercerla, sino que todas sepamos para que en un momento dado nos podamos defender. Pero yo ahora estoy más por democratizar los cuidados. Me parece más interesante el discurso hacia ahí. Aunque está claro que en mis letras a veces puede que sea violenta, desde luego muy enfadada estoy, y me llamo Furia. El enfado es un terreno que es más propio de los hombres. A ellos se les permite y a nosotras no. De ahí que cuando nosotras nos enfadamos nos llamen histéricas. Se nos quita esa posibilidad de estar enfadadas y es paradójico porque tenemos un montón de motivos para estarlo. Entonces, por un lado, sí tenemos que reivindicar ese tipo de cosas que entre comillas son más masculinas o se les permiten más a ellos, pero por otro lado creo que hay que poner el énfasis en la necesidad de democratizar los cuidados, que es algo que históricamente hemos hecho las mujeres y seguimos haciendo las mujeres.

Por eso están infravalorados.

-Claro, y es lo que sujeta el sistema. Un sistema capitalista, sin que haya unas señoras limpiándole el culo, no funcionaría jamás, no se sostiene. Y ya es hora de que los hombres dejen de lado esa masculinidad hegemónica, chunga, y se acerquen a los valores que no sé si decir que son más femeninos entre comillas, pero por lo menos, sí más humanos.

En su disco Pecadora

-Ante todas las cosas que me parecen injustas que me pasan a mí y que no tienen que ver conmigo sino con la condición de ser mujer. Sin olvidarme de que las desigualdades tienen que ver con muchas cosas: raza, sexo, género, sexualidad, procedencia... Al final, lo que más me enfada de todo es ver cómo el mundo está dirigido por mediocres que infravaloran a la población que no está dentro de ese paradigma de la normalidad que es ser un hombre blanco heterosexual de clase media. Me enfada ese modelo y todo lo que genera.

¿Seremos más libres las mujeres en la medida en que no queramos se modelos de nada?

-Totalmente. Para empezar, tenemos que romper con lo que se espera de nosotras. O por lo menos yo he necesitado romper con lo que se esperaba de mí, según esa feminidad normativa y toda la mochila que te impone. Y después he necesitado no ser modelo fuera de esa norma. Yo no quiero ser modelo a seguir ni en la norma ni fuera de ella. Porque fuera de la norma, en el margen, también hay otras reglas, y tampoco las quiero.

¿Qué reglas?

-(Piensa) Me iría a cosas muy concretas, pero... Digamos que me quiero permitir ser, sentir y poder moverme teniendo en cuenta lo que yo necesito en cada momento. O sea, quiero poder ponerme un disco de un cantante que tiene unas letras muy machistas pero que me encanta bailar en mi cocina mientras friego el suelo. Fíjate qué estampa tan poco feminista..., pero es súper feminista todo lo que yo hago siempre que yo sea consciente y lo haga porque me da a mí la gana. Que no me tenga que imponer fuera de los corsés de la norma otras normas para poder estar ahí y ser consecuente. ¡Vivan las contradicciones que nos hacen crecer, y viva que nos aceptemos y nos queramos como somos! Siempre estando abiertos al cambio para estar mejor, claro. Es que me acuerdo de una chica a la que quiero mucho y que bailaba conmigo en mis conciertos, y era muy jovencica cuando empezó y un día me dijo: “Furia, pero si escucho esta canción, ¿puedo seguir siendo feminista? ¿Puedo ser feminista y que me guste esta música?”. Y pensé: no puede ser que esta chavala con 18 años se sienta culpable por escuchar esta música... Primero tenemos que trabajarnos mucho el tener una capacidad crítica, y luego, de vez en cuando poder comernos una comida basura siendo conscientes de que lo es y de que no vamos a alimentarnos de eso todos los días.

Por su experiencia en contacto con jóvenes, ¿se avanza en la educación en igualdad o corremos el riesgo de que el feminismo sea absorbido por el capitalismo como una moda?

