La 31ª Semana de Cine Fantástico y de Terror se inaugurará hoy con la película coreana sobre zombis Península, distinguida con el Sello Cannes y secuela de la exitosa Train to Busan; todo ello en una edición marcada por la pandemia y por las limitaciones del Gobierno Vasco. El festival no tendrá sesiones nocturnas, no habrá opción a ver toda la Sección Oficial y hasta ayer mismo no estaba claro si solo los donostiarras iban a poder comprar entradas. Finalmente, los aficionados al género de municipios colindantes de la capital también podrán hacerlo.

Cumple diez años al frente de la Unidad de Cine de Donostia Kultura y en la dirección de la Semana. Un mal año para celebrar. ¿El más difícil, quizás?

Sin duda. ¡Tan difícil que lo de los diez años se me había olvidado! (ríe). Ángel Sala en Sitges ha cumplido 20 y yo diez al frente de la Semana. A Ángel le hicieron un vídeo sorpresa con saludos de Quentin Tarantino y Guillermo del Toro, entre otros. Yo de esos vídeos no voy a tener, pero me vale con la felicitación de los de Errenteria e Irun (ríe).

¿Cómo valora estos diez años?

Han sido diez años de trabajo felices con ciertas dificultades, claro. No sé por qué siempre me toca gestionar crisis económicas. Ya hemos conocido diversos recortes presupuestarios, tanto en la Unidad de Cine como en el propio festival.

El año pasado, con motivo del 30º aniversario, el presupuesto fue mayor.

Supuso un empujón. Tuvimos apoyos excepcionales de algunas marcas que, en principio, parecía que se iban mantener este año, aunque fuera de forma parcial. Finalmente, no ha podido ser así. Es una pena, porque como estructura económica apuntábamos a dar un pequeño estironcito y poder hacer cosas un poco más bonitas.

¿Cómo se ha transformado el festival en este tiempo?

Hemos mantenido un formato con pequeños cambios y adaptaciones a los tiempos. Hemos vivido la incorporación de más mujeres al público y también cómo el patio de butacas ha rejuvenecido algo. Hemos intentado meter las patas de la araña en todos los rincones posibles de la ciudad y consolidar algo más esa corriente de simpatía que la ciudad ya tenía para con la Semana. Me ha gustado mucho apostar por exposiciones de producción propia, como la del año pasado de Paul Naschy; que además han tenido eco fuera de Donostia. También hemos visto en esta década la evolución de cineastas como Paulo Urkijo. El festival también ha aumentado en amigos, como Caye Casas o Itziar Castro; gente que ya forma parte de la kuadrila monstruosa de la Semana. También hemos mirado hacia atrás y hemos reivindicado a figuras como Popotxo y Gurruchaga. Uno de los cambios principales ha sido dar más importancia a los cortos en el palmarés y en el premio económico.

Después de mucha incertidumbre, el público de municipios colindantes a Donostia podrá asistir.

Finalmente, alguien que haya adquirido una entrada para un espectáculo en Donostia y sea de un municipio colindante no tendrá ningún problema para venir.

Es una buena noticia porque gran parte del público de la Semana es del territorio y no de la capital.

Nos seguirán faltando unos pocos que no puedan venir (ríe). Una parte importante de nuestro público no vive en Donostia, sobre todo, el núcleo duro del abonado del festival. Muchos han renunciado a comprar una entrada para el pase de la Semana y les vamos a echar muchísimo de menos. Con la supresión de las proyecciones nocturnas y el solapamiento de sesiones entre los dos teatros, ya nos limitaba lo que iba a ser la venta de entradas. De esta manera, al menos, los que viven más próximos tendrán la posibilidad de venir.

¿Qué le da más miedo, el COVID-19 o alguna de las películas que ha programado?

Ninguna de las dos cosas (ríe). El COVID-19 me genera precaución personal y lo que me da miedo son sus consecuencias, además de las sanitarias, las sociales si se prolonga mucho en el tiempo. ¿Qué va a suponer esto en las formas de relacionarnos, en la economía...?

También es un drama para el sector cultural.

