Hace años que vive en Madrid, pero Hasier Larretxea (Arraioz, 1982) no pierde de vista su lugar de origen, su valle. Hay ahí un imaginario rural y unas tradiciones que, inevitablemente, le acompañan y que ahora presenta en Otro cielo, un poemario en el que también se acerca a la vanguardia. El último libro del escritor y poeta navarro acaba de editarse bajo el sello de Espasa y aunque en él “hay asperezas y lodos”, se abre a “una celebración de la vida y de la luz”. Y es que, asegura, la poesía le ha ayudado a apaciguar sus monstruos y fantasmas vitales.

Comencemos por el propio título: ¿cómo es ese Otro cielo al que mira este poemario?

-Mira a un cielo amplio, desde la posibilidad de que pueda ser otro cielo más allá de las delimitaciones de las cordilleras y de las limitaciones personales. Un lugar al que mirar y donde contemplarnos desde una amplitud. Y también puede ser la propia mirada la que transforme ese cielo, el paisaje…. Ese concepto está presente en algunos poemas y me di cuenta que podía ir aglutinando la cosmovisión o el reflejo de ese ideario rural que se contempla en otro plano.

Imagino que esa mirada estará marcada por el hecho de realizarse con distancia y desde Madrid, ciudad donde vive desde hace ya años.

-Sin duda. De hecho, me he ido dando cuenta con los años que quizá lo que en parte podía renegar por no identificarme personalmente en la adolescencia o en años posteriores, es mi mejor afluente de inspiración. Es decir, todo ese ideario y ese paisaje, todo lo que he vivido en el valle de Baztan -o cualquier persona en este caso, porque se puede asociar al Pirineo o a la Ribera-... Pero todo el mundo rural, con sus experiencias más duras y livianas, conforman un ideario muy rico en una simbología a la que, a través de la escritura, vuelvo para sanar e ir liberando espacios y, sobre todo, poder ofrecer otra mirada y equilibrar.

¿La escritura ayuda, en este caso, a poner las cosas en su sitio y restar idealización a ciertas cosas?

-Sí, sin duda, pero también supone meter las manos en el barro, bajo tierra, y zarandear, palpar lo que duele... Si tú eres honesto contigo mismo y con tu obra, que sobre todo es la literatura y el arte que me interesa a mí, escribir a veces debe doler para poder llegar a ciertas lugares que transitar. La literatura más liviana está ahí y debe estar, pero hay autores que tenemos ciertas sombras y fantasmas que nos persiguen, ya sea por haber nacido en un lugar de origen o haber vivido lo que hemos vivido. Por eso creo que este libro tiene mucha intensidad mística, he intentado plasmar ese universo a veces concéntrico, a veces salvaje y a veces dulce también. Quiero que sea despojada la mirada idealizadora de lo rural. Escribo desde el cariño y desde la nostalgia, también escribo de manera más incisiva o con unos poemas que declaman una necesidad de encontrar tu propio camino y sendero... Había una cosmovisión y un catolicismo muy cerrado, aunque en este libro no es que esté en contra de la religión, de hecho es muy místico y casi hasta religioso, pero sin ese ideario que hemos mamado de pequeños, sino con una religiosidad mística.

Casi ancestral.

-Exacto, que habla con los antepasados y que te permite dar lugar y voz a las creencias y a las tradiciones, pero a la vez intentando reformarlas y ordenarlas… Desde una convivencia quizá sana y apaciguadora.

Mira entonces ese legado y herencia, pero sin alejarse del presente.

-Sí, he intentado ser honesto con uno mismo y con el entorno, valorando lo que he mamado y he aprendido, los valores que me han inculcado… Gracias a mis padres, a esas abuelas y a esa infancia soy lo que soy y doy gracias a todo ese universo porque gracias a eso, y a mis búsquedas, puedo plasmarlo en un libro.

Y si este libro fuese una búsqueda o un viaje, ¿a dónde ha llegado Hasier Larretxea tras su escritura?

-A un alto, un monte o un lugar donde poder contemplar la amplitud de miras y del paisaje. He llegado a un lugar donde se vislumbra el valle o el paisaje, desde un lugar también místico. Si hacemos senderismo nos encontramos desde cruces hasta ermitas que dan fe de ciertas tradiciones, o lugares que tienen esa fortaleza por su orografía, entonces detallaría eso: he llegado a una cumbre donde después de haber subido, puedo sentarme y contemplar la vida desde una quietud absoluta.