-Pues las dos cosas. Por un lado veo que hay chavalas y chavales muy listas y muy despiertas y que han integrado y llevan a cabo cosas que reivindicábamos hace cuatro días, por ejemplo en el tema de la sexualidad, y es una gozada. Son una generación menos que yo y se nota un avance. Pero también estoy asistiendo a una realidad de gente que se sube a carros, que no se lo cree y a la que le viene bien ahora esto del feminismo, y esto me da mucho miedo porque desvirtúa una lucha muy profunda, para mí vital. Y el sistema capitalista tiene la capacidad de absorberlo todo. Ya pasó con el hip hop, un movimiento que a nivel mundial estaba teniendo notoriedad, y el capitalismo lo coge, lo vacía de contenido y te lo vende, y para ti ahora el hip hop es una gorra y un pantalón ancho. Y no es eso. Y con el feminismo, pues con camisetas en Zara que ponga feministas y niñas cosiéndolas en Bangladesh, pues ya está... Hay que tener una mirada crítica en todo momento. Yo no soy pesimista, pero tampoco me engaño. Por un lado estoy muy contenta porque veo esas manifestaciones del 8 de marzo y lloro, y por otro lado voy con los ojos abiertos, intentando discernir cuáles son mis aliadas y cuáles no. Porque una mujer por ser mujer no va a ser mi aliada.

¿De esta crisis por la que atravesamos saldremos de nuevo peor paradas las mujeres?

-Sí. Las mujeres salimos peor paradas de todas las crisis y de todas las bonanzas. Y una vez más saldrán peor paradas las mujeres racializadas, las mujeres que estén en situaciones más precarias... No solo las mujeres, sino las que están atravesadas por otras desigualdades.

¿Y en el ámbito de la música?

No sé ni qué decirte... es una catástrofe. A mí me ha pillado en un momento de mi vida en que soy muy feliz y estoy muy bien; también es verdad que en los momentos de mayores dificultades saco una fuerza y un impulso muy potente que me hace levantarme y buscar otras vías. Creo que es importante tener un plan B. Me encanta subirme al escenario, hacer discos y canciones, pero, no sé cómo decirlo, no me va la vida en ello. Es un momento muy difícil a nivel profesional, se nos cierran todas las puertas y nuestros planes de trabajo se derrumban como un castillo de naipes. Yo ahora mismo tengo un concierto en noviembre, tuve otro en julio, y estoy cerrando algunas fechas para 2021. Estoy trabajando de educadora social, que es lo que estudié, y contenta porque me gusta. Los talleres están volviendo con fuerza y eso me hace súper feliz porque me conecta mucho con la gente, conmigo y con lo que me gusta hacer, que es música. Y estoy con proyectos ilusionantes, como una novela gráfica sobre una mujer romana que no ha tenido en la historia el lugar que merece, un trabajo para el que nos ha subvencionado el Gobierno de Navarra a varias mujeres del ámbito de la historia, de la ilustración, de la música.

¿Y componiendo nuevas letras?

-Estoy escribiendo un diario, que es lo que me apetece. Y con música en la cabeza, pero, ¿poder ponerla en un escenario? Pues no sé, tampoco tengo prisa. Estoy criando a una criatura, y encantada con eso. Estoy en otro momento vital.

De cualquier forma, a ver si esta crisis termina. Es triste que cantar sea una actividad de riesgo.

-Es horrible, sí. Y para la gente que nos subimos a un escenario, lo de ir, subirte, ver las caras de las que están abajo y cantar juntas... Eso sí que es exorcismo puro. Es un akelarre. Echo de menos mis akelarres.

Qué. Taller/Webinar de rap feminista con La Furia.

Dónde. A través de Zoom, gratuito previa inscripción en la web del festival PressPlay!.

Se dio a conocer en 2013 con un disco salvaje, No hay clemencia, que tuvo que inventar sus propios códigos, después de atreverse a actuar en escenarios donde nunca había habido mujeres. Luego llegaron Vendaval y Pecadora. Nerea Lorón Díaz es además educadora en recursos residenciales de menores no acompañadas y facilitadora de cursos y formaciones de rap para el empoderamiento feminista.

“Hay que democratizar los cuidados, que seguimos haciendo las mujeres y es lo que sujeta el sistema”

“Yo no quiero ser modelo a seguir ni en la norma ni fuera de ella. En el margen hay reglas que tampoco quiero”

“Mucha gente se sube al carro del feminismo sin creérselo, y eso da miedo, desvirtúa una lucha vital”