Sí, claro. Especialmente en el nuestro, en el del cine y el de la cultura. Una de las cosas que nos ha impulsado a seguir con las actividades en Donostia Kultura en general y en concreto en la Semana es apoyar a las distribuidoras que van a estrenar estas películas de género; apoyar a creadores que tenían ganas de enseñar su trabajo; apoyar a los cortometrajistas que van a optar a los premios del festival, que para ellos son muy importantes. Nuestro trabajo es seguir adelante también cuando las cosas se ponen difíciles, para dar vida a la ciudad en la medida de nuestras posibilidades y siempre con las medidas de seguridad pertinentes.

Hasta el último momento, desde fuera por lo menos, no estaba claro que la Semana se fuese a celebrar.

De forma interna, sí. De verano a aquí en Donostia Kultura hemos ido manteniendo las diferentes citas y se ha demostrado que la cultura es un foco seguro; la respuesta del público ha sido muy buena. Eso nos hacía sentirnos seguros: algo presencial íbamos a hacer, a menos que los cierres fueran completos y las medidas fueran más drásticas; algo que puede pasar en cualquier momento. Estamos expuestos a las decisiones que vienen de otros lugares. Hemos tenido que reformular la parrilla de programación, pero no cambiando demasiado el contenido de lo que debíamos y no debíamos hacer.

Ha comentado que "la cultura es segura". Es algo que se repite mucho, no obstante, parece que las decisiones se ceban con el sector.

Y también con la hostelería. Quizá sea porque son lugares que de la misma manera que son fáciles de controlar, también lo son de cerrar. Luego habría que ver la efectividad real. Se trata de limitar la vida social. ¿Es vida social ir a una actividad cultural? Por supuesto. ¿Es una actividad social más segura ir a algo cultural que a un supermercado? Pues quizá sí sea más seguro estar sentado en un cine dos horas que pasar cinco en un centro comercial, por poner un ejemplo con el que no quiero demonizar a nadie. Por supuesto, en el sector privado las cosas son mucho más difíciles.

Sitges ha estrenado un sistema híbrido y ha permitido el visionado en sala y 'online'.

Allí ha funcionado bastante bien. Es cierto que Sitges es un festival en el que la mayor parte del público acude de otros lugares, no vive del público local. En Donostia tenemos suerte de tener una masa crítica local algo mayor. Nuestro tamaño tampoco es el de Sitges. Hay mucha gente que no ha podido o no ha querido ir al festival y se lo ha montado en casa.

¿Se han planteado algo así?

No es nuestro escenario con el volumen de festival que tenemos. Nosotros miramos al público más cercano. No tiene sentido que yo programe cuatro películas que han pasado por el sistema online de Sitges en otra plataforma. Además, Sitges ha creado su propio videoclub, no se ha alojado en otras plataformas como han hecho otros festivales con Filmin. Crear una plataforma es un coste importante, que solo puede asumirlo un festival grande como Sitges. Nosotros hemos abierto un camino distinto.

Se refiere a la iniciativa 'Noviembre Fantasma'.

Espero que abra una vía bonita con TerrorMolins y Fancine Málaga, dos festivales hermanos que van a la par que la Semana. Comenzamos en junio a hablar de lo que finalmente ha sido Noviembre Fantasma. Experimentamos con una sección online que complementa a los festivales. Ahí se podrán ver gratis durante un mes, cortos que han ganado en nuestros encuentros. Además se exhibirá contenido exclusivo creado por nosotros como entrevistas con los directores, presentaciones de libros, tertulias... que se quedarán en la plataforma.

Como decía, la Semana ha perdido este año la noche.

Todos hemos perdido la noche (ríe). Aunque la Semana se haya quedado sin noche, seguiremos teniendo la oscuridad de la sala. Aunque sean las cinco de la tarde o las doce del mediodía, deberemos utilizar esa oscuridad para ambientarnos en la noche. Las películas nos ayudarán a ello. Hay una buena selección de cintas muy oscuras como Post Mortem, que me gusta, o Queen of black magic.

Este año toca elegir: o ir al Principal o al Victoria Eugenia.

Lo que toca es elegir películas. El concepto está muy mezclado, no se han programado un tipo de películas en el Principal y otras en el Victoria Eugenia. La inauguración y la clausura sí serán en el Victoria Eugenia porque tenemos entre 60 y 70 butacas más que en el Principal. Este lo seguiremos cuidando, pero uno de nuestros retos también era contagiar, en el buen sentido, al Victoria Eugenia con el ambiente de la Semana y el cine de terror.

