La historiadora navarra María Castejón Leorza acaba de publicar Rebeldes y peligrosas de cine. Vaqueras, guerreras, vengadoras, femme fatales y madres, un ensayo editado por Lengua de Trapo y prologado por Jon Sistiaga en el que analiza y reivindica a aquellos personajes que dinamitan los mandatos de género, encarnando nuevos referentes.

Personajes que se construyen a sí mismos lejos de los dictados patriarcales, pero también de la noción de víctima. Estos son los principales criterios que ha empleado la experta en estudios de género, profesora y programadora para trazar una geneaología que va desde las mujeres fatales hasta las aventureras, pasando por las madres, las locas, las violentas… Todas son peligrosas, “algunas por obligación, otras por vocación rebelde y varias sin querer serlo”, y todas tienen algo en común: “ninguna actúa como se espera de ellas y hacen que el público se enfrente a situaciones que nunca resultan cómodas”, escribe Castejón en la introducción de este volumen creado con ánimo divulgativo, “no académico”, en “registro de crítica cinematográfica” y con la intención de entretener. “Creo que me ha quedado un libro muy divertido y macarra”, dice la autora, encantada y agradecida con el prólogo de Jon Sistiaga. “Me gusta que en mis libros escriban personas a las que admiro. Con Jon estuve mandándome mensajes durante la cuarentena, él tenía mucho interés en que viera sus documentales sobre ETA y un día le propuse que escribiera el prólogo y lo hizo; me gusta mucho, ha quedado divertido y cariñoso”, señala.

“RECUPERAR UNA GENEALOGÍA QUE ES NUESTRA” Precisamente, el confinamiento le vino bien a la estellesa para terminar un trabajo por el que “había sacrificado los veranos de 2018 y 2019”, pero que había abandonado para ponerse a estudiar las oposiciones de Secundaria, inicialmente convocadas para junio de 2020. “Como no pudieron celebrarse, el libro que había aparcado volvió y pude terminarlo sin presión, con tiempo y divirtiéndome, y creo que eso se nota en el resultado”, con el que está muy satisfecha y con el ningún caso pretende adoctrinar, sino más bien “ensanchar imaginarios, hacer otras lecturas y ampliar miradas”. Y es que no ha querido detenerse en los personajes femeninos típicos que entran en crisis a los 40 y se empoderan, o en los que sufren agresiones y denuncian”, sino que ha tratado deliberadamente de centrarse en esas otras películas habitadas por mujeres. Eso sí, aclara: “Hay mucha denuncia en el libro, pero también tenemos derecho a divertirnos y reclamar nuestro pedazo de pastel de las películas de acción, de aventuras, de venganza...” Y hay que hacerlo “en absoluto” desde el androcentrismo, porque “estas mujeres no son una mera copia de los personajes masculinos, sino que tienen su propia entidad”. “Que se conozcan estos referentes es importantísimo; no puede ser que se sepa de la existencia de películas como A cruel picture porque Tarantino haya dicho que se inspiró en ella para su saga de Kill Bill, sino porque nos pertenecen; es nuestra geneaología”.

LO ESTÉTICO ES POLÍTICO Rebeldes y peligrosas de cineparte de las mujeres en el western, deteniéndose en personajes reales llevados al cine como Annie Oakley y Calamity Jane, y en otros como las protagonistas de Caravana de mujeres, la Vienna de Johnny Guitar hasta llegar a cintas más contemporáneas como La venganza de Jane, y sigue con las heroínas de acción que “dejaron huella” como la Teniente Ripley de Alien o Sarah Connor, en el caso de Terminator. Sin olvidar a Sandra Bullock y a Geena Davis, que dominaron los 90 con títulos como Speed, La isla de las cabezas cortadas y Memoria Letal. En este apartado, ya más cerca en el tiempo, analiza el fenómeno de Los juegos del hambre, con el personaje de Katniss Everdeen al frente, y la versión de Mad Max (Fury Road) que protagonizó Charlize Theron. También cita a Lara Croft y a otros caracteres que “es cierto que están sexualizadas, pero eso no quiere decir que no nos sirvan como referentes”. Además, “en el caso de las pelis de acción lideradas por hombres, estos también tiene buenos cuerpos y los exhiben”, añade Castejón, para quien lo estético no es algo accesorio. “Lo estético también es político”, afirma. Y pone los ejemplos de Mae West, que dijo aquello de “las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes” y que “era divertidísima”. Y poderosa. “Tenía el dinero, controlaba todo el proceso de sus películas y salvó a la Paramount; lo que pasa es que durante muchos años solo se había destacado como icono adorado por la comunidad gay o por los hombres, y nos faltaba reivindicarla desde el punto de vista femenino, convertirla en el referente que realmente es”, indica la autora, que en esta misma línea destaca el personaje de Catherine Tremmell al que dio vida Sharon Stone en Instinto Básico. Estas dos y otras como las protagonistas de Perdida, La modista, Atracción fatal o Acoso, entre otras, componen el epígrafe de las femmes fatales, que sigue al de las vengadoras, donde figuran, entre otras, y otras como Lisbeth Salander y las mujeres interpretadas por Najwa Nimri en su época con Calparsoro.

Cierra el libro un capítulo dedicado a las amas de casa y las madres. “Pensaba que me iba a costar poco escribirlo, pero al final fue todo lo contrario”, explica María Castejón. “A muchas mujeres nos la han metido doblada con lo del trabajo, la maternidad… A muchas de las que fuimos madres jóvenes, como es mi caso, y quisimos seguir trabajando como si no tuviéramos hijos nos pesan hasta las pestañas y hemos pagado un precio alto, y es que todo esto repercute en la salud mental y física y en la falta de relaciones sociales, por ejemplo”, comenta. En este apartado critica duramente películas como Malas madres, que “convierten la maternidad en un lugar común del que reírse”. “Son divertidas, pero mejor si las repensamos”. Y lo cierra con Carmina Barrios, porque “es una diosa”. “No se me ocurría una forma mejor de cerrar el libro”. Un libro que quiere que sirva de “guía” para “empoderarnos” también “desde los relatos, desde la fantasía” del cine, enriqueciendo, y rompiendo, si es preciso, el canon feminista más clásico.