Al escribir este poemario ha encontrado entonces cierta calma.

-Mucho y una voz sosegada, madura, de ir reordenando... Y estar ahora con toda esa simbología desde una convivencia sana. Después, claro, de haberme ido y de haber construido todo esto desde la distancia. Es más fácil porque te vas despojando de esos elementos que te constriñen o aferran a una moral más cerrada o a una visión más controladora, que a veces sucede en lugares mas cerrados.

Según ha avanzado, la música le ha acompañado durante la escritura de este trabajo, e incluso ha creado una playlist en Spotify. Así que fusionemos artes: ¿a qué suena Otro cielo?

-Justo en esa playlist he introducido mucha música mística y compositores contemporáneos y muchos músicos islandeses y centroeuropeos que dialogan con la naturaleza y con el legado. Establezco diálogos con canciones concretas, como Herejes de Pablo Und Destruktion, o Aquí manda Dios que casaban mucho cuando escribía la parte central del libro, donde está más presente la fe y poemas más intensos en su elevación. La música es necesaria en mi escritura y se establecía un dialogo, también está el Niño de Elche... Esa mística y ese legado rural, que también es contemporáneo y que intenta palpar las propuestas contemporáneas musicales.

Entre esas canciones hay una llamada Saudade, palabra portuguesa que no tiene traducción al castellano y que algunos definen como “bien que se padece y mal que se disfruta”. ¿Cuánto de eso hay en el libro?

-Muchísimo, es una conexión con ese lugar de origen y con todo ese paisaje del que no dispongo en Madrid: vivo en la urbe, en el centro y en Malasaña... Y cuando miro, no observo ese otro cielo que se puede contemplar en el valle. Es una nostalgia grande, sobre todo de ese imaginario.

Y cuando el lector termine de leer Otro cielo, ¿qué le gustaría que sucediese?

-Que reflexionara sobre su vida, que conectara con el lugar de origen, con el legado familiar… Y que redescubriera su entorno más cercano, sea boscoso o no, y que se deje llevar por el paisaje y por esos reencuentros de amigos y familiares, de lo cotidiano. Porque aquí, aunque hay asperezas y lodos, también hay una celebración de la vida y de la luz.

Una celebración quizá más que necesaria si cabe en estos tiempos, tras casi dos años de pandemia.

-Exacto. No creo que seamos mejores personas por cuestiones que han sucedido y que siguen sucediendo, peor sí que podemos esforzarnos en realizar algún cambio propio o en el entorno. Que dispongamos de ese tiempo del que hemos dispuesto en la pandemia, encerrados en nuestros domicilios, y que no perdamos ese diálogo interno. No es tan complicado ser amable y cercano, la vida es mucho más fácil. Creo que este libro y mi escritura plasman ese proceso mío propio. Igual en el pasado escribía desde una intensidad mayor, no sé si hubo quizá rencor... pero ahora hay ese perdón también a ti mismo, que al final la vida es muy finita.

Caigamos en una pregunta quizá manida y repetida para usted, pero, ¿qué es la poesía para Hasier Larretxea?

-Es mi voz y el diálogo propio. Es una oración que no tiene que estar adscrita a ninguna corriente concreta, es luz y es calmar los nudos y crear nuevos universos o nuevas maneras de poder plasmar también la realidad. En mi caso, la poesía me ha ayudado a apaciguar y calmar los fantasmas y los monstruos de mi vida.

Otro cielo vio la luz el pasado 19 de enero, ¿qué puede avanzar de próximos proyectos?

-Este año justo publico tres libros. Hay un libro ilustrado en euskera por la asociación Gaztelu Elkartea de Amaiur por los 500 años de la batalla contra las tropas de Castilla en Navarra y en el castillo de Amaiur. Además, a finales de año publicaré también un libro de poemas con Candaya -que están haciendo un gran trabajo- en el que es la primera vez que escribo explícitamente sobre la hosexualidad. Fue después del asesinato de Samuel Luiz en A Coruña y es un libro más político y crítico, desde una necesidad y como de una rabia. Entre manos tengo estas cosas cerradas y escritas ya, pero también estoy con un proyecto de novela.