La situación ha hecho que este año no se comercialicen abonos.

No es posible ver toda la Sección Oficial con la parrilla que hemos tenido que diseñar. Esa es la programación troncal a la que suele dar acceso el abono. Hemos entendido que era mucho más libre para el espectador hacer la Semana sin abono, más en las condiciones que vivimos, y que sea el público quien decida qué quiere ver en cada momento. También es cierto que, aunque no hay abono, la mayoría de las sesiones son dobles al precio de una película.

En un inicio iba a haber un abono por teatro.

Nuestra parrilla al principio estaba planteada para que la gente hiciese un recorrido entre los dos teatros. Pero con la limitación horaria ese planteamiento era imposible si queríamos cumplir con distribuidores y creadores de tener toda la oferta que tenemos. Y aún y todo hemos tenido que quitar cuatro películas.

Afirma que la Sección Oficial tiene "nivel".

Te diría que, en el panorama internacional al menos, me gusta más que la del año pasado. En esta edición no tenemos propuestas vascas como Ventajas de viajar en tren o El hoyo. Como película de género interesante del Estado contábamos con Malnazidos, que inauguró Sitges, pero con este baile de fechas no ha podido estar en la Semana. El cine europeo y de otras cinematografías que hemos traído está muy bien, especialmente, el cine francés. Se ha visto en Sitges que ha premiado Mandibules, La Nuée, Le dernier voyage de Paul W.R. o Meander. Cuatro películas francesas en una Sección Oficial de apenas una veintena es mucho. Son cintas muy potentes, en algunos casos casi óperas primas. También tendremos el estreno internacional de la nueva película de Hideo Nakata, Stigmatized properties.

Ha habido muchos cambios pero las películas más desenfadas siguen en la programación.

Aunque no haya bar en el Principal y aunque la sesión sea a las siete de la tarde, exhibiremos gamberradas como Sky sharks, Benny loves you o Psycho Goreman que harán que el público se lo pase muy bien. Está también la película Host, de Rob Savage, que ha sido uno de los fenómenos de la pandemia. Dura apenas una horita y es una charla de amigas rodada en Zoom; es terror puro y duro. De hecho, a Savage Blumhouse ya le ha contratado para un par de proyectos.

Vuelve la animación japonesa con 'Lupin III'.

La distribuye Selecta Vision, es una película espectacular de aventuras al estilo Indiana Jones. Es muy divertida, juvenil tirando a adulta.

La inauguración de 'Península' hoy irá acompañada por el corto 'Zerua hautsi zen gaua', que la donostiarra María Fontán ha rodado gracias al programa 'Oihua'. ¿Harán una nueva convocatoria?

Espero que sí. Estamos contentos. Nacía con una idea continuista pero estamos a la espera de los presupuestos del año que viene. La intención es seguir apostando por esa creación de género en euskera. No solo tenemos Zerua hautsi zen gaua, sino también el corto Ospel, una obra de folklore terrorífico vasco que se presentará fuera de concurso. En competición tenemos Dar-dar, de Paul Urkijo.

Mañana exhibirán un montaje de dos horas de la serie 'Caminantes' que Koldo Serra hizo para Orange.

Fue una propuesta de Koldo. Es una serie que se estrenó en verano y Koldo y su equipo han hecho un remontaje ex profeso para la Semana. Además vendrá él a presentarla y será un pase exclusivo que nos hace mogollón de ilusión.

¿Prevé una explosión de cintas que aborden el COVID-19 desde el género?

No sé por dónde va a ir la cosecha futura. Es cierto que algo como lo que estamos viviendo ya se ha tratado con anterioridad en el género, a través de los zombis, por ejemplo. No solo eso. Este año tenemos Sea Fever, que habla de un virus que se extiende entre los pasajeros de un barco. Quizás el género aborde la pandemia desde lo metafórico u ocurra una huida hacia lo contrario: que se explote desde el humor negro para irnos a la evasión pura. Con lo duro que está siendo todo esto, no sé si el público realmente va a tener ganas de ver películas sobre el COVID-19. Me imagino que habrá un rechazo por parte del público.