Un marido ideal también se representará el domingo, en el escenario pamplonés, así que Ainara Arizu (Pamplona, 1989) tiene doble motivo para sentirse "muy ilusionada" por mostrar en casa este montaje dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente a partir de la adaptación de Eduardo Galán y protagonizado por Juanjo Artero. La actriz, que se licenció en Derecho antes de estudiar interpretación en el Laboratorio William Layton de Madrid, da vida a una periodista en esta historia que sucede en Inglaterra, pero bien podría estar pasando aquí y ahora.

¿Qué significan estas dos funciones para Ainara Arizu?

-Me hacen mucha ilusión por muchos motivos. Primero, porque hemos estado de gira en muchos sitios cercanos, pero varios de mis familiares cercanos no han podido ir a verme a causa de las restricciones de movilidad. Por suerte, mi madre sí pudo al principio, pero poco más; por eso, venir al Gayarre va a permitir que me vean mi familia y mis amigos. Además, el Gayarre es un referente; junto con Baluarte es lo más grande que hay en Pamplona y es genial poder actuar en ese escenario.

¿Cómo llegó a 'Un marido ideal'?

-Estaba haciendo un montaje autoproducido con unos amigos en una sala pequeñita de Madrid y nos vino a ver una representante, gracias a la cual enlacé con esta obra. La producción de Un marido ideal ya llevaba un año en funcionamiento, pero algunos de los actores la habían dejado por motivos personales y habían abierto un casting para encontrar sustitutos.

¿Cómo fue ese casting?

-Pues me convocaron, me dieron una separata del texto, me preparé el personaje con un profesor que tuve en la escuela de teatro en la que me había formado y acudí al casting. En la prueba trabajé directamente con el director, que me ofreció bastante información sobre el personaje.

Este fue su primer casting teatral, ¿cómo es eso?

-Creo que es porque no es muy fácil acceder a un casting teatral. Normalmente, por lo que tengo entendido, te ven en algún trabajo y te llaman para la audición. Por eso me gustó la experiencia, sobre todo por si me vuelve a tocar en el futuro. En audiovisual sí que te toca de todo, y más ahora con la pandemia, porque te lo tienes que montar en tu casa, y con tu móvil. Ahí ya andas bastante perdida. Tienes que saber cómo enfocar, cómo iluminarte para quedar mejor... y luego ya hacer el personaje sin que nadie te diga 'bien, sigue por ahí' o 'no, eso no es'. Simplemente mandas tu grabación y esperas que les interese tu propuesta. La parte buena es que lo puedes hacer te pille donde te pille, no hace falta que estés en Madrid, aunque yo prefiero mil veces estar en contacto con las personas.

¿Qué puede decirme del personaje que interpreta en 'Un marido ideal'?

-Soy Laura Cheveley, una periodista londinense que trabaja en París para el Times. Es un personaje muy inteligente, algo así como la mala de la película, y es muy divertido de hacer porque tiene muchas caras, muchas aristas, lo que para mí, como actriz, resulta muy enriquecedor. Laura me encanta. Es la que acciona la historia porque tiene información que no tiene nadie más y por eso desencadena el conflicto. A la vez, tiene algunas escenas en las que se muestra más vulnerable, y esa parte más humana es muy interesante también. Es un personaje muy jugoso y muy rico para hacer y para ver.

Cuando llegó para interpretar a Laura el elenco principal ya lleva bastante tiempo trabajando la obra, ¿cómo encajó en el equipo?

-Entramos tres personas nuevas a la vez y se mantuvieron Juanjo Artero y Ania Hernández. Los ensayos fueron muy cortitos, pero enseguida formamos un grupo que empastó muy bien, y creo que eso se nota en la obra, o eso nos han dicho desde fuera. Desde el principio nos entendimos muy bien, fue como un flechazo, hay mucho compañerismo, muy buen rollo y nos lo pasamos genial. Cada vez que hacemos la obra es como una fiesta para nosotros, y a los actores nuevos eso nos ayudó mucho a tener confianza, porque los personajes no son sencillos. Nos hemos ayudado mucho los unos a los otros.

Qué importante es esa complicidad cuando tienen que salir de gira.

-Totalmente, porque compartimos mucho tiempo y está siendo una gozada. Pero ya te digo que desde fuera nos dicen que en la obra se nota que nos llevamos tan bien.

El texto es de Oscar Wilde, lo cual ya nos asegura un buen montón de frases y giros brillantes.

-Sin duda. Mucha gente igual piensa que se va a encontrar con una comedia, y lo es, solo que esta es la comedia más dramática del autor. Se nota, sobre todo, en la primera parte de mi personaje. Tiene mucho ingenio, pero es un ingenio ácido, aunque en la parte final el humor es más delirante. En general, creo que donde el ingenio de Wilde está más presente es en el personaje de Arthur, el amor platónico de mi personaje. Hacia el final tenemos una escena juntos en la que con dos frases hace reír a todo el patio de butacas y a la vez le deja pensando. Esa es la magia que tiene Oscar Wilde, te hace reír y te hace reflexionar. Y para un actor es un lujo decir sus frases.

La historia sucede en el Reino Unido, pero podría estar pasando ahora mismo en cualquier institución política española o de cualquier lugar del mundo. El culto a las apariencias y la corrupción están a la orden del día.

-(Ríe) Por desgracia, así es. Aquí se ve a un político muy querido por el pueblo porque se presenta como alguien que va a regenerar la democracia. Y juega con la confianza de los ciudadanos. A todos nos gusta que nos digan que las cosas se van a hacer de una forma justa y honrada. Ese es sir Robert Chiltern, el personaje de Juanjo (Artero) en la obra. Y mi personaje lo que hace es decir que él no es así, que no es tan honesto como se vende y que eso debe saberse. Laura me gusta también porque, aunque parece la mala, es la que viene a decir la verdad, aunque duela.

Ahí entra en funcionamiento la capacidad que tiene el teatro de sacarnos las vergüenzas.

-Y de hacernos reflexionar sobre cómo queremos ser. Yo antes de hacer teatro estudié Derecho y en la carrera siempre me decían que el Derecho siempre va por detrás de la sociedad. Es decir, la sociedad es la que se da cuenta de que algo no está bien e impulsa un cambio. Y la ley viene detrás. Esto se puede ver últimamente de manera muy clara con el feminismo, que ha promovido varios cambios legislativos. En cambio, creo que el teatro y el arte van por delante de la gente y pueden cumplir esa misión de hacer de faro, de exponer lo que hay e invitar a hacer una reflexión sobre ello. Es muy bonita la fuerza que tiene el teatro de mostrarnos cómo somos para decidir si queremos seguir así o cambiar.

Estudió Derecho, como Alfredo Sanzol, ¿qué le hizo decidirse por el teatro después de la carrera?

-Como Alfredo y como muchos otros. Es curioso, hay bastante gente que ha estudiado Derecho y luego se ha dedicado al teatro. Parece casi un camino natural. Yo me considero un poco justiciera. Siempre me ha llamado la atención el tema de la justicia social; me metí en Derecho con mucha ilusión y en el último año hice teatro en la universidad. De ahí pasé a Butaca 78 y después hice un curso intensivo de fin de semana en William Layton, y me enamoró tanto que decidí darle una oportunidad a este oficio.

¿Cómo reaccionó su entorno?

-Me apoyó desde el principio. Mi madre me dijo que si había encontrado lo que me apasionaba, tenía que probar. Y mis amigas, lo mismo. Por suerte, estoy rodeada de gente no convencional, lo que te ayuda a salirte del tiesto sin sentirte mal. Si en tu entorno tienes diversidad, es más fácil ser diversa.

En la escena navarra ha trabajado sobre todo con Ángel Sagüés.

-Sí. Tuve mucha suerte porque empecé a trabajar con él nada más terminar mi formación en Madrid, donde conocí a su hija, Ane, también actriz. Trabajamos la obra La perrera primero en una residencia artística que nos dio la Escuela Navarra de Teatro y luego la hicimos también en Baluarte. El proceso fue genial, Ángel es súper creativo y yo me pegaría la vida ensayando con él. Sales llena de cosas. Ángel, Ane, Asun... Toda la familia es maravillosa.

En audiovisual debutó siendo una niña con 'No tengas miedo', de Montxo Armendáriz.

-Es lo primero que hice en el mundo de la interpretación. Fui con una amiga al casting y después de varias pruebas me cogieron. Solo tenía una frase con Michelle Jenner, pero pude ver cómo se hacía una película por dentro y me pareció alucinante.

Supongo que es pronto para pedirle que elija entre teatro y audiovisual.

-He vivido mi proceso respecto a eso. Mi escuela, la William Layton, es muy teatral y al principio me lancé a lo que conocía, como si el audiovisual no tuviera nada que ver conmigo. Pero poco a poco vas probando, un anuncio, un episódico en alguna serie... y vas viendo que, aunque creo que son medios que exigen aprendizajes diferentes, la base es la misma. Por eso decidí formarme también para la cámara y cada vez me van saliendo más cositas.

¿Si pudiera elegir, cuáles son los personajes que le seducen?

-A mí siempre me ha gustado Antígona, pero sé que nunca seré Antígona porque no doy físicamente. En esa obra sería más Ismene. Los que creo que sí podría hacer son Blanche, de Un tranvía llamado deseo, que me encanta; también Amanda, de El zoo de cristal, y, por supuesto, Nora, de Casa de muñecas. Ah, y Hedda Gabler.